Reflexión

La respuesta vuela en el aire

Trailer documental ‘Vuelo JK5022’

Trailer documental ‘Vuelo JK5022’

Es evidente que el avión es la guagua exprés de los canarios. Incluso, para salvar distancias en el interior del propio territorio, es necesario subirse a él con la naturalidad con que nuestros ancestros portaban gallinas en los correillos y en los piratas. Por eso, porque no nos queda más huevos, miramos para otro lado, tras los siniestros que nos desbordan, como el legendario de Los Rodeos o el del vuelo JK 5022 de hace quince agostos –que nos afecta mucho más por lo que allí había, en estación punta, de truncada vuelta a casa-, y que, curiosamente, tienen en común que, en rigor, no fueran accidentes aéreos, sino accidentes de despegue.

Por más que no escapemos a la media de que uno de cada seis pasajeros realizan el vuelo asustados (bajo el «síndrome de los nudillos blancos», por el color que éstos adquieren, con las manos engarrotadas en los asientos, en el absurdo afán de cooperar así en el mantenimiento a flote de la aeronave), no nos queda más remedio que perpetuar el aparatoso ceremonial de las terminales, ahora mucho más engorroso, tras las medidas de seguridad subsiguientes al 11-S.

Aquí nos traen las cigüeñas empaquetados de por vida para volar en avión, con un anfibio certificado de residencia en la boca, como un adn añadido. Un granadino, pongo por caso, se puede echar a caminar a San Petersburgo con la certeza de que algún día llegará. En cambio, en nuestra latitud, no hay coche de san Fernando capaz de salvar siquiera el propio territorio. Con la dramática impotencia que causa cualquier siniestro aéreo –con un pasaje que, para empezar, va ahí embotellado y vendido, sin siquiera un control remoto de su suerte, sino en absoluta delegación-, hay algo que clama peculiarmente al cielo en aquel vuelo, de un tórrido mediodía de un agosto como éste, que nunca logró cubrir su Madrid-Gran Canaria de varias horas cada día, y es que ninguno de sus 153 ocupantes fallecidos podía haberlo hecho de un modo alternativo.

Paradojas del destino –o mejor dicho de la fallida salida, de circunstancias nunca del todo esclarecidas-, un vuelo cargado de canarios y hacia Canarias era conducido por un piloto balear, de una compañía aérea radicada en aquel otro Archipiélago. En tanto en cuanto no se ha construido todavía un puente que vaya desde Valencia hasta Mallorca, como imploraba una añeja y pegadiza canción del verano, ni desde Algeciras a Gran Canaria, aquel vuelo posee la siniestralidad añadida de la ausencia de alternativa de sus viajeros.

En el mismo 2008, murieron en accidentes de tráfico en las carreteras españolas 2.181 personas –es decir, tantos ocupantes como 15 aviones-, y, sin embargo, esa cifra se vuelve nimia al recordatorio frente al siniestro aéreo. Justamente, por ausencia de alternativa, por delegación inevitable, por absurdo de circunstancias, porque mientras cada cual conduce su propio coche, todos, de algún modo, íbamos y seguimos yendo en ese vuelo...

En otras latitudes, el miedo a volar es un recurrente asunto testimonial y literario. Buñuel decía que llegaba al cenit del terror cuando, una vez alcanzada la velocidad de crucero, veía al comandante paseándose sonriente por el pasillo. Lezama Lima ideó su teoría del «viajero inmóvil» como una añagaza para no som0eter jamás su oronda figura a la suerte de «unos centímetros de acero». Y García Márquez ha confesado su convencimiento juvenil de que los aviones en que viajaba permanecían en el aire sólo por la mediación de su madre, que mantenía en tierra un altar de velas encendidas todo el tiempo que duraban sus vuelos. En cambio, en la literatura y el folklore canarios se señalan, sí, pueblos marineros que no tienen tranvía, personajes a los que se les sale el agua por el carburador, coches que sólo arrancan con vino tinto y, obviamente, toda suerte de embarcaciones marítimas; pero, hasta en las sobremesas más comunes, se elude cuanto rodea al transporte aéreo: sencillamente, nunca lo aireamos. No podemos permitirnos ese lujo.

(Si no fuera un recordatorio aciago, agregaría que, durante el confinamiento por la pandemia, evoqué aquella absurda catástrofe del JK 5022 -de una compañía que hace mucho que dejó de existir- a través de la recepción de un meme de veras inquietante. En el recuadro, la voz del sobrecargo de un vuelo anunciando por la megafonía del avión: «El comandante y toda su tripulación les recuerda que hoy nos encontramos teletrabajando…»).

Suscríbete para seguir leyendo