Objetos mentales

Dietario de un tribuno (Que os den)

Xavier Trias.

Xavier Trias. / EFE

Antonio Perdomo Betancor

Antonio Perdomo Betancor

Xavier Trías ha destacado por lo que precisamente un político no debe destacar. Exhibir una energía ingobernable, asilvestrada, que no sabe domeñar ni tampoco apenas disimular y por sobre de cuya tormenta se manifiesta la apariencia doméstica de su frac y corolario. A mí, Xavier Trías, como comprenderán me interesa lo justo, lo que importa es la cosa de la tragicomedia, su parte divertida tiene de suyo, por jocosa, y por la parte trágica pertenece al campo de la sociopolítica. El desliz de Xavier Trías, que no lo es tanto porque lo repite como un mantra, revela energías procedentes de su historia natural biológica y que emerge superficialmente en este «que os den a todos»: es como una biografía-suma de organismos y su respuesta refleja del sistema nervioso automático que entrase en bucle. Que es el «que os den a todos» y «que os den a todos». Podrá incluso repetirlo en sueños cuando de la vigilia pase a la fase en la que los sueños afloran. Claro está que este episodio puede pasarle a cualquiera, pero lo que pasa es que le ocurrió en un escenario y en su representación. También se dice respecto de la igualdad, en la que se reconoce que todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros. Justamente en estos intersticios es donde se abre la verdad oculta de las cosas y sus recónditos secretos. En esta misma tesela temática, existe una frase popular que refleja a la perfección aquel momento de su actuación e interpretación, de su estado mental, que es una declaración de principios: «Después de mí el diluvio». Un pensamiento que al parecer se le atribuye al rey de Francia Luis XV cuando el estallido social se cernía y precedía el advenimiento de la revolución francesa. Aunque a Xavier Trías, creo, el tema de la república no le pone tanto por aquello de que, en España, antes que una convicción republicana que mueve a la acción, otorga brillo a quien lo dice, si fuese inclusive un brillo de lentejuelas. La frase-escatológica, la frase-grafiti de Xavier Trías y la que acabamos de mencionar «después de mí el diluvio» muestran un rango de significado que las enlazan en su significación esencial. Dije que la interfaz humana está mediatizada por la acreción del primer elemento del binomio animal-hombre, que se relaciona a veces entrecortadamente con el neocórtex. A Xavier Trías se le iluminó la mente como al rey Luis XV en sus últimos días. Este es el pírrico triunfo del segundo elemento del tándem del amansamiento humano y su cordura, por más que la socialización propia del lenguaje nos suministra homeostasis. En realidad, la cosa de la gobernación y el liderazgo es el tipo de sistemas y articulaciones sociales que permiten cierto grado de equilibrio. Por causa de los consabidos desajustes percibidos, la condición patricia de Xavier Trías y su patriciado urbano, tallados de humanismo clásico, quedaron hechos añicos. Nada pudo hacer su frac y su pajarita de hombre domesticado con los métodos y crianza más refinados. A sus años, lo que cuenta según la tradición y la pintura literaria de las personas de esa edad (setenta y seis años, dijo) y que guardamos en la imaginación y recuperamos de la memoria colectiva, es una en la que, con mayor énfasis si cabe, se manifiestan serenos los modales, podríamos decir, en una línea de neoclásica prestancia. Ante los atónitos ojos de los ciudadanos tanto si le habían votado como si no (perdida la alcaldía de Barcelona) dijo lo que ya sabemos: «Si no soy alcalde, que os den a todos». «Urbi et orbi», a la ciudad y al mundo, como suele un Papa pagano. En una situación donde los polos extremos de radiación política son tan elevados y donde el amansamiento de los sistemas de educación es claramente insuficiente. Al animal- hombre de los valores que disfruta del arte, la ciencia, la filosofía y el placer de las experiencias de ideales superiores y elevados sobre la brutalidad se le habían esfumado. Perdidos en la nébula de su neocórtex. Al hombre educado en el derecho y en la medicina que es Xavier Trías le sobrepasó el espectáculo de sí mismo. Pese a la cultura y el civismo que esperamos de los demás, inopinadamente, una bocanada de apocalipsis colectivo acecha. Lo cual abre interrogantes y proyecta la necesidad de articular nuevos sistemas a este ser que es el animal-hombre arrojado al claro del bosque. Este pequeño e irrisorio juego burgués que describo someramente apenas deja entrever el fondo en el que se hunden las raíces de lo humanístico. Por razón de esta visión, a pequeña escala, se hace urgente e imperativo formular las preguntas pertinentes, dado que constituye una desgracia que los pueblos tengan gobernantes y una desgracia mayor que las naciones caigan en manos de acechantes.

Suscríbete para seguir leyendo