San Cristóbal recupera el aliento tras un oleaje que daña unas 40 viviendas

Varias decenas de familias y un bar pierden puertas, muebles y aparatos electrónicos

El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria finaliza el dispositivo de limpieza desplegado

San Cristóbal, un día después de las inundaciones por el fuerte oleaje

La Provincia

Alicia Navarro volvió a pasar la noche en vela, «cada vez que una ola saltaba al paseo, solo podía pensar una cosa: otra vez a achicar agua no, por favor». Esta vecina de San Cristóbal es una de las más afectadas por el temporal de mar que ha azotado esta semana las costas de Canarias. El miércoles vio cómo el agua anegaba su casa hasta en dos ocasiones, después de que una ola reventara la puerta que da al paseo. No quería una tercera. Durante toda la madrugada del jueves puso alarmas y fijó la vista en el mar enfurecido. Por suerte, no ocurrió, pero el susto lo mantiene en el cuerpo. Las familias de las más de 40 casas dañadas por el temporal de mar en el barrio marinero de Las Palmas de Gran Canaria han comenzado ahora a recuperar resuello.

«Dormimos mi marido y yo acurrucados sobre el sofá con tres mantas debajo; y aun así al rato notaba la humedad», explicó esta vecina de la calle Timonel. El miércoles vivió el infierno, con el agua entrando a la vez por las dos puertas de su casa que dan a la calle. Este jueves tocó hacer balance de daños, «abro los cajones de la cocina o las habitaciones y dentro tienen aún agua acumulada». Resignada, señala el marco de la puerta que reventó el agua y ahora está remacheado con tablones. «Los niños los llevé a casa de mis padres, pero ahora, los muebles se van a inflar y no va a valer ninguno, no disfruté del sofá ni siquiera un año», indicó con pesimismo.

Por todo San Cristóbal la estampa de este jueves era la misma. El olor a mar salía desde el interior de las casas, una situación que se ve acrecentada por el fuerte calor de temperaturas récords para un mes de abril con el que las Islas se despertaron. Los vecinos se afanaban en barrer e intentar borrar la huella que dejó el mar, achicando todavía agua en algunos casos y en otros retirando barro y hasta callaos que lograron colarse dentro de las viviendas. Los sacos de arena, tablones y barreras permanecían, eso sí, en puertas y ventanas «por si acaso».

Efectivos de limpieza

Más de 150 trabajadores de distintos servicios municipales han estado trabajando en el barrio marinero para dar una respuesta a la emergencia originada por el temporal de mar. Un total de 109 efectivos de Limpieza se afanaron este jueves en retirar callaos, arena y ladrillos del paseo marítimo y calles aledañas. El pavimento del malecón quedó dañado de manera superficial -al saltar los adoquines y revestimiento del muro- y la fuerza del mar arrancó de cuajo una de las luminarias.

Pino Martín y José Luis Pérez, de 75 y 78 años respectivamente, se llevaron el susto de sus vidas en la madrugada del pasado miércoles. La mujer mantenía este jueves el susto en el cuerpo, nacida y criada en San Cristóbal nunca había vivido algo parecido. Con la primera pleamar que inundó el barrio, se levantaron sobresaltados, la luz se había ido y el mar rugía. De pronto, la puerta reventó y el oleaje entró de golpe en su casa, haciendo que cayera y se diera un golpe en la cabeza. Su nieto y una mujer policía lograron sacarles cuando el agua ya superaba el medio metro de altura.

Pino y su hija Natalia señalan la altura que alcanzó el agua tras reventar la puerta de su casa.

Pino y su hija Natalia señalan la altura que alcanzó el agua tras reventar la puerta de su casa. / LP/DLP

«Los vecinos me vistieron de arriba a abajo, se portaron muy bien, nos dieron hasta chocolate caliente para calentarnos», relató Pino. Después de eso, fue trasladada al Insular por heridas leves, aunque recibió pronto el alta. «Si no llega a ser por mi hijo, mis padres no lo habrían contado», relató Natalia Pérez, hija de los septuagenarios. «Lo que pedimos ahora es que nos ayuden con algo, al menos a pagar las puertas y ventanas», añadió, en su caso, sus padres perdieron nevera, congelador y diversos muebles.

Sin fecha de reapertura

A su alrededor, en la casa de este matrimonio quedan cepillos y palas. «Terminé de achicar mi casa y vine aquí a ayudarles», comentó Rosa Delia Mesa, la vecina de enfrente, que venía a ver cómo estaba Pino un día después. «Quitaron la rampa que teníamos en el paseo en la bocacalle y los agujeros que hay no dan de sí», resaltaron ambas. Una opinión generalizada, teniendo en cuenta la piscina que se formó en el fondo de saco de la calle Timonel.

En esa misma bocacalle está el bar Punto Marino. Donde no ven la fecha de reapertura. «La puerta que da al paseo reventó las dos veces y el agua no paró de acumularse dentro», apuntó José Antonio Acevedo, dueño del negocio, mientras sacaba mesas y sillas del interior del local. Él y sus cinco empleados se afanaron este jueves en intentar volver a la normalidad, algo difícil. «Los congeladores, mercancía, el aparato de la cerveza, todo lo que sea eléctrico no sirve para nada», sentenció.

A dos casas de allí, Zoraima Mesa y David Martín llegaron minutos después con maletas y bolsas. «Venimos del Sur, de estar de vacaciones», saltaron. Al entrar, se encontraron con que el agua todavía seguía acumulada en el interior. «Mi hija nos avisó y llegamos de madrugada para poder limpiar un poco», indicaron ambos. Ventana rota, sin nevera, patineta eléctrica recién comprada estropeada, «todo para la basura».