Retiro lo escrito

La misma cosa de dos

Román Rodríguez, en la noche electoral flanqueado por el  actual diputado nacional, Pedro Quevedo, y Antonio Morales, entre otros.

Román Rodríguez, en la noche electoral flanqueado por el actual diputado nacional, Pedro Quevedo, y Antonio Morales, entre otros. / Juan Carlos Castro

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Con una precipitación marcada por el calendario sanchista pero también por una destemplada imprudencia, Román Rodríguez ha anunciado que se presentará «inicialmente en solitario» al Congreso de los Diputados en las elecciones generales del próximo julio. Me temo que Rodríguez ha terminado de contagiar a la dirección de Canarias de un agudo anhelo de resarcimiento destinado al fracaso. En los comicios autonómicos y locales Nueva Canarias obtuvo buenos resultados. Ha sido la primera fuerza en nueve de los veintiún municipios de Gran Canarias, dispondrán de mayoría absoluta en Gáldar, Agüimes y Tejeda y podrán gobernar con pactos con el PSOE en Santa Lucía de Tirajana, Firgas, Guía y Valsequillo. Esta buena ejecutoria municipal se completa con cinco escaños obtenidos en el Parlamento de Canarias –los mismos que en 2019– gracias a sus acuerdos en Lanzarote. La decepción llegó en Telde, donde Carmen Hernández perdió la mitad de sus concejales, y lo peor de todo, en términos políticos, simbólicos y reputacionales: el fundador y líder de NC, Román Rodríguez, se quedó sin acta de diputado.

El consejero de Hacienda en funciones se presentó por la lista regional y consiguió unos 64.000 votos: le faltaron más de 5.000 para conseguir el escaño, que le arrebató la ultraderechista Vox. La lectura es inequívoca: la gente castigó, ignoró o dio la espalda a Román Rodríguez. La candidatura de Nueva Canarias al Cabildo de Gran Canaria, con Antonio Morales a la cabeza, cosechó más de 90.000 votos. Más del 25% de los ciudadanos que votaron por Morales en Gran Canaria no lo hicieron por Rodríguez. Y en el resto de las islas los sufragios a favor del expresidente del Gobierno autonómico fueron insignificantes. Por supuesto los más próximos al líder acusaron sensiblemente el golpe; el renovado presidente del Cabildo, no tanto. Román Rodríguez quizás crea que puede encontrar la revancha en una candidatura de la Cámara Baja, pero con los números del pasado domingo se dirige a una derrota segura e inapelable. Una derrota cuyas consecuencias internas pueden ser incontrolables para el presidente de NC y sus más inmediatos colaboradores.

Soy de los convencidos de que las elecciones del domingo demostraron, por enésima vez, la imperiosa necesidad de abrir un proceso de confluencia electoral –que debe terminar siendo a medio plazo política y organizativa– entre Coalición Canaria y NC. Los nacionalismos autonomistas –de centroderecha y de centroizquierda– se van a enfrentar a la peor situación que hayan podido vivir en unas elecciones generales. Frente a la victoria polarizadora de la derecha en las autonómicas y locales Pedro Sánchez ha subido su apuesta al presentarse personalmente como la única garantía para impedir un gobierno del PP apoyado por la ultraderecha en las Cortes o incluso vicepresidido por Santiago Abascal. Será un ambiente teñido de guerracivilismo que solo admitirá un voto en defensa del democratismo progresista o un voto de castigo conservador y/o reaccionario. Las opciones de un nacionalismo moderado se estrecharán ineluctablemente. En esas circunstancias presentarse divididos resulta –como poco– una actitud suicida por parte de CC y NC. Solo existe una opción racional: un acuerdo semejante al de 2019 que llevó al Congreso de los Diputados a Pedro Quevedo y a María Fernández. Pero Román Rodríguez no puede ser ahora mismo el cabeza de cartel. Debe ceder el espacio con generosidad –la que ha tenido en otras coyunturas– a un compañero con mayores expectativas electorales, que bien pudiera ser Teodoro Sosa, un magnífico alcalde que ha ampliado su ya holgada mayoría en Gáldar. Para Rodríguez puede y debe haber trabajo político e institucional en o para Canarias. El nacionalismo debe espabilar en una tesitura tan grave porque es simplemente la misma cosa de dos: Canarias.

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