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Ángel Tristán Pimienta

La geobélica invisible

La última crisis hispano-marroquí, que ha cogido al través a Ceuta y Canarias, no es solamente producto de la típica competencia de vecindad. Detrás, y por debajo, de este nuevo eslabón, hay poderosas fuerzas, casi siempre irreconciliables, en conflicto.

En el Magreb se juegan varias partidas a la vez, todas ellas derivadas de la posición geográfica de sus protagonistas, pero también de distintos intereses estratégicos a largo plazo. Es una guerra blanda, que aparece y desaparece como la famosa serpiente del lago Ness, que aún rellena páginas y programas prime time en televisión en verano… por lo menos hasta que la pandemia y la covid le quitó la primogenitura informativa.

Hay muchas pistas al respecto. Casa África, en Las Palmas de Gran Canaria, ha sido testigo de muchos encuentros sobre asuntos que parecen distantes, y que sin embargo tocan de lleno a los intereses el Archipiélago, y a la seguridad nacional de España. Por ejemplo, las misiones de buques de la Armada en el amplio espacio comprendido entre Mauritania y el Golfo de Guinea.

Allí no solo hay un gravísimo y creciente problema de piratería marítima, que puede convertirse en un factor disuasorio para el transporte de mercancías a Europa por la ruta del cabo de Buena Esperanza, sino que países de ese entorno están estrechamente conectados con las fuerzas oscuras que desestabilizan Mali, y en general todo el enorme pasillo el Sahel, y que a su vez están conectadas para el tráfico humano, el narcotráfico y el terrorismo yihadista con los despojos de Libia y con otros estados fallidos en la práctica.

A su vez el yihadismo del ISIS –que nació como Estado Islámico de Irak- se ha extendido a las regiones adyacentes de su feudo inicial, hasta el punto de que en la actualidad la amenaza se cierne casi todo el norte y centro de África. Y muy directamente podría afectar a Túnez, Argelia, Marruecos, Mauritania… Túnez intenta una renovación política que pueda neutralizar al islamismo fundamentalista; el sur de Argelia ya ha sido escenario de acciones terroristas, aunque este país parece no moverse de sus desfasadas posiciones de la Guerra Fría; Mauritania es demasiado débil… Y Marruecos sí tiene un plan, y muy agresivo, porque tiene miedo.

El islamismo radical es una seria amenaza para un Reino que se basa en un islamismo moderado y abierto, con el Rey como Comendador de los Creyentes, que es un fiel aliado y guardián de Occidente en uno de los enclaves estratégicos más importantes del mundo.

Para afrontar los riesgos que se ciernen sobre su futuro, Mohamed VI tiene activas varias partidas simultáneas: por una parte ha modernizado la Constitución con notables mejoras en varios planos, para satisfacer, si bien moderadamente, los deseos de mejora de la población joven y formada; además, ha impulsado un ambicioso plan de infraestructuras y desarrollo, una más amplia cobertura de la seguridad social, para adelantarse a uno de los atractivos de organizaciones como Hermanos Musulmanes… y continuas cortinas de humo destinadas a desviar la atención hacia un enemigo exterior.

Y como, en efecto, según recordaba con frecuencia Hassan II la geografía es el único componente invariable de la historia, España y en particular Canarias están afectadas en esta edición por ahora limitada del Gran Juego. No hay islamismo, en el sentido radical, pero inevitablemente hay un fuerte ingrediente nacionalista, que nunca desaparece por completo porque aún está muy reciente la etapa colonial tanto francesa como española. Este factor a veces se desboca con ocasión de crisis que podrían encauzarse civilizadamente por vía diplomática pero que a veces la velocidad y la carga las hacen descarrilar. Marcha Verde aparte, aquel horrible chantaje que reconociera Hassan II, Marruecos y España viven en un susto –llamémosle así- permanente.

El mar territorial canario, las riquezas del subsuelo de sus aguas profundas, el comercio bilateral, la pesca en el banco sahárico, los detalles y algo que es tan etéreo y difuso como el respeto intervienen en un proceso, necesariamente cauto y lento para que no sea explosivo, de normalización de antiguos agravios y conflictos.

Casualmente, aunque como con los tratos con la vieja URSS todas las casualidades deben de estar previstas, como decía el recordado socialista cristiano isleño Antonio Castellano Auyanet, en los últimos meses se han efectuado dos importantes maniobras aeronavales entre Marruecos y EE UU, que a su vez han coincidido con el reconocimiento de Donald Trump de la soberanía de Rabat sobre el antiguo Sahara Español, lo que ha trastocado todo el tablero del ajedrez.

Claro que en el mismo periodo fuerzas aeronavales españolas y de otros socios de la OTAN han navegado y volado sobre las mismas cuadrículas. Ni las unas son una advertencia explícita a Madrid, ni las otras una advertencia explícita a Rabat. Sí constituyen un indicador sobre un valor geoestratégico que desborda la capacidad de interpretación de sus actores locales.

Los estados mayores de las Fuerzas Armadas siempre van por delante de los conflictos. Y por eso expertos militares y académicos de Canarias ya aconsejaban a mediados de los 70 del siglo XX caminar hacia la independencia energética de las Islas. Sugerían encarecidamente la utilización masiva de la energía eólica, la solar y la mareomotriz… pero no contaban con el endemismo de la estupidez y el papanatismo, ni con la ignorancia de que como decía don Hilarión en La verbena de la Paloma, los tiempos cambian que es una barbaridad, Sahara incluido.

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