Volando bajito

Los abusadores

Marisol Ayala

Marisol Ayala

Ayer me contaron esto, real como la vida misma. Generalmente solo una madre es capaz de soportar situaciones límites, poner su vida en peligro y a su economía, dándole sustos . A ella se unió convencido de que “les pego dos piñas que le saco los dientes” dijo el exmarido y “su hija, la de ambos, un infierno eterno”. Tienen a su madre cerca pero no valoran su lucha ni antes ni ahora. Siempre ha sido una madre sufrida, sola. En la casa, aunque no lo verbalicen, alguien ha encendido una bomba que un día estallará. La mujer vive acompañada de tres chicos, hijos de una mujer que cuida más de sus gatos que de ellos. La mujer de la casa ha confundido la autoridad materna con la sumisión pero cuando se dio cuenta ya era tarde, los muchachos son los que mandan en casa y aunque ella hace alarde de una paciencia sin límite en ocasiones pierde. No tiene nada que ver con la mujer que conocí. Habla poco y bajito. Sus nietos controlan hasta el volumen de su conversación. Jamás se ha sentido agredida o al menos eso es lo que cuenta. Sabe bien que en casa se aprovechan de su carácter tibio. No se atreve a dar un paso y denunciar los atropellos que sufre y debería pero dado que los muchachos tienen una edad -16, 17 y 18 - por la cual están más cerca de un centro penitenciario que de un centro de menores, no hace nada. Un día, de la casa familiar desapareció un sobre con dinero. Una cantidad respetable que descolocó a la mujer. Cada cual despejó sus balones y no pasó nada. Unos y otros tenían sospechas cruzadas.

Un año más tarde alguien tocó en la puerta de la casa para reclamar el impago de una moto. Ahí estaba la clave. Fue fácil llegar a la verdad.