Piedra lunar

Sociología literaria (Vargas Llosa e Isabel Preysler)

Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa.

Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. / EP

José A. Luján

José A. Luján

Abordamos este tema que ofrece un potente atractivo cultural en el mundo que nos rodea y no desde el aparente oportunismo que se puede desprender del acontecimiento vivido por esta pareja en fechas recientes. Ponemos esta justificación en el frontispicio de esta columna, partiendo del aval que nos proporciona la procedencia formativa en una facultad universitaria. A primera vista, puede resultar un posicionamiento diletante, teniendo en cuenta la distancia que existe entre los temas habituales en esta colaboración y los hechos marcados por la trivialidad.

Las manifestaciones que se desprenden desde las ventanas del papel couché, llámese exclusiva del semanario Hola, son fuentes muy notables en el devenir de las respectivas biografías, tanto la literaria como la aparentemente insustancial. Sin embargo, lo que sí se puede observar es que en esta comarca cultural parece que hay cierto miedo a tratar este asunto por parte de algunos escritores, como si hubiesen de tener cuidado para no perder las prebendas que otorgan la relación con el mariscal o patriarca. La banda de entusiastas escribanos de esta zona del hispanismo considera que el asunto Llosa-Preysler es una trivialidad y forma parte más de otros analistas que de literatos ortodoxos. No obstante, suscribimos que la frivolidad está en nuestra vida de manera esencial, según confesó Warhol en Nueva York ante un Pepe Dámaso que se empapó de todo lo que sucedía en aquel entorno. Sin embargo, nuestros escritores provincianos consideran que hay que seguir llevándole la cola de la capa al patriarca o mariscal ya sea en la entrega de un Honoris causa de la ULPGC; en la nominación de Hijo Adoptivo de la ciudad; en un encuentro en la Casa - Museo Pérez Galdós; en la plantación de una palmera en el palmeral de los Nobel en un centro de Educación Secundaria de esta ciudad; en tertulia al aire libre con alumnos de secundaria o universitarios, a ras de césped; o en la nominación de un encuentro anual que se arma en la isla de La Palma. Entrar en una pincelada analítica, con bisturí rasgador, estaría fuera de plano y sería una descortesía, si no se sabe enhebrar.

Hubo lectores del autor de «La ciudad y los perros» que le retiraron su aprecio cuando de manera sorpresiva se lio con la atractiva señora llegada desde Filipinas, hace más de medio siglo, por prescripción paterna y con sólo diecisiete años. Desde entonces, el icono femenino de nuestro tiempo ha hecho toda clase de fechorías, sociales y económicas, todas muy calculadas: Cantante por aquí; Marqués por allá; Ministro por allí; Premio Nobel por acullá. Y cada vez más atractiva con casi la misma edad de quien ahora escribe estas líneas. Ambos hemos entrado en la década setentona con claras diferencias. Una, con euros de porcelana que le salen por las orejas, y otro, esperando a fin de mes la retribución de jubilado.

La relación de escritores con amantes llenaría esta columna. Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán es pareja recurrente. La Pardo Bazán, tanto con su obra como con su vida, puso de manifiesto la capacidad de la mujer para ocupar en la sociedad los mismos puestos que el varón, sin renunciar a lo específicamente femenino. Nadie se sonroja y, por el contrario, se sigue considerando como un enriquecimiento en la biografía de don Benito.

En el caso Mario – Preysler se han puesto de manifiesto muchas cosas de carácter psicológico. Hay una confesión de Preysler sobre los celos por parte de don Mario. Quien parecía fuerte como una torre, se derrumba ante una hermosa mujer que mantiene su orgulloso y dominante papel social en todo momento.

No sé si el novelista quería conocer desde primera fila del campo de batalla cómo son las relaciones en el tálamo conyugal. Algo tiene el agua cuando la bendicen. Y estar en el catre, con bolígrafo y cuaderno de notas en la mano, puede llevar a un estado que podría parecer el desvelamiento de cosas que a pocos interesan y puede ahondar en el melón de los celos. La celotipia es un campo que desvela inseguridad, y ese infierno no lo querían sufrir ni Preysler ni don Mario, con la certeza de que nuestra filipina estaba de vuelta.

Cuando dentro de una decena de años se escriba la biografía del Nobel peruano, no se podrá obviar este hecho con todas sus aristas para desvelar la actitud posesiva ante una mujer que aparte de su atractivo físico tiene una personalidad que la convierte en personaje histórico de nuestra sociedad que atraviesa dos siglos y rompe corazones.

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