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Honores y distinciones de Las Palmas de Gran Canaria

Feluco Marrero: «Los trabajadores son los que han sacado adelante a Guaguas»

«Han sido 53 años en la empresa, de los que me siento orgulloso, pero ya me retiro este año»

Feluco Marrero, líder sindical de Guaguas Municipales. Juan Castro

Tras medio siglo de lucha sindical, Feluco se ha convertido en todo un referente en la defensa de los trabajadores de la capital. El próximo 23 de junio será reconocido como hijo adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria, todo un reconocimiento, señala, a cinco décadas de transformación de la compañía de transportes y a la defensa de los derechos laborales, «los trabajadores, en mi persona, se merecían este premio».

¿Esto es el reconocimiento a una lucha al frente de Guaguas Municipales?

Considero que los trabajadores de Guaguas Municipales, en mi persona, se merecían este premio. Los antepasados lucharon para que esta empresa fuera pública, se logró, después a continuación se ha mantenido el listón y hemos logrado crear una empresa modelo. Hoy está prestando un gran servicio a la ciudad. Además, con el nombramiento recuerdo mucho a mis padres que sufrieron la consecuencias de llevar la vida de lucha que he tenido. Era una época difícil, estuve despedido dos veces y eso influía en la familia.

¿Cómo llegó a Guaguas?

Llegué a Guaguas de la mano de Gerardo Fra de Molina. Antiguamente había que tener dos avalistas para entrar a trabajar en la empresa. Empecé con 17 años, en 1969. Era un niño. Entonces las guaguas eran de madera.

¿Cómo recuerda esos primeros años?

Para mí Guaguas lo ha sido todo. Empecé a trabajar junto al puente Palo, en una oficina que había al lado del Guiniguada. Los compañeros de aquella época me enseñaron todo, compartí con ellos reuniones, asambleas, me formé. Ya en 1978 nos reunimos en el despacho de Carlos Suárez, el Látigo Negro, y empezamos a forzar a la empresa. Estaba compuesta entonces por 168 guaguas, cobradores y conductores, unos pertenecían a la asociación de jardineras de guaguas y los otros a los patronos. Logramos una reconversión en la que no hubo ningún despido. Muchos terminaron en las zonas azules, otros pasaron a conserjes del Ayuntamiento.

El cambio ha sido tremendo en estos 50 años.

Lo he vivido y lo he sentido en mis carnes. Creo haber cumplido con creces con los trabajadores y la ciudad. La evolución que hemos tenido ha sido muy importante. Con varios contratiempos de por medio, nos han visto como la parte opuesta pero los trabajadores somos los que hemos sacado Guaguas adelante hasta hacerla una empresa modelo.

El último preaviso de huelga fue en noviembre.

Tuvimos un forcejeo y al final se mantienen las 35 horas semanales. Espero que se establezca una paz laboral entre empresas y trabajadores para avanzar.

Feluco en la sede de Guaguas Municipales. Juan Castro

¿Cómo recuerda los tiempos de la municipalización?

El cabeza era Antonio Cardona Enríquez, nos reuníamos por ese entonces en el despacho del Látigo Negro en la calle Cano. Había que escoger entre municipalización, cooperativa o una sociedad anónima laboral; optamos por lo primero en el gobierno de Bermejo. Tiramos del carro y en 1979 se municipalizó, por ese entonces el Ayuntamiento ya la tenía rescatada. La situación aquí era muy mala. Había 160 patronos y las guaguas tenían que dar beneficio para ellos y para los conductores.

Poco antes, ¿Cómo fue la acción sindical en el franquismo?

Las asambleas las hacíamos en el salón de actos de la iglesia del Carmen de La Isleta. Había curas en aquella época que nos apoyaban, como José Luis Álamo o Domingo Viera. Después de eso, estuve despedido en el 82, en Madrid defendió el pleito Cristina Almeida y se ganó. Luego, me volvieron a despedir en el 94-95.

¿Cómo nació el sindicato?

Somos un sindicato independiente. Estábamos en el Sindicato Obrero Canario (SOC) y nosotros nos escindimos, formamos el Sindicato Unificado de Guaguas; fuimos con Carlos Suárez hasta el 95; después de eso nos pasamos al despacho de Joaquín Sagaseta.

Al final, toda una vida.

53 años en Guaguas, algo de lo que me siento orgulloso. Pero ya me retiro a final de año. He cumplido con creces y este premio ha sido el reconocimiento a la constancia, el trabajo y el sacrificio; y a todos los trabajadores que ya no están y que lo dieron todo. Los que vienen ahora tienen que mantener el listón.

¿Se ha planteado cómo será su vida tras la jubilación?

Caminar, hacer un poco de ejercicio. Intentaré mantenerme en el gimnasio con el boxeo, aunque el cuerpo tiene sus limitaciones. Va a ser difícil desvincularme, han sido muchos años. Me entretendré con todo el archivo que tengo en casa. Son grandes recuerdos. Además mi hijo es guagüero también, trabaja en el taller.

¿Alguna anécdota en especial que recuerde?

El movimiento asambleario aquí ha sido clave y cuando terminábamos íbamos al Bar Cantábrico en San Cristóbal. Ponían pescado, nos despachábamos nosotros mismos; una vez uno se llevó el interruptor de la bombona y tuvimos que llevarlo al día siguiente.

Natural de El Palmar de Teror. ¿Cómo fue su llegada a la capital?

Conocía Las Palmas por un plano. Estuve en la fábrica de Nick haciendo prácticas y veía los planos cuando salían a vender. Me espabilé aquí en la empresa. Antes entre el campo y la ciudad había más distancia.

¿Qué significa para usted la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria?

Es una ciudad de la que estoy muy orgulloso. Prácticamente he estado toda mi vida aquí, aunque no me olvido de Teror y de mi barrio, a donde voy mucho, adoro el pueblo, pero Las Palmas de Gran Canaria me lo ha dado todo. Este premio es lo máximo.

¿Fue complicado compaginar la lucha sindical con la familia?

Mis padres sufrieron mucho. Cuando estuve despedido en 1995 a mi padre le decía que estaba de vacaciones, pero luego me veía en los telediarios en las huelgas y lo pasaba muy mal. Mi madre igual. Yo creo que ahora en el sitio que están se sienten orgullosos del hijo que tienen.

La gente conoce su papel sindical. ¿Pero cuál ha sido su trabajo en Guaguas?

Entré en las oficinas de recaudación y me jubilo ahí si no quitan el dinero en efectivo de manera definitiva. Empecé en el Mercado, pasé al Muelle Grande y de ahí a San Nicolás. Después de eso ya he estado en todas las oficinas.

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