Cándido Ramírez, el grancanario pionero en pesca deportiva

El hombre del mar vio una oportunidad de negocio donde ningún isleño lo había hecho, mandó a construir un barco y se echó a la aguas de Puerto Rico

Cándido Ramírez en el Centro Comercial El Muelle.

Cándido Ramírez en el Centro Comercial El Muelle. / Juan Castro

La primera vez que Cándido Ramírez pescó fue con un alfiler doblado que ató a un hilo en la pecera de su casa en La Isleta. Se llevó un rapapolvo de sus padres, que poco se imaginaban que varios años después, su hijo se convertiría en el canario pionero en pesca deportiva en Gran Canaria

Pero su historia comienza lejos del Archipiélago. En el ejército, Ramírez fue destinado a África para trabajar en la meteorología aeronáutica, donde hizo amistad con un mecánico naval alemán. Le picaba la curiosidad por los idiomas y no había mejor forma de aprender que hablándolo. Por lo que, con un par de direcciones anotadas por su compañero, hizo las maletas y se fue a Alemania. A pesar de la dificultad de la lengua consiguió desenvolverse e incluso encontrar un trabajo como traductor. 

Pero cuando sentía que ya estaba asentado, a los tres años de haber llegado, sufrió de reuma y el médico le aconsejó irse a un país con un clima más seco para favorecer el tratamiento. No había mejor destino que su propia tierra, por lo que emprendió el camino de vuelta.

Los turistas escogían la especie y se embarcaban en la aventura del ‘Barakuda 2’

Primero trabajaba como recepcionista en un hotel y luego en una agencia de viajes. Eran empleos poco agradecidos, así que la idea de trabajar por su cuenta comenzó a rondarle la cabeza. En el sur descubrió que muchos turistas querían probar suerte pescando en las aguas del Atlántico, y pensó que podría convertirlo en un negocio. 

El objetivo era mejorar su nivel de vida y lo consiguió, con los ahorros que tenía pagó el curso de preparación en la Casa del Marino y mandó a fabricar su primer barco, Mayte, con el que se echó a la mar de Puerto Rico.

Cándido Ramírez manipula un hilo de pesca.

Cándido Ramírez manipula un hilo de pesca. / Reproducción de juan castro

La pesca tradicional era habitual en el lugar, pero la deportiva no y quienes la practicaban eran extranjeros. Ramírez fue el único canario que se aventuró al reconocer una oportunidad laboral en el sector. 

“En Alemania cada poco hay un club de pesca en las aguas dulces o cerca de la costa, pero como diversión de cacería no hay mucho”, explica. La mayoría de turistas que veranean en la Isla son amantes de la pesca y “quieren intentarlo en sitios como Canarias donde se cogen bichos enormes”, añade. Para empezar a atraer clientes confeccionó él mismo un rudimentario cartel, en inglés, con un mensaje claro: “Every day fishing”. [Todos los días se pesca].

La mayor captura de Cándido Ramírez, un picuda de 480 kilos.

La mayor captura de Cándido Ramírez, un picuda de 480 kilos. / Reproducción de juan castro

No tardaron en llegar los interesados y cada vez fueron más. La dedicación era exclusiva, pero a Ramírez no le importaba porque su trabajo lo era todo. “La mar es interesante, cuando estás en el quinto pino estás solo y no se ve casi nada, es un silencio tan interesante que te dan ganas de comértelo”, opina.

El negoció iba viento en popa, por lo que encargó un segundo barco más robusto que el anterior con el que navegó por 13 años. En su constante aliciente de prosperar compró un tercero, el Barakuda 2, de mayor calidad y que dotó con equipos traídos por él mismo de Estados Unidos. “Llegué a ser lo que quería, un gran pescador con los mejores equipos y clientes de alto standing”, expresa orgulloso. 

Sus conocimientos en alemán le sirvieron para captar a los turistas germánicos que querían vivir la experiencia de pesca en el imponente océano Atlántico. Normalmente los interesados fijaban el pez que querían atrapar y embarcaban en el barco de Ramírez con todos el equipamiento, navegaban hasta las zonas frecuentadas por los peces para finalizar la jornada atrapando auténticas bestias de hasta 448 kilos, su récord. 

Eran luchas laboriosas en la que los animales saltaban hasta cuatro o cinco metros, se revolvían y hacían todo lo posible por escapar del anzuelo. En ocasiones la mano humana salía vencedora y, en otras, el pez volvía a las profundidades ante las desilusionadas cañas de pescar. 

Anuncio realizado por el propio Cándido Ramírez.

Anuncio realizado por el propio Cándido Ramírez. / Reproducción de juan castro

En el mar no hay capturas aseguradas ni garantía de que un temporal no dejé a la embarcación y sus tripulantes mal parados. Enfrentarse a la muerte entre las impetuosas olas es una sensación que ha vivido en sus propias carnes Ramírez. En una ocasión una tormenta tropical les atrapó en alta mar y el motor del barco dejó de funcionar. Les salvó la vida los dos remos en el lateral: “Los turistas remaron a tierra, era por la noche y estábamos a diez millas, parecía la película Vikingos”. Al recordarlo no puede evitar que se le ponga la piel de gallina. 

El riesgo está presente pero la adrenalina que produce la pesca deportiva vale más para los aficionados. Durante una de las tantas competiciones en las que participó, nunca olvidará en la que estuvo a la cola casi todo el tiempo. Pero cinco minutos antes de que llegara la hora de finalización consiguió pescar “cuatro bichos grandes”. La emoción era incontenible en ese momento y ahora no puede evitar contarlo con una sonrisa, la pesca le regaló los momentos más emocionantes.

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El mayor pez que capturó Cándido Ramírez pesaba 480 kilos y medía más de cinco metros. Era un picudo que tardó en sacarlo del agua ni más ni menos que ocho horas desde que picó el anzuelo. Fue una batalla difícil, pero que finalizó con una foto con el ostentoso animal. "El picudo cuando se siente enganchado se revuelca mucho", explica el pescador. Hasta cuatro o cinco metros puede saltar el pez intentando zafarse y las olas provocadas por las embestidas complican aún más la tarea. "Parece un circo verlo saltar", bromea Ramírez. Sus constantes movimientos pueden provocar el vuelco o daño del barco si el animal está muy cerca: "Tienes que poner en marcha los motores rápido y salir de ahí porque se te echa encima, a mí me han dado taponazos con el pico, pero en la proa nada más y me han llegado a hacer un agujero". El viento y el oleaje también son cruciales para conseguir la captura, ya que si la lancha se mueve hay que corregir la dirección constantemente para conseguir estar a la distancia adecuada con el pescado. 

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