El otro día tuve una pesadilla, o una visión. Volví a finales de los sesenta, cuando era un niño feliz e indocumentado pero curioso, muy curioso. Y entre las muchas cosas en las que intentaba meter la nariz y enterarme de algo, a los diez años de edad, estaban Checoslovaquia y los tanques soviéticos, la guerra de Vietnam y la llegada del ser humano a la Luna. Y también una matanza, la que perpetraron Charles Manson y sus secuaces, especialmente femeninas, contra Sharon Tate, a la sazón embarazada y esposa del director de cine Roman Polanski. Y en la pesadilla, no sé por qué, Manson se me transformó en Pablo Iglesias, como en ese programa que cambia las caras de un cuerpo a otro. Al despertar, pensé que mi pesadilla me había jugado una mala pasada, un exceso de cabreo contra el líder de Podemos por permitir, si nadie lo remedia, que Rajoy sobreviva políticamente y que tengamos que ir a unas nuevas elecciones. Pero había algo más en la exageración del sueño, injusta, desde luego, ni Iglesias ni ninguno de sus seguidores son capaces de barbaridades como las de Manson. Sin embargo, el algo más estaba en el carácter sectario de las últimas decisiones que ha tomado el líder del partido violeta, lo cual le permitiría ser el líder perfecto de una secta, un macho alfa a la inversa, que cuando una de las chicas de la secta da de mamar, interesa que esté en primera fila y después ya no, es solo un ejemplo. Ahora parece que Errejón todavía mama o da de mamar, no sé. Sigue colocado en primera línea, hasta que el líder todopoderoso decida cambiarle de asiento. No hay estética sin ética, pero tampoco a la inversa. La estética de Podemos es similar a la de una de esas sectas religiosas, milenaristas o mesiánicas, que de vez en cuando aparecen en algún estado desconocido de los Estados Unidos de América, en una granja, por centenares, y el FBI tiene que mandar a sus mejores agentes para acabar con el desaguisado apocalíptico. Nosotros no tenemos FBI, ni inmensas desconocidas en estados ignotos porque no tenemos estados, menos mal, con uno nos llega. Pero tenemos a Iglesias y a sus mesnadas. Como haya que repetir elecciones por su única y puñetera culpa, me voy a recrear en esta suerte, la de la secta, porque tengo datos para contar, y tus chicas, Iglesias, sonreirán bastante menos que las de Manson. Pero seguro que no hace falta, seguro, porque Felipe VI lo arregla todo.