Reseteando

Gente de bien, gente de mal

El nuevo presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (i), saluda a su antecesor en le cargo, Pablo Casado (d) tras su discurso en la segunda jornada del XX Congreso Nacional del PP.

El nuevo presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (i), saluda a su antecesor en le cargo, Pablo Casado (d) tras su discurso en la segunda jornada del XX Congreso Nacional del PP. / EFE

Javier Durán

Javier Durán

Ese rescate desde el periodo decimonónico reaccionario de la llamada «gente de bien» por parte de Feijóo me lleva, por oposición, a pensar en la «gente de mal», que son los que intranquilizan a los primeros con leyes como la del solo sí es sí o la trans. La petición del líder popular a Sánchez, en sede parlamentaria, para que no moleste la paz de los que supuestamente se sienten perturbados por la izquierda y socios asirocados, vuelve a poner sobre el tapete un viejo debate: la hojilla que siempre han tenido a mano los conservadores para cercenar la capacidad de influencia y renovación de la «gente de mal». Una malignidad que, según los biempensantes, era de recibo aplicar a creadores tan descomunales como Rimbaud, Baudelaire, Óscar Wilde, Picasso, Proust y otros, también en el campo del pensamiento o la ciencia, que sufrieron presidio, aislamiento social o condena judicial por ser los demonios que alteraban la velada o la siesta de la «gente de bien». En resumen, los malos y ruines sólo han aportado vileza, y por ello fueron enviados al olvido por la dictadura franquista con la complicidad de toda esa «gente de bien» que copó todo lo habido y por haber. Toda la «gente de mal» cayó fumigada por el raticida. Feijóo alicata, por tanto, aquella España de luto y hambre donde todo el mundo quiere alcanzar a la «gente de bien», aunque sea dándole la vuelta a los cuellos gastados de las camisas. El presidente de los populares ha succionado con dos palabras la mentalidad de los que, alterados e intranquilos, acumulan gases por culpa de unas leyes, también la del aborto, que tratan de dar derechos y deberes a los que carecen de ellos. Alguna vez se ha abierto una veta con el consiguiente daño en la estructura de placidez burguesa del PP, atacado sin misericordia por la pestilente seducción de la corrupción. Pero así y todo, sigue siendo diferente a cuando se enquista entre la «gente del mal». Y es que tienen sus propios códigos y una capacidad tremenda para dejar claro que hasta en asuntos tan turbios la «gente de bien» tiene otra manera de vivir el golpe.

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