El palique

La sonrisa de Berlusconi

Archivo - El exprimer ministro Silvio Berlusconi, fallecido este lunes, en una foto de archivo

Archivo - El exprimer ministro Silvio Berlusconi, fallecido este lunes, en una foto de archivo / Wolfgang Kumm/Dpa - Archivo

José María de Loma

José María de Loma

Ha muerto Silvio Berlusconi. Escribir sobre él es arriesgarse a competir con otro mar de columnas sobre el mismo asunto. Hay personas que son en sí misma un género periodístico. Por eso hay berlusconistas y berlusconianos. En las redacciones de Italia seguramente habría redactor de deportes, de politica, de finanzas, de cultura y un berlusconista. Silvio definió el relato de la Italia moderna, dicen los periódicos en esas necrológicas que ya tienen medio preparadas, listas para sacar de la nevera, calentar, adjetivar un poquito y añadir la causa final de la muerte. Yo no sé de qué ha muerto Berlusconi, pero estoy seguro de que una de las causas ha sido vivir. Se ha muerto harto, vivo, viejo y sobón. Debió acostarse con miles de seres humanos, nombró ministro o alto cargo a centenares de personas, manejó millones y millones, imperó en televisiones, radios y periódicos, fue tres veces primer ministro, poseyó equipos de fútbol y hasta se hizo un injerto capilar. Una vida trepidante para alguien de eterna sonrisa que cambió leyes a su antojo para no ser empurado. A mí me caía bien. No por sus hazañas económicas o sexuales, y sí porque desconcertaba a sus enemigos riéndose. Eso pone muy nervioso a los envidiosos. Sobre todo a una gama de envidiosos poco estudiada: el envidioso de mierda. El envidioso puede ser inteligente y envidia y punto. Qué le vamos a hacer, es algo muy español. Pero el envidioso de mierda es rastrero, eyacula resentimiento y gasta sus energías todas en envidiar, con lo cual no progresa ni vive y sí padece por el éxito ajeno. Y ese padecer es su combustible y lo que al mismo tiempo lo consume. Un mierda.

Italia está de luto y pierde una sonrisa. Y a un sátrapa que sin embargo también hizo mucho bien, nadie puede tener una vida virtuosa de 86 años ni tampoco 86 años infames. No obstante, hay quien lo ha intentado.

Berlusconi fue espejo para mucha gente en España, se le llegó a comparar con Jesús Gil. O al revés, mejor dicho. También estuvo de moda en la España de los noventa apodar Berlusconi a cualquiera que tuviera poder mediático. En mi pueblo llamaban Berlusconi a un señor que con mucho esfuerzo pudo hacerse con el control de la tele local. Cuando compró una unidad móvil empezaron a llamarlo magnate. Berlusconi fue personaje de Sorrentino y ya eso lo hace envidiable y justifica casi una vida. Ayuso le tendría envidia, no hay que olvidar que eso de comunismo o libertad salió de un asesor de Berlusconi, que se lo insertó en el cerebro para que lo repitiera mucho. Siempre con una sonrisa.

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