Tribuna

Ángeles del mar en el infierno africano

Archivo - El buque oceánico Río Segura (patrullera del Servicio Marítimo de la Guardia Civil) llega al puerto de los Cristianos del sur de Tenerife tras el rescate a una patera de 41 migrantes, entre ellos 9 mujeres y 3 niños que se encuentran en buen est

Archivo - El buque oceánico Río Segura (patrullera del Servicio Marítimo de la Guardia Civil) llega al puerto de los Cristianos del sur de Tenerife tras el rescate a una patera de 41 migrantes, entre ellos 9 mujeres y 3 niños que se encuentran en buen est / Europa Press - Archivo

Ernesto Vilariño

Esta vez coincido con usted señor ministro del Interior: los guardias civiles de la patrullera de altura Río Tajo son el orgullo de España por su actitud, por su decisión, por su valor y por su disposición para el servicio. Lo dijimos hace días. Pedíamos que cuando la embarcación arribe a su base en Canarias se les reciba con orgullo. No lo tome a mal, le regalamos los derechos de autor si en este dudoso caso existieran. Los guardias civiles del Servicio Marítimo ejercen una tarea silenciosa pero vital para la seguridad de las costas españolas y, lo más importante, salvan vidas.

Miles de africanos buscan cada año el salto a Europa detrás de un sueño, una vida mejor para ellos y para sus familias los países de origen. Como trabajadores que somos entendemos, comprendemos y compartimos sus anhelos. Pero estos deseos se frustran en una trágica realidad atrapados en las redes de mafias a las que da igual el futuro que estas personas ponen en sus manos. Estos mafiosos se lucran exportando tragedia y muerte hacia tierras europeas, usando métodos ilegales de acceso a nuestras fronteras.

La tripulación de la Río Tajo, tanto guardias civiles como tripulantes civiles en este viejo remolcador repintado y reflotado como patrullera de altura, han demostrado cuál es la verdadera tarea en la Misión Frontex de la Unión Europea en la frontera sur de Europa: salvar vidas y evitar más tragedias. La ‘Río Tajo’ ha salvado a 168 subsaharianos de una muerte segura tras rescatar a estos náufragos en aguas cercanas a Mauritania a bordo de un cayuco a la deriva. Su final podría haber sido trágico, como los naufragios que conocemos en los que, tras muchos días sin motor y sin capacidad de navegación, sólo unos pocos pueden contar el drama de ver cómo la muerte se lleva a los compañeros de viaje en medio de la locura y la lucha por la supervivencia, quién sabe cuánto de feroz o de fratricida.

Aprendan los responsables

Lo ocurrido debe de servir como ejemplo de lo que no tiene que volver a ocurrir. Y lo explico de manera cronológica. El sábado 26 de agosto la ‘Río Tajo’ rescata a 168 subsaharianos, todos varones y algunos menores de edad, de un frágil cayuco que se hizo a la mar entre Mauritania y Senegal, no está clara su procedencia. Sí está claro qué hacen los propietarios y constructores de estas embarcaciones. Esquilman y apilan migrantes como ganado en una barca con un peso por encima del límite que puede desplazar y donde el pasajero debe ocuparse de disponer de agua y comida suficientes para una travesía suicida. Las naves se gobiernan con viejos motores con combustible las más de las veces combustible insuficiente para el trayecto. No les importa a quienes hacen el negocio con esta barbarie. Saben que quienes cumplen la ley del mar acudirán al rescate de las víctimas de su engaño. En este caso, fueron salvados por la Río Tajo pero…, ¿cuántos habrán desaparecido, incluso ese mismo sábado, bajo las aguas?

Sin condiciones y sin órdenes

Una vez a bordo, euforia en los rescatados e incertidumbre entre los rescatadores. Los primeros, convencidos de que, como ocurre otras veces, serán trasladados a tierras española. Los segundos, a la espera de órdenes sobre cómo y adónde deberán llevar a los náufragos. Amontonados en la proa de una embarcación de 50 metros de eslora y once de manga, los subsaharianos ven diluida su ilusión. La embarcación, después de horas de zozobra, pone rumbo a la costa mauritana.

Llega el primer conato de motín, detenido por disparos al aire con armas largas de los guardias civiles. Los compañeros actúan con tranquilidad y recuperan el orden en una nave atestada, sin capacidad para tantos pasajeros. Los migrantes usan cubos o la borda para sus necesidades y, como único alimento, lo disponible a bordo; pan con mantequilla. Habrá más conatos de motín, incluso de huelga de hambre. Todo resuelto gracias a la pericia y la capacidad de diálogo de los guardias civiles.

Es domingo y la impresión es que ni en la Misión Frontex ni en la cúpula de Fernando Grande-Marlaska hay nadie que tome decisiones en fin de semana. Llegados al puerto de Nuabidú, en Mauritania, todo indica que el incidente acabará aquí. La tripulación, tras fondear en la bahía, observa cómo al puerto llegan dos autobuses y como en el mismo se mueven numerosos gendarmes mauritanos. Pero las horas pasan y Mauritania decide que esos migrantes provienen del sur, de Senegal, y allí deben desembarcarse. La tensión aumenta. Hay poco alimento, el sol castiga las cubiertas. Ocho compañeros del destacamento en Nuabidú se incorporan a la seguridad. Llegan víveres, no todos los que se necesitan, pero sí agua y arroz.

Pasan las horas y nada ocurre

La situación en la Río Tajo se tensa mientras los negociadores de Frontex y de España insisten ante Mauritania. La ley del mar señala que los náufragos se desembarcan en el puerto más cercano y segur. En este caso coincide con el mauritano. Pero las horas transcurren sin resultados. Se permite a los pasajeros alguna llamada telefónica a sus familias, que sepan que están a salvo. Eso rebaja la tensión, que aumenta de nuevo cuando algunos rescatados temen que el elegido como portavoz no informa de todo lo que ocurre…

Llega el lunes y, por fin, una determinación. La ‘Río Tajo’ toma dirección a Saint Louis, el puerto más al norte de Senegal, allí será el desembarco, pero tardará. La patrullera un remolcador alemán botado en 1973. ¿Se imaginan un autobús con cincuenta años?, ¡pues esas son las patrulleras de altura de la Guardia Civil! Navega a once nudos, unos veinte kilómetros por hora. Alcanza su destino el miércoles y los subsaharianos tocan tierra. Han llegado sanos y salvos gracias a que unos ángeles del mar los recogieron y alimentaron. ¡En JUCIL sentimos orgullo de ser compañeros de estos ángeles!

Algo habrá que cambiar

La Río Tajo seguirá en las tareas de vigilancia y control para que las víctimas lanzadas al mar por traficantes de humanos no mueran ahogadas en su deseo de alcanzar una prometida felicidad en Europa, una felicidad por otra parte engañosa, ya que muchos de los que logran pasar sin ningún filtro caen en manos de las redes mafiosas que les obligan a vender objetos falsificados, a trabajar en la distribución de drogas o a prostituirse en el continente en el que esperaban hallar un futuro y solo encuentran más degradación y miseria. Acabar, o al menos impedir en lo posible el negocio de trata de personas es el objetivo. Los guardias civiles del Servicio Marítimo necesitamos instrucciones claras y gobiernos comprometidos. Esta vez todo ha terminado bien, y coincido con Fernando Grande Marlaska en el orgullo por el trabajo de los guardias civiles. Esperemos que este, y los próximos gobiernos, también se sientan orgullosos de nuestros ángeles del mar.

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