Se reconozca o no, Cáritas nos verifica todos los años el pulso de la pobreza y la exclusión social en la Isla, en el Archipiélago. La documentación que facilitaba la institución diocesana nivariense, el pasado viernes, no está maquillada con los pinceles de propagandas dudosas. Ni tampoco ha sido manipulada para mitigar, con abalorios de feria, las hirientes brechas que, a diario, todavía proclaman las injusticias personales, familiares, de la ciudadanía más necesitada. Y los datos, obtenidos a pie de infortunios de carne y hueso, sangrantes, lo que reflejan son contradicciones patéticas. Enumeremos sólo algunas. ¶

La memoria sobre 2006 revela que, durante el pasado año, aumentaron en 7 mil, con respecto al 2005, las casi 28 mil personas que recabaron atenciones básicas. Con independencia de que cerca de otras 4 mil participaran en programas formativos o de inserción laboral. La realidad cotidiana es que se incrementan los inmigrantes que solicitan auxilio, no tanto los supervivientes de los cayucos como los llegados de Iberoamérica. Pero, a la vez, no desciende el número de isleños que precisan de apoyos urgentes: sobre todo, aquellos que permanecen huérfanos de cualificaciones profesionales, los que sufren la pobreza severa, los faltos de salud mental o los atrapados en las drogodependencias. ¶

A todas éstas, en los mismos meses transcurridos, fue para arriba la economía insular: en un porcentaje superior al de la media española. Sin olvidarnos de que, en el periodo 2000-2006, las cuantías de los fondos estructurales y de cohesión de la UE reforzaron tal bonanza económica en un 2,9 por ciento. Menos mal? Aunque la riqueza generada aquí, lejos de ser distribuida con equidad, coincidió con el crecimiento de las bolsas de la indigencia. He ahí un innegable despropósito. ¶

Inconsecuencia segunda. Hasta ahora, lo habitual ha sido que, difundidas las anuales cifras por Cáritas, el Gobierno autónomo respondiese con salidas barrocas, hasta churriguerescas, en torno a los umbrales de la pobreza y sus modalidades. ¿Repetirá la melodía-milonga el actual Ejecutivo, en funciones? Lo cierto ha sido que, de los 3,95 millones de euros invertidos en atenciones humanitarias por la organización eclesial en 2006, las arcas consejeriles han cubierto 2,05 millones ( el 52 por cierto). ¿Y eso es mucho o poco? Que el prudente lector interprete las pelladas -que no pilladas-, teniendo en cuenta que debieran ser las latas del gofio público las que costeasen, en su integridad, esos menesteres cívicos. Tan indispensables.¶

Y, aunque así fuere, todavía los presupuestos autonómicos se ahorrarían las compensaciones a los 928 voluntarios de Cáritas que, en las Islas Occidentales, despliegan un servicio gratuito, silencioso, encomiable. No hacen ascos del hedor de la miseria; practican la justa y sana laicidad; y, en ocasiones, reciben a cambio las muecas y los zarpazos del progresista laicismo miserable: paradoja tercera. ¿Hasta cuándo?