Risas y fiestas

Quién puede escribir una novela

Quién puede escribir una novela

Quién puede escribir una novela / La Provincia.

Aida González Rossi

Escribir una novela no es fácil. Y en gran parte esto se debe a que puedes pasarte todo el proceso pensando que no eres tú quien debería escribir una novela. Te levantas temblando, te autoabrazas para consolarte de esa idea que te hace borrar páginas enteras o, mucho peor, no escribir ni una sola que te satisfaga. Te autoabrazas como querrías que te abrazara ese cuerpo que sí es apto para pasar a texto todo eso que en tu cabeza, no la suya, tiembla también al mismo ritmo pero de entusiasmo.

Escribir una novela es difícil, y eso que escribir una novela persigue a quien lo desea por todas partes. Y eso que, durante el tiempo que dura esa persecución, incluso soñar se parece a escribir una novela. Contar historias nos nace sin que nos demos ni cuenta, somos tan cuentistas que hasta nos las inventamos para salvarnos de cosas, escribir una novela es terriblemente difícil aunque se parezca a la mentira bien dicha y a la confidencia en un balcón con un cigarro o en un colchón hinchable en una fiesta de pijamas o en una cocina con una abuela que asegura sin dudarlo tú dime, a mí me encanta hablar contigo.

Con lo que nos gusta hablar entre nosotras, ¿eh? Con lo que disfrutamos pensando esto que me pasó cuando se lo cuente por un audio a mi amiga es que se va a caer hasta de la silla y si lo maquillo un fisco nada más… que me caí de cabeza en vez de de culo… Con lo que nos llena lograr la versión más impactante y meterle, si puede ser, un mensaje dentro: de cabeza porque estaba pensando tanto que me pesaba y eso me demuestra que las cabezas necesitan descansar.

Escribir una novela hace que se estropeen camisas y camisas de tanto morderles la parte del cuello cuando las llevas puestas para escribir una novela. Escribir una novela hace que entre tanta vergüenza que a nadie se le confesará que se está escribiendo una novela. Escribir una novela hace que se deje de compartir la escritura propia en las redes sociales propias, pues es tan atrevido escribir una novela que solo en secreto como quien se pone a construir una montaña con las uñas que se corta y fantasea con que llegue hasta la nube esa de ahí tan naranjita.

Escribir una novela cuando tienes acento. O eres joven o demasiado mayor, o vives en un pueblo o en una ciudad sin nada importante, o eres la otredad o no hay novelas sobre ti por ahí disponibles para ti, o no has leído en general las novelas suficientes o no te interesan tantas cosas que obsesionan a quienes escriben novelas con la facilidad de un flax dado la vuelta saliendo de su estuche chorreante. Cuando no eres una de esas personas que encajan en lo que se entiende como voz novelística al uso y de fácil escritura y recepción.

No, no, es que no es una novela, es un… collage raro de cosas. Es un diario, es solo un intento, yo ni siquiera lo llamaría novela porque, bueno, quién soy yo para eso. Respeto demasiado el género y no quiero dármelas de nada.

OYE, ¿PUEDES PARAR O QUÉ?

¿QUÉ DICES? ¿DE QUÉ HABLAS?

Escribir una novela es como escribir cualquier otra cosa, y escribir cualquier otra cosa es como decir cualquier otra cosa pero con orden, estructura y una intención y un mensaje. Si nos parece que el espacio del texto es tan sagrado, no es por las razones adecuadas: es porque pensamos que no todos los discursos caben en lo solemne. ¿Quién cabe en lo solemne? ¿Qué personas pueden amoldarse a esa forma de hablar y hablar así de lo que de verdad les apela? ¿Todas las historias y todos los cuerpos se dejan pasar por ese fonil que pide unas características concretas para algo que por definición debe inventarse desde cero sus propias características?

Quiero decir: podemos escribir una novela como queramos. Las reticencias que sentimos hacia ello no tienen que ver con la imposibilidad, sino con una especie de jerarquización del género de la narración extensa que nos hace entenderlo como algo reservado solo para una élite intelectual. Y ya sabemos que las «élites intelectuales» lo son por ser élites en otras cosas: clase, raza, género, corporalidad, capacidad, geografía, etc, etc, etc.

Escribir una novela es difícil por muchas cosas (tiempo, condiciones materiales, disciplina, herramientas, extensión…). Muchas veces, sin embargo, no podemos hacernos cargo de estas dificultades porque estamos demasiado ocupadas en asumir que nos estamos metiendo donde no debemos. Y sí debemos. El hecho de que estemos seguras de que no es, precisamente, el motivo por el que es aun más importante que escribamos novelas. Que ocupemos un espacio que es nuestro y que además, gracias a nosotras, puede entender que puede expandirse, crecer, renovarse.

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