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reflexión

No era tan fácil

En el año 1985 en un pleno de la Corporación Municipal de Las Palmas de Gran Canaria don Juan Rodríguez Doreste se dirigió a un concejal con los calificativos de "estulto, beocio y cacaseno". Los concejales que pensaban podrían ser el destinatario de los tres adjetivos se miraban sorprendidos y se interrogaban con la mirada, ¿eso es bueno o malo?

Ada Colau acaba de proclamar en el pleno del Ayuntamiento de Barcelona que Puigdemont es el legítimo presidente de la Generalitat. Borrell, el nuevo novio de España, dijo de Ada Colau que era la emperatriz de la ambigüedad.

Lo acontecido en Cataluña es un viaje sentimental hacia ninguna parte. No es populismo porque el movimiento no es estratégico sino sentimental y con el latido de la convicción.

Yo diría que se trata de un movimiento milenarista. Hoy se suele identificar al milenarismo como un movimiento político o social que aunque dicen que data de 1714, en realidad es atemporal, que pretende acelerar violentamente aunque lo intenten sin violencia, el fin de los tiempos, en este caso el tiempo de la Cataluña española.

Del milenarismo histórico que presentía el fin de los tiempos para inaugurar la ciudad de Dios hemos pasado al milenarismo al que me refiero, que es solo tarea de algunos pocos elegidos que destruyendo el mundo catalán y la historia conjunta de catalanes y españoles podrán redimirse a través de un movimiento que en el miserable contexto de mundo e historia de Cataluña ahora, permitirá solo a una secta privilegiada o raza singular o movimiento soberanista celebrar el holocausto territorial.

Aquí vemos a esa Cataluña independentista peregrinando por las rutas de la tierra prometida que ella sola se ha prometido y que nunca ha de encontrar.

Por eso siempre, no solo ahora, por donde queramos parar la historia, nos encontraremos a un grupo de catalanes enfrentados unos contra otros, a veces consigo mismos, debatiendo sobre cuestiones de soberanía

Ese pueblo catalán que no es ajeno a residuos carlistas, anarquistas y de índoles diversas sufre un riesgo: que aparezcan personas que quieran traducir ese sentimiento en exactas formulas políticas y operativas. Y activen la capa sentimental. Y es lo que ha sucedido. La masa que irá detrás la tienen asegurada.

En Los papeles del Club Pickwick el protagonista de la novela de Dickens ante la visión de una masa de gente afirma que nada puede con una masa de gente. Acaso solo una masa mayor.

Puigdemont es ese hombre, el instrumento utilizado para una vez más traducir el sentimiento en una fórmula política, la independencia, que no era cosa fácil. En realidad es un demócrata descarriado que decía haber encontrado el santo grial en ese tantas veces repetido y falsario mandato que era en verdad un tongo de referéndum.

Si volvieran a resonar los calificativos de estulto, beocio y cacaseno ya sabríamos que iban destinados a Puigdemont y a Colau. Otra cosa es Arturito: ese debe dar más explicaciones.

Pero en estos tiempos folletinescos se necesitan referentes políticos y morales. Y la mala suerte ha colocado a Rajoy en el puesto de mando. Y muchos creen que no tiene esas referencias.

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