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Alfonso González Jerez

Echar una mano

Cuánto lleva el Gobierno de Canarias gastado en publicidad institucional desde el principio de la pandemia? Venga, una pregunta para María Australia Navarro, para Pablo Rodríguez, para cualquier exponente de esta oposición más asustada por el covid que el propio Ejecutivo. En el caso del Gobierno central más de 111 millones de euros en los últimos ocho meses. La campañita Canarias tiene un plan, el marketing hecho humorismo, ha debido de salir saladita. La pasada semana se vió otro ejemplo de acción planificadora. Ya saben. Hay gilipollas que llevamos pidiendo ayudas directas – perras – para los bares y cafeterías, los restaurantes y los comercios, los gimnasios y centros deportivos, desde hace cerca de medio año. Ni puñetero caso. Ni por el Gobierno español ni por el Ejecutivo canario, de la misma manera que no se ha articulado y desarrollado una estrategia para evitar la destrucción del sector turístico. El país vive mayoritariamente del turismo, pero da exactamente igual. Bien: ya se han anunciado las medidas. Las llaman paquete, aunque el paquete sean ellos.

Previamente se había celebrado una reunión entre vicepresidente y consejero de Hacienda, Román Rodríguez, y representantes de Ashotel. El comportamiento verbal de Rodríguez fue extraordinario. Primero aclaró que poner en marcha ayudas directas suponía asumir competencias ajenas al Gobierno canario. Luego que el Gobierno canario “echará una mano” a empresarios y autónomos “en la medida de sus posibilidades”. Si no se tratara de Román Rodríguez cabría el asombro. Pero no, todo esto encaja muy bien en la anatomía política de Vicerodríguez. Primero, esa pedantesca advertencia de carácter competencial, totalmente fuera de contexto. No, no se rompe ningún límite competencial concediendo ayudas directas a la hostelería. Segundo, usted no echa una mano a nadie. Usted no está haciendo un maldito favor a nadie y los empresarios y autónomos no son automovilistas accidentados por los que usted, en virtud de su excepcional generosidad, detiene su coche (oficial) y les presta un gato – en su caso quizás sería una comadreja -- para cambiar las ruedas pinchadas. Es una retórica que desvela a la perfección la imagen del Gobierno y de sí mismo que tiene un político que presume ser de izquierdas y nacionalista, y de lo primero tiene (a veces) el color de la corbata y de lo segundo el gusto por el cabrito barrado. Después incluso agregó que si resultaba necesario acudiría al endeudamiento público. Pero qué brillantez. Un ser de sapiencia y luz.

¿Y la pasta? Como seguro han podido ustedes leer ya, la mayor parte no son ayudas directas, sino el retraso del cobro de deudas fiscales y del IGIC del primer trimestre de este 2021. Insisto: se trata de un retraso, no de una condonación. El mediano y el pequeño empresario deberán pagarlo antes de octubre. Después anuncian 165 millones de euros, una mijaita para un sector que lleva perdidos más de 10.000 millones, y que en ningún caso empezarán a distribuirse (siendo muy optimistas) hasta dentro de siete u ocho semanas. Ahora, es decir, en la última semana de enero, se le ha ocurrido a Rodríguez y a su diligente equipo remitir una carta a Bruselas a ver si esos 165 millones podrían incluirse en el Plan de Reconstrucción y Resilencia de la UE que, por cierto, no suelta un céntimo a gobiernos regionales, porque sus únicos interlocutores son los gobiernos nacionales. Otro disparate decorativo más que pretende enmascarar con pomposidades aldeanas la absoluta incapacidad para predecir lo obvio – el estrangulamiento de la hostelería y el comercio en medio de una pandemia universal -- y actuar en consecuencia rápida y responsablemente.

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