Retiro lo escrito

Enamoradito estoy de ti

Actuación en la Gala Drag de Gáldar Pride.

Actuación en la Gala Drag de Gáldar Pride. / A. G.

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Antes incluso de terminar las fiestas navideñas ya se escuchaba a lo lejos el amenazador soniquete de murgas y comparsas, los anuncios oficiales de unas carnestolendas excepcionales que llenarían de esplendor las calles y de pasmo los corazones de las mascaritas, es decir, de todos y cada uno de nosotros. Cada año empiezan antes, o por puro sadismo, o por puro cálculo. En víspera de Navidad ya estaban los políticos visitando los locales de las murgas, esos tesoros culturales que brillan con luz propia, a fin de sacarse la foto más ridícula que puedan conseguir. Pues bien, en Santa Cruz de Tenerife la apertura oficial del calendario de las fiestas será el próximo fin de semana. Tres semanas más tarde será elegida la Reina del Carnaval.

El propio calendario de actos de las fiestas carnavaleras es una tradición prácticamente inmutable. En el último medio siglo apenas se les ha añadido algún elemento, como algo llamado la Canción de la Risa, que no ha recogido precisamente una gran popularidad. El calendario transcurre, por lo tanto, como una cadena de montaje o un desfile militar: algo que se sucede año a año, década tras década, con una obstinación inaguantable, con un estricto orden pretoriano. No se ha producido ningún cambio cualitativo, solo uno cuantitativo: alargar el pedo y el baile bajo la luz del sol con el carnaval de Día. Cuando en Las Palmas se organizó administrativamente el carnaval – como un obvio retraso respecto al de Santa Cruz – se adoptó en general el modelo chicharrero, pero intentando introducir novedades. La única afortunada ha sido la Gala Drag Queen. Pero yo no encuentro en el carnaval de Las Palmas la rigidez semireligiosa del carnaval de Santa Cruz ni ese convencimiento majadero de ser y mostrarse como el mejor carnaval del mundo. Uno intuye que el 99% de los carnavaleros del Chicharro se mearía encima si lo pusieras en medio del carnaval de Río. Da igual. Los tópicos, en su día, enmascararon o sustituyeron a la realidad. Hoy en día simplemente son cruces que indican una retórica muerta, una lucha perdida contra la mediocridad o la falta de imaginación.

En realidad el último cambio estructural del carnaval isleño se produjo entre finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo pasado, con el fin de la dictadura franquista y la transformación de una fiesta que se desarrollaba en sociedades recreativas y asociaciones vecinales en una celebración alcohólica, disfrazada y bailonga al aire libre. Los protagonistas del carnaval pasaron a ser los adolescentes y los jóvenes y gracias a eso se universalizó la memoria popular de la fiesta, transfigurada, a partir de entonces, casi en un rito de paso. Creer que los políticos – en Tenerife o en Gran Canaria – crearon los carnavales contemporáneos significa un craso error; tal vez sería más exacto decir que los carnavales – sobre todo en el caso santacrucero – crearon a los políticos necesarios, cómplices o comprensivos. El pueblo poco ha tenido que ver en la articulación, los motivos y los protocolos de las fiestas carnavaleras. La obsesión por los concursos, incluso, ha desbaratado, hasta cierto punto, los valores de los festejos, particularmente el humor. Las murgas son el mejor ejemplo. Ya no se divierten, compiten; ya no vacilan, sermonean, ya no ridiculizan, denuncian, ya no se ríen irrespetuosamente, se indignan virtuosamente. Están mortalmente heridas, y lo saben, y a pesar de su dramática, no encuentran un puñetero letrista.

La sociedad de los carnavales, en realidad, está compuesta por seis o siete mil personas. Los demás somos invitados. Desde ninguna instancia se ha propuesto una reforma de las fiestas, de su organización, de su estructura celebratoria, de su economía social. Nada de nada porque, en realidad, el carnaval es un servicio municipal mejor o peor gestionado. Por eso sabemos exactamente cuándo empieza y cuándo termina. Y ahí estamos puntualmente, enamoradito estoy de ti. De ti. De ti.

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