Cartas a Gregorio

Carmen y Carmela

Manolo Ojeda

Manolo Ojeda

Querido amigo Me pregunto hasta dónde pueden llegar las libertades establecidas sin que sus consecuencias puedan afectar de una u otra forma la vida de otras personas.

Carmen y Carmela eran dos lesbianas que en los años setenta tuvieron la valentía de irse a vivir en pareja. Apenas tenían veinte y pocos años cuando salieron del ambiente conservador de sus padres para afrontar sus vidas sin complejos.

Se instalaron en una casona en los alrededores del barrio gótico de Barcelona junto a otras y otros compañeros de sus mismas preferencias sexuales, una especie de comuna gay donde se compartían gastos y se discutían opiniones y derechos del colectivo.

En aquel ambiente de libertad sexual, Carmen y Carmela decidieron tener descendencia, para lo cual contaron con la colaboración de Felipe, un bisexual con el que mantuvieron relaciones hasta que unos meses después tanto una como la otra se quedaron embarazadas de dos niñas a las que dieron los nombres de Pepa y Pepi, y que toda la comuna apadrinó con entusiasmo.

La comunidad fue creciendo junto con Carmen, Carmela y sus hijas, y entre todos crearon un mercadillo de artesanía al que el ayuntamiento prestó su apoyo.

Así y en ese ambiente, las niñas fueron creciendo hasta hacerse adultas, y como quiera que la historia siempre se repite, Pepa y Pepi decidieron que, como sus mentoras, querían también tener su propia prole, procediendo para ello de la misma forma.

Todo iba sobre ruedas hasta que Felipe, el padre de Pepa y Pepi, que para entonces se había convertido en un empresario inmobiliario de éxito, decidió casarse y tener descendencia con su pareja, por lo cual quería que fueran su mujer y sus hijos los únicos herederos a los que les legaría su patrimonio…

Resulta, Gregorio, que las leyes, así como las normas sociales o religiosas que se han establecido, no siempre están a la altura de las libertades a las que se supone que todos tenemos derecho.

Como sabrás, el Papa Francisco acaba de dar su bendición a las parejas de personas del mismo género, lo cual podría suponer de facto la aceptación al derecho de recurrir a la inseminación artificial o a un vientre de alquiler en caso de que quisieran tener descendencia, y no creo que el Papa, por muy adelantado que parezca, vaya a permitir esa licencia, aunque, de lo contrario, estaría discriminando en sus legítimos derechos a las parejas igualitarias.

De todas formas, Gregorio, creo que somos muchos los que sentimos la misma simpatía por el Papa Francisco por su sinceridad y, sobre todo, por la humildad que manifiesta en todos sus actos.

Precisamente hace unos pocos días recibió al presidente canario Fernando Clavijo en El Vaticano, y la visita parecía que se desarrollaba con tanta familiaridad que hasta el presidente podría haberle tratado simplemente de “Paco” sin faltarle al respeto…, y es que de Francisco pueden esperarse grandes cosas.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.