Reflexión

Siempre en diciembre

Un regalo de Navidad metido en su caja.

Un regalo de Navidad metido en su caja. / Shutterstock

Nerea Rodríguez Padilla

En diciembre un nacimiento nos dio otra oportunidad. Hace mucho tiempo que la realidad de este enunciado dejó de ser lo más importante. Todos tenemos cabida y, creamos que fuera un hecho cierto o no, para todos diciembre es un punto de inflexión, momento de recogimiento más o menos voluntario, de reseteo anual.

La noche es ahora más larga, en Finlandia aparecen las auroras boreales para iluminarla y aquí, que estamos casi privados del placer de contemplar las estrellas por la contaminación lumínica y el brillo de las pantallas que atraen nuestras miradas hacia el suelo, llenamos de diminutas bombillas los rincones de las casas, las fachadas y los inexistentes techos de las calles comerciales.

Muchos tienen en septiembre su particular principio de año. Incluso para ellos, estudiantes y profesores, hay en diciembre una parada lo suficientemente larga para reflexionar sobre los primeros resultados, para detener la inercia adquirida, y lo suficientemente corta para no quedarse detenidos en la contemplación, llamados a empezar el año con la posibilidad de mejorar.

Y es que si algo tiene para todos diciembre es el deseo de que esté a punto de llegar lo bueno. Todo el que juega un décimo de lotería alberga una minúscula esperanza de que algo le toque. Hay durante este mes tantos conciertos y espectáculos al alcance de todos, cargados de trabajo previo, que si se repartieran a lo largo del año pocos fines de semana dejarían libres. Comidas y brindis, reencuentros, incluso con nuestros autores, que nos ofrecen sus nuevos libros. Y un hecho que se lleva repitiendo desde hace 72 años: la Casa de Galicia articula la magia de coordinar el trabajo de las instituciones públicas, los voluntarios, las empresas (grandes o chicas), las asociaciones adscritas al Banco de Alimentos, los grupos de amigos, los artistas y tantos y tantas donaciones, para que durante el mes de diciembre los Reyes Magos consigan hacer su camino desde el imposible hasta la ilusión y la esperanza colectiva de preservar la inocencia allí donde más difícil parece. El año pasado llenaron de brillo los ojos de 4.000 niños en muchísimos municipios de Gran Canaria e incluso llegaron a Lanzarote, Fuerteventura, Colombia o a algún país de África. Fue un verdadero logro y este año están decididos a superarlo, porque saben nuestros gallegos de oriente que, aunque nos cuesta arrancar, cuando los canarios empezamos no paramos de hacer donaciones hasta hacer posible lo irreal. ¿En qué otro lugar de Europa se cambiaría un juguete por un helado de La Peña de la Vieja un 22 de diciembre?

Y es que si decía Noam Chomsky que el optimismo es una herramienta para construir un futuro mejor, yo añado que está más engrasada en diciembre. No se puede explicar de otra forma que fuera también en diciembre, hace 75 años, cuando viera la luz la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Porque diciembre se llenó de luces en un tiempo aún más oscuro que el de nuestra realidad. Y como hicieron los antiguos navegantes y mercaderes, se buscó entonces la constelación que guiara a la humanidad a buen puerto. Lleva siendo así desde el principio de los tiempos en todas las partes del mundo y en todas las culturas. Astrónomos de la antigua Grecia, antes en Mesopotamia, en el antiguo Egipto o Babilonia, en la cultura china, hindú, inca… Volviendo a casa, también los antiguos canarios tallaron en la piedra marcadores que les permitieran medir el celaje para tener buen año y buenas cosechas. También ahora, en diciembre, no importa en lo que creamos, sabremos encontrar una estrella para que nos guíe.

Suscríbete para seguir leyendo