Piedra lunar

El girasol y la niña (Definición de la belleza)

Varias abejas sobre un girasol.

Varias abejas sobre un girasol. / pixabay

José A. Luján

José A. Luján

Al conocimiento se puede acceder de diversas maneras y en la teoría académica se suele hacer grosso modo la distinción entre el aprendizaje formal e informal. El camino formal viene dado por la organización de los currículos que se establecen para las respectivas etapas de desarrollo por la administración educativa a los efectos de garantizar una enseñanza obligatoria, común y mínima para el alumnado. Esta etapa tiene su continuidad en la enseñanza postobligatoria mediante los itinerarios formativos que se establecen, con mayor autonomía, en la formación profesional o en las propias universidades que constituyen el sistema educativo de un país. Alcanzados cualquiera de los grados académicos por la vía curricular, se considera que los alumnos están en disposición de acceder a un puesto de trabajo. Aquí es donde radica el constante esfuerzo y flexibilidad ante la necesidad de adaptar la formación al desempeño laboral.

Actualmente se constata que existe una distancia entre las necesidades laborales de las empresas y el mundo productivo y la formación que se imparte en los centros educativos, ya sean en ámbitos profesionales o facultades universitarias. Los sociólogos de la formación y de los sistemas educativos llegan a plantear que actualmente desde las esferas institucionales se ofrece una formación que en pocos años es inservible dado que se desconocen cuáles van a ser las exigencias del mercado laboral en un inmediato futuro. La realidad va por delante de lo establecido en los diseños curriculares.

Actualmente, se habla de la enseñanza-aprendizaje dual que consiste en combinar la formación y la práctica laboral que se va imponiendo en el desarrollo económico de un país. Desde hace algunas décadas, en Canarias se habla y se lleva a cabo con no mucha intensidad, la formación en el centro de trabajo (FCT), y se siguen modelos ya desarrollados en países de nuestro entorno.

Por otra parte, el conocimiento informal es aleatorio y suele ser espontáneo dado que no existen parámetros a priori ni tampoco reconocimientos institucionales. El abanico de creación abarca cualquier situación e incluso no está condicionado por la edad. La mirada y la exploración de la experiencia son caminos que están llenos de sorpresas. Los niños, con sus preguntas y las propias indagaciones que hacen a medida que descubren el mundo, se convierten en fuente de conocimiento.

La niña Ana, con sus ocho años y su afán averiguador, nos ha puesto en bandeja la aproximación a términos abstractos. Lo concreto se resuelve con una sencilla descripción del objeto. Sin embargo, ¿cómo explicarle a un niño los conceptos de verdad, de belleza, de ilusión? Vaya nuestra experiencia con la propia niña.

En cierta ocasión, salimos a dar un paseo por un sendero cercano a nuestra casa familiar en las cumbres de la Isla. El camino invitaba al reto de avanzar para llegar al destino que era el «Mirador de La Atalaya». Sin embargo, la niña llevó sus pasos por delante del abuelo quien había hecho el trayecto de manera habitual en más de una treintena de ocasiones sin darle importancia al mundo que le rodeaba. Sin embargo, para la niña todo era una novedad y trataba de explorarla con urgencia. De pronto, a unos veinte metros por delante, la niña se detiene y observa con atención un elemento de aquella atractiva realidad que le había llamado la atención. La niña estuvo abstraída un buen rato, mirando fijamente un espléndido girasol que se le presentó ante sus ojos virginales. Cuando el abuelo se acercó, se dijo para sus adentros: «¿qué le estará diciendo el girasol a la niña y qué le estará diciendo la niña al girasol?» Era un llamativo capullo, con sus pétalos simétricos abiertos desde la parte central. Era una expresión rotunda de la belleza natural.

Tras la vuelta a casa, el abuelo, que siempre ha sido un filósofo repleto de curiosidad, se pregunta ¿Qué es la belleza? Y la conclusión que logra sintetizar, tras la experiencia vivida, es la siguiente: «Belleza es todo aquello, persona, animal o cosa, que te hace detener y dialogar en silencio con ello». La niña Ana ha propiciado que las habituales definiciones de un término abstracto como es la belleza, supere los parámetros de equilibrio, proporción, color o perspectiva que no dejan de estar presente de manera rutinaria en los manuales de estética.

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