Otra mirada

La juventud canaria en el mapa

Jóvenes en un centro universitario.

Jóvenes en un centro universitario. / JOSÉ CARLOS GUERRA

Mar Domínguez

Mar Domínguez

¿Qué es y quiénes somos la juventud? ¿Cuáles son los criterios que determinan cuándo dejamos de ser jóvenes? ¿Quiénes lo deciden? Las madres menores de 25 años, ¿son jóvenes? Las personas que dejaron los estudios por lo que sea y llevan desde los 16 años en la hostelería o en la construcción con condiciones y contratos precarios, ¿son jóvenes? Las que tienen que trabajar y estudiar a la vez porque tienen que pagar facturas, ¿pertenecen a eso que llaman la juventud? Meryem El Mehdati, en Supersario, nos da algunas claves:

Nacer en un código postal pudiente o no determina en cuántos derechos somos capaces de reconocernos. La juventud, vivimos con personas adultas, nuestras familias (elegidas o impuestas). Algunas viven en casas grandes con jardín y un coche para cada una de las personas que componen la unidad familiar; otras vivimos en barrios con edificios altos y pintados todos del mismo color, con ventanas muy pequeñas y pocos metros cuadrados, por donde la guagua pasa cuando le da la gana. Otros sobreviven bajo condiciones de vergüenza en campamentos de refugiados tras haber cruzado el Atlántico en patera. Será que son extranjeros malvados, no como los que vienen en avión con la cartera llena para comprar viviendas aquí y llevarse las ganancias de nuevo a sus países, esos sí parecen ser extranjeros buenos. En fin.

Es frecuente escuchar a una gran parte de la clase política exponer en voz propia desgracias ajenas, pero por ser directa con el tema en cuestión: señores y señoras que cobran altos sueldos públicos sacan a pasear el argumentario de los problemas de la juventud cuando hay atriles, cámaras, micrófonos y unas elecciones a la vuelta de la esquina. ¿Quién va a renunciar a abanderar nuestra indignación y descontento con la cantidad de votos que arrastramos? Bajo lógicas e intereses diferentes, lo hacen desde partidos de extrema derecha hasta los que se consideran los más progresistas del Estado. No disputar los marcos discursivos en los que se dan los avances de derechos por creerte superior ética y moralmente es reaccionario. Quizá por eso los primeros han sido capaces de otorgar a una parte de la juventud una identidad y lucha contra lo otro que se traduce en poner a pelear al último contra el penúltimo. Es lo que tiene regalar el relato de la impugnación.

Dreamland. El Puertito. Chira Soria. Las ayudas a la Dependencia que nunca llegaron. El Circuito del Motor. Fitur. Las vecinas y vecinos de La Palma sin alternativa habitacional. El Siam Park de Gran Canaria. Las eternas listas de espera en la sanidad pública. Las corruptelas del caso Mascarillas. Más personas en situación de pobreza. Más contratos en publicidad para promocionar Canarias como un parque de atracciones. Más amenazas sistemáticas de privatización de los servicios públicos… Desde los gobiernos municipales, pasando por los cabildos, hasta el actual Gobierno de Canarias. Los que iban a traer el cambio no han hecho otra cosa que generar expectativas frustradas. Diferentes caretas, mismas políticas: gasto público en más piche, cemento y turismo mientras no invierten en diversificar la economía o en modelos más sostenibles. El espíritu del pacto de las flores no se aleja mucho del modelo caciquil que ha gobernado estas islas durante casi 40 años.

Por otro lado, instaurar el miedo como herramienta política cuando tienes una posición subalterna estando en el poder, no suele ser una buena estrategia a no ser que tus intereses no sean otros que intentar salvar tus muebles para permanecer en él. Sobre todo, cuando el pueblo canario estamos dando pasos al frente en defensa de nuestro territorio, no porque estemos asustados, sino porque hemos tomado conciencia en dirección opuesta: ya no tenemos nada que perder. Los problemas estructurales se resuelven con propuestas y acciones a la altura de los mismos y, para esto, hace falta amplitud de miras, generosidad y predisposición. El inmovilismo asusta: entre el original y la copia, se elige siempre el original.

Si alguien demuestra ese sentir unitario sobre ese ya no tenemos nada que perder somos la juventud canaria. En la literatura, en la música, en el teatro, en el cine, en el deporte, en el humor. Es imparable. Hay una generación de jóvenes canarios y canarias que nos ha puesto en el mapa. En nuestro mapa. Gente común, sin apellidos compuestos y códigos postales pudientes nos habla en nuestro lenguaje y nos muestra a través de lo más costumbrista y cotidiano que lo de aquí no es más que lo de fuera, pero tampoco menos. Esas personas han plantado la semilla para que el talento de la juventud canaria se quede, porque quiere y desea un futuro decente para nuestra tierra. Y lo mejor de todo no es solo que ese talento permanezca en las Islas, sino que también se organiza con sus iguales para nutrirse y revindicar lo de aquí con orgullo.

Si alguna característica indudable tiene esta nueva generación es que es popular, de pueblo, de calle, de barrio. De mayorías. De ayudar a hacer un huequito para todas porque nos hemos dado cuenta de que, en realidad, no sobra nadie, simplemente unos pocos nos impiden entrar. Quien participa de poner ese cerrojo y prefiere quedarse comiéndose las migajas de los que mandan son los mismos que utilizan el miedo para forzarnos elegir entre lo malo y lo peor. Lo tienen complicado. Merecemos, queremos y vamos a por más.

En esta ocasión no les diré que la utopía sirve para caminar, porque ya lo estamos haciendo hacia un futuro cargado de esperanza que está más cerca de lo tangible que de lo imposible. Con ilusión, con generosidad, con solidaridad. Con obediencia a las ocho islas por igual. Nos encontramos en la brega, que esto ya no lo para nadie.

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