Reflexión

Democracia o demagogia

María Jesús Montero y Pedro Sánchez, este jueves en el Senado.

María Jesús Montero y Pedro Sánchez, este jueves en el Senado. / José Luis Roca

José Juan Ojeda Quintana

El filósofo griego, mentor de Alejandro Magno, Aristóteles, clasifica tres tipos de Constitución : monarquía, aristocracia y democracia, con sus respectivas deformaciones (tiranía, oligarquía, demagogia), pero ninguno de estos «tipos» es realmente recomendable, ya que «contienen en sí mismos el germen de su degeneración, como la madera la carcoma». Polibio y Cicerón confirman que la degeneración de la democracia pasa por la demagogia y la tiranía.

Según el Diccionario de La Lengua Española, demagogia es «dominación tiránica de la plebe con la aquiescencia de esta» o «halago de la plebe para hacerla instrumento de la propia ambición política». ¿Cuál es la posición de España? España hoy es una aberrante tiranía. Lo de que la democracia es el poder del pueblo y para el pueblo es un clamoroso camelo en España, donde se cumple lo que Karl Popper dijo en su conferencia de Munich de 1989: «Es una ficción creer que la democracia sea el gobierno del pueblo». J. Locke argumenta: «Cuando se acaba la ley, comienza la tiranía». En nuestra Patria, la tiranía se plantó antes que la ley. La ignorancia de la mano de la osadía hizo posible la promulgación de decenas de Decretos en el Gobierno de Sánchez. Pero la ley que transporta mayor carga de vergüenza se está instruyendo actualmente. Es la ley de Taifas (vulgo Amnistía). Una ley colocada en primer plano de los desechos acumulados en su personal estercolero para eximir a unos declarados delincuentes separatistas de sus delitos, cargando, además, con su financiación (caso único en la historia de las amnistías). Ejemplos muchos, de diversas índoles, como los 75.000 millones de los separatistas catalanes. El Gobierno tirano de España, que lidera el novelista- cuentista Sánchez torea y duerme a los españoles con la flauta travesera de la mentira, y cuando las circunstancias lo hacen retractarse, sin ninguna vergüenza te dicen que la mentira es un cambio de opinión. Dice nuestro filósofo José Ortega y Gasset: «Intentar hacer de la utilidad la verdad, es la definición de la mentira. El imperio de la política es, pues, el imperio de la mentira» (en El Espectador). Y así, hacen crecer su estercolero, donde ya se pudre la Ley del sí es sí, la sedición, la destrucción de instalaciones hidráulicas, que hizo posible la falta de agua en diversas poblaciones, el simpar descubrimiento copernicano de la Yolanda del trabajo fijo discontinuo, que es de tal categoría matemática que para entenderlo solo hace falta Sumar, y sobre todo restar, para bajar la lista de parados efectivos. El concepto de democracia ha tenido varias definiciones, pero la más aceptada y promocionada es la que nace desde la Revolución francesa. «Libertad, igualdad y fraternidad»

Mi opinión es que ninguna de esas premisas se cumplen hoy en España. Para demostrarlo insto al lector a que lea mi criterio. Solo con el asunto de la Amnistía (Taifas), con las masivas manifestaciones y la opinión generalizada en su contra queda ya encauzado el tema. Un economista socialista, Jordi Sevilla, declaró que ante lo que estaba ocurriendo era necesario un referéndum (Sánchez es alérgico a la opinión pública y por tanto a los referéndums que sabe que hoy le son adversos). No nos vendrían mal otras elecciones generales, que de alguna manera dieran aire fresco a una verdadera democracia. Seguirá adelante, enredándose cada vez más en su propia tela de araña, dominado por sus tarántulas.

El sueño destructor de Sánchez es cabalgar, él solito, con los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Además ya cuenta con el cuarto poder: los medios de comunicación, TVE, El País, Radio Nacional, la Ser, la Agencia Efe, etc. Ahora mismo ha emprendido una persecución a las instituciones judiciales y a los jueces que no apoyan sus mandarrias. Tiene su ejército de doctos ignorantes en la Moncloa (Nicolás «el Cusiano»), amigotes, tuercebotas que se distinguen por ser aptos para cualquier trabajo, lo mismo saben de economía que de hidráulica. No tiene problemas para seguir con ellos un particular juego de ajedrez (de peones a Torres). Acaba de nombrar un nuevo Presidente de la Agencia Efe. Ya tiene colocados al Director de Correos, al Ministro de Transportes Óscar Puente, un cavernícola, mal hablado, un bárbaro que tras ser expulsado de la Alcaldía de Valladolid, asciende a ministro de Transportes, con el nuevo invento del Caudillo, el mullido ascensor político, para ascender a sus «hinchas» que ya no le valen para sus aspiraciones «divinas». Ya ha enviado en el ascensor al tinerfeño Héctor Gómez de embajador a la ONU y a Iceta a la Unesco. Y la puerta giratoria sigue abierta. Sánchez es capaz de convertir un lagarto en cocodrilo, un camarero en Ministro y un analfabeto en Embajador. ¿Para qué necesitamos, pues, las Universidades? ¿Para qué superar difíciles estudios y oposiciones, como embajadores? Su palabra preferida es «progresismo», cuando ha convertido al país en una infame tiranía, rompiendo la obligada igualdad en cientos de actos: cheques -votos, privilegios para Cataluña y Euskadi, aplicación del principio de «vasos comunicantes», una de las dos clases sociales que bajan su poder adquisitivo, la otra que lo supera y una casta que arbitra y lo alimenta, la de los cientos de políticos, que cobran mas de 5.000 euros, incluidos privilegios y prebendas, pensiones y ayudas sociales discriminatorias, ahogos para la clase media burguesa, subida de impuestos… Eso sí, con una sonrisa plena de cinismo en su descarado uso del poder. Pero su mayor esfuerzo lo puso en el envío de Calviño al Banco europeo de Inversiones. De esta manera apoya a la Yoli en su lucha por ser la reina del mambo. Calviño, tan modosita ella, es una muñeca de porcelana de la fábrica gallega de Santa Clara, que fracasó en el intento de colocar a su esposo de Presidente del Patrimonio Nacional, involucrada en el caso Mediador por los cuatro contratos de la Filapp (de la que era Presidenta), adjudicó a un amigo del General Espinosa. Esa mujer, tan escasa de sonrisas, despertó la hilaridad de un sector de las Cortes cuando contestó a un requerimiento de Anita Oramas que se había enterado del caso del Filapp y Mediador por la prensa.

Otra mentira más en la historia actual del PSOE, que ha perdido ya el aroma de su credibilidad y pisoteada su reciente y prudente historia, contabilizada en su Balance actual de vergüenzas. A este PSOE hay que cambiarle el nombre, para que no se confunda al viejo león con una rata. Ahora mismo fiel a su vasallaje con los independentistas chantajistas y simoniacos, les ha cedido las competencias en materia migratoria. La penúltima mentira de Sánchez, guardada largo tiempo, antes de las elecciones de julio en la orilla de la izquierda, del río Nervión, es la entrega a Bildu de la Alcaldía de Pamplona en negociaciones de nocturnidad y oscurantismo para los españoles. Sánchez no se ha enterado todavía que el tema de Euskadi se le presentará cuando a la rosa negra del PSOE se le caigan los pétalos y solo le queden las espinas. Sánchez solo tiene una ideología: mantenerse como sea en su Moncloa. La ideología que no tiene se la está prestando Yoli, que de Matemáticas no llega mas allá de Sumar, y cansada de vivir en una casa del Estado de solo 400 metros cuadrados, añora los mayores metros que tiene la Moncloa. La Yoli y el Tirano tienen un punto de confluencia, para Sánchez la destrucción del Estado español con etarras e independentistas y Yoli, más ilustrada, con su ojeo a los textos de los socialistas, Owen, Babeuf, Saint Simon y Proudhon quien le ha contado que el Estado está condenado a disolverse en la sociedad. De esta forma llegó a la conclusión marxista de la dialéctica materialista y a la dictadura del proletariado. El Estado a subasta pública. Yoli ha asfaltado el camino, plantado los fúnebres cipreses, apagado las luces de la esperanza y al final del camino nos espera la experiencia del absoluto fracaso de la Unión Soviética. Yoli se cansa de ser Rosa Luxemburgo y aunque pregona que es comunista, quiere ser Catalina la Grande, a la espera de enviar a Rasputín Sánchez a la precaria jubilación. No necesita colgarlo boca abajo, ni humillarlo en ferias políticas, convertido en muñeco de sucios trapos. El abominable tirano ya está condenado a ser la repetición de Dorian Gray, desfigurada su cara y su cuerpo por el venenoso ácido que produce la mentira, abrigado por un ejemplar sin leer de la Constitución y obligado a leer diariamente un capítulo del texto legal que nos concierne a todos mientras lo vigila la mantis religiosa, Yoly con sus fauces ya abiertas. O peor, puede acogerse al Apocalipsis de San Juan, con aquello que dice: «Los embusteros serán arrojados al lago de fuego y azufre».