Reseteando

Manolo Vieira y la gran depresión

El humorista Manolo Vieira.

El humorista Manolo Vieira. / JOSÉ CARLOS GUERRA

Javier Durán

Javier Durán

Manolo Vieira es el juglar del desarrollismo palmense, que son los hijos y los nietos de las medianías, interior, majoreros y conejeros que se forman y se transforman al socaire de la urbanización indiscriminada, poligonera e isletera que trata de sacar cabeza. Alerxis es la esencia de lavanda de la escolarización cabizbaja, el niño petrificado entre la pedrea y el abuelo roniado, capataz en el Puerto, al que se le ha querido dar un nombre austrohúngaro a ver si arranca y tira a ganar dinero en la recepción del Sur para llevar al cuello unos eslabones de oro. Y la madre tiene dos vértebras gastadas, un par de hernias discales y espera una consulta con el especialista en un ambulatorio cuya sala de espera es un caleidoscopio, aunque ella no lo sepa. Este hombre que acaba de fenecer nos ha llevado al paroxismo risiático con las penurias que se asentaron para siempre en la vida. El Estado debería abonarle un plus, allá donde se encuentre, por cooperar para evitar la revolución en el cuajo de la barriada, su arquetipo social por encima de Max Weber y el encontronazo de todas las contradicciones sociales en la polvorienta secuencia del clasismo insular. Este Pepe Monagas de la pérdida del agro por el apartamento grafiteó de manera demoledora el grupo (no colegio), coágulo para el fracaso, célula educativa del franquismo y la jaula donde el despegue sideral de un alumno no era para deslizarse en la irrealidad universitaria, sino en la universidad que ahora llaman de la vida y que antes era estar al tanto. Y lo más narcotizante de todo es que Manolo Vieira contaba estos bajones y subidones sin afectar a la autoestima, como si el colectivo se regodeara en la charca del retraso, igual que desde el siglo XV y el látigo de Pedro de Vera. Se nos ha ido un área perimetral de la idiosincracia local, un demiurgo entre ancianos sacados del campo y colocados en el bloque, niños mocosos que se rajan las rodillas en el asfalto, chicas consumidas por la lejía, hombres hundidos en la gran depresión canaria, bisnosos, palanquines de mercado y tomadores de antidepresivos.

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