Editorial

La escuela del móvil

Varios niños consultan sus teléfonos móviles.

Varios niños consultan sus teléfonos móviles. / Shutterstock

El uso del móvil en la escuela, con posiciones polarizadas que van de la prohibición en los recintos educativos a la defensa de su utilización como instrumento pedagógico, se ha convertido en uno de los grandes temas de debate de este curso. Es llamativo que se centre aquí la polémica aún más que en su utilización en el ámbito familiar y en los momentos de ocio, que en cambio probablemente suman muchas más horas de uso y comportamientos más preocupantes. Pero resulta más fácil acotar la discusión a un espacio controlado, en el que basta con predicar que el profesorado debe fijar normas, que pedir una reflexión a las familias sobre un uso responsable. Igual que resulta más cómodo buscar en las pantallas las culpas de fenómenos que nos preocupan (violencia sexual, pérdida de capacidades de comprensión oral, trastornos alimentarios y estéticos...), en lugar de buscar las causas de fondo que llevan tanto a estos problemas como al uso adictivo de las nuevas tecnologías.

El debate llegó al extremo de que grupos de familias organizadas en grupos de Whatsapp y Telegram (las redes ofrecen, también, medios adecuados para socializar y organizarse) se movilizaron en toda España para conjurarse en retrasar el acceso al móvil, generalizado ahora a los 12 años. Psicólogos y pedagogos reflejan con sus opiniones las distintas posturas existentes. Que no son en absoluto unánimes.

Hemos creado un estado de opinión en que tras la imagen de un adolescente mirando una pantalla tememos lo peor (quizá porque no preguntamos qué está haciendo). Puede estar leyendo, comunicándose con sus amigos, quedando para salir, mirando un vídeo, avisando a su familia, usando una calculadora, creando un contenido divertido que compartir, avisando a sus padres de dónde está, poniendo en común una duda de una tarea escolar, escuchando música... acciones que en formato físico o utilizando diversos dispositivos, no solo ese gran embudo de actividad y atención que es el teléfono móvil, no suscitarían ninguna inquietud, al contrario. Es cierto que tener todo esto y mucho más en la palma de la mano facilita la distracción y la dispersión. El saltar de una cosa a otra, no ser capaz de digerir discursos complejos. Que da acceso a contenidos no adecuados a una edad en que la personalidad no está formada, a contenidos creados para crear un consumo adictivo y contagiar tendencias, que pueden alimentar actitudes machistas o incrementar la presión social y estética sobre el adolescente. En los últimos meses han sido y son aún hoy noticia los grupos de chat en Whatsapp que ofrecen a miles de menores mensajes violentos, homófobos o pornográficos. El último ejemplo ha afectado a varios centros educativos en Guipúzcoa.

¿Qué hacer? Una pregunta a responder, primero, en la familia. Hay mucho donde trabajar: fijar edades para cada tipo de consumo y espacios y momentos de desconexión, recomendar unos usos y disuadir de otros, ofrecer alternativas. Es curiosamente en la escuela donde se plantea el discurso de la prohibición. Justo el espacio donde se puede trabajar el uso responsable, fijar límites y reglas y ofrecer, también, recursos a unas familias confusas y desorientadas. No convertir la escuela en espacio libre de móvil, sino de educación en el uso del móvil.

El uso de móviles entre los menores se ha disparado en apenas una década. En las Islas casi siete de cada diez niños de entre 10 y 15 años ya tienen un móvil propio con el que jugar a videojuegos, comunicarse con sus amigos o hacer ‘tiktoks’. El aumento del uso de móviles entre chicos de esta edad en Canarias, que se disparó a partir de la pandemia, ha sido del 9,5% en un contexto como vemos en el que suscita la preocupación cada vez más de padres y educadores, que, sin embargo, aún no se ponen de acuerdo en si es mejor educarlos para que los usen bien o prohibirlos de raíz.

Andalucía ha sido la última comunidad autónoma que se ha sumado a la limitación del uso del móvil en los centros educativos junto a Galicia, Madrid y Castilla-La Mancha, mientras que Canarias, al igual que Murcia y Cataluña han comenzado a dar los primeros pasos para estudiar cómo regular esta cuestión. El Ministerio de Educación ya ha anunciado que va a prohibir el uso del móvil en Primaria durante el horario lectivo, mientras que en la ESO solo se usará cuando lo plantee el profesor porque lo justifique su proyecto pedagógico. Está previsto que en enero lo analice con las comunidades autónomas y el Consejo Escolar de España. El Consejo Escolar de Canarias trabaja ya en un informe sobre el uso y la formación en torno a las nuevas tecnologías en el ámbito educativo que arroje luz no solo acerca de la utilización de los móviles y otros dispositivos electrónicos en los centros educativos, sino sobre la Inteligencia Artificial y los problemas de salud mental, como las adicciones, derivados del mal uso de las tecnologías en los menores.

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