La magia de la Navidad

La humanidad ha tenido siempre necesidad de hacer fiestas, alegrarse y pasarlo bien. Hasta las tribus salvajes celebran orgías con abundancia de drogas y festines.

Desde siempre se celebró con alegría el solsticio de invierno, festejando el crecimiento de las horas solares, acontecimiento que fue reemplazado desde hace muchos siglos por la fiesta cristiana de la Navidad. Se celebran muchas fiestas a lo largo del año a nivel casi universal, como los Carnavales, pero nunca llegan a tener la magia de la Navidad, pues mientras las carnestolendas y otras fiestas invitan al jolgorio sólo a los que sienten afición por ellas y el resto de la población se queda al margen, sin participar ni dedicarle su tiempo, la Navidad, como por arte de magia, consigue que todo el mundo se sienta alegre y dispuesto a celebrarla y a ser feliz o hacer felices a los otros por unos días.

Ha llegado a tal punto esta festividad en principio cristiana, celebrando el nacimiento del Niño Dios al que adoran los fieles de esta religión, que actualmente es una fiesta universal que celebran, incluso, países no cristianos. En principio, el significado y fin de esta fiesta fue el ejemplo de humildad que se ofrecía con el nacimiento de Jesús en un pesebre, acompañado de una simple mula y un modesto buey; y así fueron las Navidades por muchísimo tiempo.

En el pueblo donde pasé mi niñez, el 24 de diciembre, después de una frugal cena y una sola clase de turrón, no había más en las tiendas tampoco, se iba a la Misa del Gallo, donde se cantaban villancicos y se representaba un acto referente al Nacimiento. Muchos hogares competían por construir el mejor y más bello belén que los niños íbamos a visitar. Y eso era todo.

Hoy día y cada vez más, la fiesta de Navidad la celebra todo el mundo, cristianos o no, desde dos meses antes, y el lujo y el gasto que conlleva esta celebración, con excepción de los países del tercer mundo que no se lo pueden permitir, es algo que alucinaría a los que no conocieron o aún no conocen estos derroches, pero que, al mismo tiempo, son un bien económico para muchísima gente, así como para países tan alejados del cristianismo, como la misma China, donde se pasan el año diseñando objetos navideños para vender en todos los continentes, con lo que, de alguna manera, tendrán que alegrarse y deberán festejarla.

La magia de la Navidad hace que todo el mundo se sienta alegre y dispuesto a compartir esa alegría con los demás, que las familias y los amigos se reúnan, y que se procuren olvidar las diferencias. Sin embargo, y a pesar de la euforia general que genera esta fiesta, a la que se unen la de Fin de Año y Reyes, lamentablemente, no siempre se consigue la reconciliación y la paz, y las excepciones, como en toda regla, nos siguen mostrando comportamientos poco éticos, y las crueles e imparables guerras. Mientras, todas las personas de paz aprovechemos estas fiestas para sentirnos alegres y desearnos unos a otros Feliz Navidad.

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