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Juan Francisco Martín del Castillo

Ayuso, recidiva

Mientras Pablo Casado transita hacia la laguna Estigia, Ayuso acaricia el futuro. Si algo ha quedado meridianamente claro del affaire de las mascarillas del hermano de la Presidenta de la Comunidad de Madrid es que ni con trampas se ha conseguido manchar la imagen social de la política del Partido Popular. Es más, otra segunda conclusión del conflicto es que la formación se ha decantado por la marca de Ayuso, porque, en estos momentos, la derecha moderada en España se identifica de pleno con su figura. La manifestación espontánea alrededor de Génova 13 mostró que la calle está con ella, en un fenómeno que ni los estudios sociológicos han sido capaces de explicar. La madrileña ha trascendido su papel y se ha erigido en emblema de toda una opción política, un hecho impensable hace tan solo una década, pero que, en la actualidad, es una verdad incontestable.

He titulado «Ayuso, recidiva» y he hecho bien. Ya sé que es un término del mundo de la medicina, pero su significado original, el de renacida o vuelta a la vida, es, quizás, el más oportuno en estas circunstancias. El día que Casado se echó atrás, dando carpetazo al asunto, o eso es lo que él creía, comenzó a florecer de nuevo el aura de Ayuso. Si no fuera porque aparenta contradicción, diría que lo que faltaba al fenómeno Ayuso era una experiencia como ésta, un tour de force en el que desplegar sus encantos y en el que, afortunadamente para ella, el contrincante jugó mal sus bazas desde un inicio.

Ayuso ha terminado por certificar sus opciones al liderazgo nacional, si se lo permite el sempiterno aspirante, el gallego Núñez Feijóo. Todos, y cuando digo todos no excluyo a los de izquierdas, sabíamos que era cuestión de tiempo el que saltase a la contienda por gobernar un país, el nuestro, más que ansioso por cambiar de aires. Y ella ha representado con humildad este papel, conteniéndose y buscando el calor de los suyos, esperando la oportunidad propicia, y ésta ha venido por la traición, precisamente, de los de su propia ideología. En cierta manera, encarna a la líder que se sobrepone a las acciones de los contrarios y a la manifiesta envidia de los de su bando. Por eso, en su día escribí que era la encarnadura de la voluntad de poder, en el sentido nietzscheano del término.

Y ahora confirmo y valido aquella primera impresión. Isabel Díaz Ayuso es la fuerza desatada, el destino hecho realidad. Una mujer que, con su sola presencia, encandila a la audiencia hasta el extremo de que, a un mínimo gesto, la seguirían donde fuera. Personalmente, jamás había visto algo parecido, o tal vez de pequeño con el asalto al poder de Felipe González, pero esto es otra cosa y, por supuesto, otro tiempo. Los socialistas del pantalón de pana querían cambiar España, «que no la conociera ni su padre», pero Ayuso lo que quiere es justo lo opuesto, que nuestros padres no se reconozcan en una España que está al borde del colapso nacionalista. Después de tanta insistencia con el respeto al diferente, se ha llegado a negar la diferencia y hoy se siente por doquiera uno va que la libertad de expresión ya no es tal, porque ha claudicado a manos de los dueños de la opinión. De ahí que, cuando Ayuso levantó la voz para defender la libertad de los madrileños, la siguieron como si se tratara de un banderín de enganche. Y España está a la espera de que haga algo semejante con el resto de sus compatriotas. Urge que la líder asuma su rol, que la dejen actuar, que sea igualmente libre y vuele para que los españoles, como ella y de su mano, también volemos donde el viento de la libertad nos lleve. Los pesimistas, los intolerantes, las izquierdas del arriba y del abajo, los antagonistas naturales de la derecha, no la entienden, pero sí que son plenamente conscientes de su poder, y reaccionan con intensidad para desprestigiarla, aniquilarla y derrotar el ansia de libertad de todo un país. Pero, Ayuso sabe cómo defenderse de las insidias de los hipócritas de la progresía, les tiene cogidos por el argumento y se los devuelve con fuerza. Nadie hasta la fecha, de esa izquierda rancia y reaccionaria, sabe cómo articular una estrategia exitosa ante su avance arrollador. Sólo les cabe la calumnia y la injuria y en el affaire de las mascarillas quisieron encontrar el resquicio oportuno. Qué vergüenza que hayan sido los de su propio partido los que se lo hayan servido en bandeja de plata. Insisto, Ayuso ha renacido, recidiva del pesar, de la enfermedad de España, y ya es únicamente cuestión de que el sino de los tiempos la sitúe donde debe estar, al frente del gobierno de los españoles.

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