Hoja de calendario

Europa no es una estratagema

Ursula Von der Leyen, presidenta de la CE

Ursula Von der Leyen, presidenta de la CE / Agencias

Antonio Papell

Es comprensible que las corporaciones judiciales de los países democráticos protesten airadamente contra las acusaciones de Llera –actuación del poder judicial con criterios políticos– porque los jueces han de actuar guiados escrupulosamente por el principio de legalidad y cualquier transgresión, que sería prevaricación, ha de resolverse en el seno de la judicatura. En la cárcel está por ejemplo el juez Salvador Alba, condenado por conspirar contra Victoria Rosell, como se recordaba recientemente.

Pero hay otro ámbito en que la neutralidad es exigible, y es el de la Unión Europea: los dirigentes y funcionarios de la UE deben hacer abstracción de su nacionalidad y de sus intereses ideológicos para servir cabalmente a la comunidad que los ha designado. Algo que no siempre ocurre, ya que el sectarismo asoma en Bruselas de vez en cuando. Es el caso de Manfred Weber, presidente del PPE, crítico conspicuo del presidente Sánchez, siempre empeñado en normalizar la presencia en Europa de la extrema derecha en coalición con la derecha conservadora, y ahora contrariado por el triunfo de las fuerzas democráticas en Polonia y en España.

Manfred Weber está en las antípodas de la posición que mantiene la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, miembro de la CDU y brazo derecho de Merkel, enemiga de la extrema derecha y partidaria de confinar y aislar a Alternativa para Alemania (AfD). Von der Leyen, que vivió tres veces la experiencia de la    gran coalición durante su larga etapa como ministra, es partidaria de que Europa sea gobernada desde el centro por el consenso socialdemócrata–socialcristiano, que está también en los orígenes fundacionales de la integración europea.

Weber ha salido en socorro del PP en el intento de europeizar los problemas españoles, y es el principal promotor de la fiscalización sobre la amnistía, con el argumento de que podría afectar al «Estado de derecho» en nuestro país. Feijóo, por su parte, siempre tan patriota, pretende que España sea ninguneada como Hungría y Polonia por su vulneración de los Tratados. Con esta estrategia, el PP trata de ocultar que no es la amnistía la que pone en riesgo el Estado derecho de nuestro país sino su pertinaz oposición a cumplir la Constitución para renovar el Consejo General del Poder Judicial, caducado hace cinco años por la negativa de los populares a reducir su influencia en él.   

El PP no tiene empacho en utilizar la UE para sus propios fines, ni en estimular las marrullerías de Weber, quien ha llegado a afirmar falazmente que la amnistía catalana pondrá en libertad a terroristas, como le recordó el miércoles en Estrasburgo la presidenta del grupo de los socialistas y demócratas en el Parlamento Europeo, Iratxe García. La eurodiputada condenó en dicha sesión que el PP decida batirse en las instituciones comunitarias con temas nacionales. «Cuando uno come, las digestiones a veces se hacen rápidas y otras más lentas y pesadas. Eso es lo que le está ocurriendo al PP, que no está digiriendo los resultados electorales», añadió, y mantuvo la tesis de que «algunos» quieren ganar en Europa «lo que no han ganado en España». Europa, sin embargo, es una vieja entidad muy madura y realista que no se dejará embaucar por maniobras de aficionados.    Mejor haría el PP poniendo orden en sus ideas y en sus equipos que tratando de ganar las guerras en las trastiendas de los poderosos.

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