Punto de vista

Pésima alternativa a la colección de DVD

Yo soy la primera que ha sucumbido a esta imperiosa necesidad de purgar mis estanterías de DVD y Blu-ray, tras años sin abrir ni una sola carátula ni tener reproductor

Elena Neira

No hace tanto tiempo las estanterías de las casas estaban atestadas de colecciones de películas en soporte físico. Para algunos eran la huella tangible de aquello que les había gustado. Para otros, el resultado de compras por impulso tras topar con alguna oferta en la FNAC o los vestigios de algún amigo invisible. Hoy las colecciones físicas están en peligro de extinción. Hay quien se resiste a desprenderse de aquellas películas especiales en sus vidas, aunque no hagan otra cosa que coger polvo en las baldas, pero, en general, los nuevos estilos de vida están ganando la batalla. El streaming ha hecho mucho más que cambiar la manera en la que vemos contenido. También ha cambiado la forma en que lo atesoramos. La comodidad de que toda la oferta esté al alcance de un clic ha convertido el acto de levantarse, buscar una carátula y meter el disco en el reproductor en algo cada vez más infrecuente. Ya no hace falta tener. Tan solo buscar.

Yo soy la primera que ha sucumbido a esta imperiosa necesidad de purgar mis estanterías de DVD y Blu-ray, tras años sin abrir ni una sola carátula ni tener reproductor. Me resistí, eso sí, a desprenderme de unas cuantas cosas, como la edición coleccionista de El padrino, la trilogía de El Señor de los Anillos y una decena de películas ochenteras de culto, en su mayoría compradas en eBay. Desde hace un tiempo me pregunto si no habré cometido un error garrafal. Reflexionaba sobre esto tras leer las declaraciones de Christopher Nolan en The Washington Post, coincidiendo con la salida de Oppenheimer en alquiler y compra. Nolan, que jamás ha escondido lo poco que le gustan las prácticas de las plataformas de streaming, ponía sobre la mesa una amenaza a la que no había dedicado suficiente tiempo y reflexión: el riesgo que entraña que las cosas solo estén disponibles en su versión digital. «Pueden ser retiradas, vienen y van». Aunque esto no dejaba de ser una invitación a comprar su última película, no le faltaba razón.

Como apuntaba poco después Guillermo del Toro mediante una publicación en X «el soporte físico tiene un nivel de responsabilidad de casi Farenheit 451» (en alusión a la célebre novela de Ray Bradbury, en la que las personas desafiaban la prohibición gubernamental de leer libros y se dedicaban a memorizarlos para preservar su legado). Del Toro apostillaba: «Si posee un excelente 4K HD, Blu-ray, DVD, etc., de una película o películas que le encantan... usted es el custodio de esas películas para las generaciones venideras».

Si lo pensamos bien, todo aquel que, ahora, posee una copia física se protege a sí mismo de las complejas y opacas operaciones comerciales con las que funciona el modelo de distribución digital. Sí, no hace falta tener una película si está en plataformas. Incluso si está en una que no tienes contratada, puedes darte de alta de forma puntual. O alquilarla llegado el caso. Pero, ¿qué pasa cuando no está en ninguna parte? Ahí está el peligro de la alternativa al coleccionismo físico. La producción original de plataformas, por ejemplo, jamás tendrá forma corpórea, salvo aquellos casos en los que el tirón de un producto anime al servicio a hacer producto de coleccionismo. Existe, además, otro problema directamente relacionado con la propia oferta. No les interesa tener un amplio catálogo histórico, ni un surtido completo de todas las películas disponibles en el mercado. Les interesa un catálogo dinámico y vivo, una selección que se actualice con frecuencia, que sea vea, que se comente. Cuando una película, por mítica que sea, deja de tener clics, los algoritmos la penalizan. En el momento en que pierde el sentido pagar una licencia, los títulos quedan en una especie de limbo, a la espera de que un nuevo postor puje por ellos.

Pero nadie tiene tiempo para revisionar con tantas cosas nuevas por ver, ¿verdad? En las plataformas, un escuadrón de algoritmos trabaja para ofrecernos la selección de contenido más adaptada a nuestras preferencias. Pueden, incluso, recomendarte cosas cuando has buscado títulos que no tienen. Pero, al menos en mi caso, me he dado cuenta de que ningún resultado matemático hablará con tanta precisión de mí ni me emocionará como los títulos que formaban parte de mi colección de deuvedés. 

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