Con las primeras lluvias del otoño el bosque de laurisilva del Jardín Canario aparece envuelto en una luz azul. El espectacular fenómeno, producto de la refracción de la luz en las gotas de agua que invaden la vegetación, volvió a repetirse hace unas semanas y constituye una de las numerosas maravillas del parque que el visitante puede contemplar en esta época, entre ellas, la visión de tres inmensos arcoiris cruzando la ladera. David Bramwell, director del Jardín Botánico Viera y Clavijo, asegura que en las últimas semanas ha llovido más que en los 18 meses anteriores. Y se nota en la tonalidad brillante de la vegetación. “A partir de abril, la primavera en el Jardín Canario se puede considerar una superprimavera, pero cada época tiene su encanto”, señala Eugenio Reyes Naranjo, guía del parque, que destaca la belleza de las siemprevivas en el otoño, cuando empiezan a despuntar; la de los botones dorados del hipérico o las flores violetas del matorrisco.

Y es que aunque Bramwell considera que la primavera es la mejor época para visitar el Jardín y encontrarlo en todo su esplendor, todas las semanas florecen en el jardín especies distintas. Cada mes ofrece sensaciones y colores diferentes al visitante. Y sonidos diferentes. Porque las aves también van variando a lo largo del año. Ahora, por ejemplo, están las pequeñas garcetas.

“Hace quince días estaba preciosa la dama de noche. Sólo florece de noche unos tres días coincidiendo con los primeros días de lluvia”, explica Reyes, quien añade que además del bosque de laurisilva, situado en la parte baja de la ladera, cerca de la carretera de El Dragonal, ahora están en su mejor momento los bejeques, veroles, hierbas punteras, góngaros pasteles de risco, todos ellos endemismos exclusivos de las Islas, que ahora alcanzan su máximo esplendor.

Además del papel fundamental que ha jugado el Botánico Viera y Clavijo en el conocimiento, la investigación, la conservación y la recuperación de la flora canaria en peligro, desde que fue fundado en 1952 por el botánico sueco Eric Sventenius, el Jardín guarda en sus 27 hectáreas verdaderos tesoros de la flora endémica canaria y de otras partes del mundo, gracias a la labor de su sucesor, el botánico inglés Bramwell, que ha colocado el centro, junto a su equipo, en la órbita mundial de la investigación.

En dos horas, asegura Reyes, el visitante puede conocer los secretos de este parque temático, entre ellos el palmeral situado en el cauce del barranco Guiniguada, en la parte baja del Jardín. El parque no cuenta con las 2.800 especies de palmeras de todo el mundo que el alcalde Juan José Cardona se ha empeñado en plantar en el municipio pero tiene un palmeral de enorme valor, en el que están representados casi un centenar de especies de más de cincuenta países.

Imponentes ejemplares de palmeras de Madagascar, Creta, Australia, Guinea, Japón, China, Arabia, Estados Unidos o Islas Mauiricio, por citar sólo algunas de la extensa lista, conviven sin problemas con la Phoenix Canariensis. El palmeral, que ha ido creciendo a lo largo de los últimos cincuenta años, es sin duda uno de los tesoros que hay que visitar en este jardín botánico, el más grande de España, en el que está representado el 0,001% de toda la biodiversidad de la flora vascular amenazada del planeta. “Aquí se pueden encontrar”, explica Reyes Naranjo, “más de 600 endemismos de la flora macaranonésica, que abarca Canarias, Madeira, Azores y Cabo Verde.

A lo largo del último medio siglo se han recreado en el parque los hábitats principales de los ecosistemas canarios (palmerales, acebuchales, cardonales, tabaibales) y a su vez se ha logrado representar en un espacio tan reducido todos los pisos de vegetación que hay en Canarias, desde los que están situados en la costa, representados por las especies xerófilas, a las que pertenecen los tabaibales y los cardonales; hasta el bosque termófilo; el bosque húmedo, donde se desarrolla la laurisilva, con sus madroños, adernos, naranjeros salvajes, acebiños, saúcos, rejalgaderas y un largo etcétera de especies que ahora viven uno de sus mejores momentos del año. Luego viene el pinar y la vegetación de la zona de cumbre. Todo ello ha sido posible, resalta el técnico, gracias “a la mano mágica del fundador Sventenius y el buen hacer de Bramwell”. En la entrada baja del Jardín, destaca también el bosquete de dragos que plantó Sventenius hace 35 años, al que se ha unido, al lado del Tagoror, el drago grancanario, descubierto a mediados de la década de los noventa del siglo pasado en un barranco del suroeste de la Isla. Bramwell destaca que el Viera y Clavijo es un jardín “especial” y único en el mundo, que se diferencia bastante de los jardines botánicos tradicionales. “Esos jardines se especializaron en coleccionar plantas de todo el mundo y el nuestro ha sido pionero en centrar su trabajo principal en la flora canaria y en la conservación. Hemos contribuido bastante a generar la nueva definición de los jardines botánicos”, explica el jefe del Viera y Clavijo, quien calcula que en el recinto puede haber entre 3.000 y 4.000 especies de todo el mundo. Especial importancia tiene también el banco de germoplasma, en el que se conservan más de 5.000 semillas, que constituyen el 60% de las especies en peligro de extinción de la Macaronesia.

Dentro de su labor divulgativa, el Jardín prepara en estos momentos una exposición sobre la historia de los dragos y otra sobre las aves. En palabras de Reyes, el jardín “guarda también la memoria sonora de la naturaleza grancanaria, con sus caideros, sus cascadas y sus aves”.

Por Teresa García