Reflexión

Idiotismos. Caso Ábalos

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre.

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre. / EFE

Jose F. Henríquez Sánchez

Un idiota moral siente pocas emociones y activa malos impulsos con mucha frecuencia. Es un biotipo de casi todos conocido. Su presencia es habitual. Un idiotismo moral al modo Diderot es otra cosa.

De esa otra cosa, ninguna profesión se libra por noble que sea la profesión. Idiotismo es perder el sentido de la realidad, cotizarse a si mismo por encima de su justiprecio o buscar con demasiada frecuencia la obtención de un beneficio solo personal. Un idiotismo es segregación de la normalidad y comporta extrañarse del mainstream.

¿Dónde encontrarlo? Pues puede usted encontrarlo en la cercana agrupación local de un partido político o en una lejana sala de un tribunal supremo. En la casa del idiotismo conviven lo mejor de nuestro cuerpo político con esa otra parte de esta sociedad nuestra cuya maldad es tal que no está claro si proviene de su propia naturaleza o del estudio.

Ábalos ha hecho algo semejante al juramento de Oxford, cuando por los años treinta del siglo pasado, Bertrand Russell y tutti quanti acordaron porque se sintieron pacifistas , no luchar mas por el rey a titulo de carne de cañón. Ese juramento quedó en suspenso ante la aparición de un monstruo de fuerza mayor, el nazismo.

Ábalos conoce esos dos idiotismos que anidan en parte de su partido y en parte del tribunal supremo. Y como sabe como opera en lo que fue su partido la inquisición y lo sabe porque igual montó alguna hoguera, ha decidido que no se sacrifica por su rey y quiere ser, caso de ser acusado, juzgado por el tribunal supremo.

Que nadie vea nada raro en esta esfera de la vida pública, porque los absurdos no necesitan de ser verosímiles porque son verdaderos. Y entre la ciencia y la ignorancia está la opinión.

Mi opinión otra vez es que la historia tiene voluntad propia como señaló Saint-Simon antes Marx y que esa autonomía es la ley suprema del progreso. Donde algunos ven sellos del apocalipsis y otros incluso oyen las trompetas, otros vemos la normalidad de que este y no otro es el orden natural y mas probable de las cosas.

Hoy lo mas frecuente es la envidia en la vida pública. Porque no es otra cosa que ser envidioso lo que les pasa a algunos que no gobiernan con respecto a otros que gobiernan. Y como ser así implica una forma corrompida de ver, de no entenderse ni dormidos, por eso Dante en el purgatorio los priva de ver. Pero Ábalos en su partido es un idiotismo porque sabe de primera mano que en la inquisición no opera el principio de presunción de inocencia sino el de culpabilidad y sabe que las absoluciones son escasas. Someterse al escrutinio de su partido es un suicidio y los suicidas en el infierno de la Divina Comedia se convierten en árboles para tener esa condición en la eternidad.

Ábalos puede que sea inocente y puede que no, pero no es idiota. Ha jurado como en Oxford no sacrificarse por su rey pese a que ya tenga una larga condena por haber hecho de Koldo su asesor principal sin haber interpuesto cortafuego de ningún tipo. Cosa frecuente en derredor, eso de pagar favores con cargos y pensemos en cuantos hoy no están en el perímetro de alguna agrupación local celebrando no ser Ábalos, aunque no les llegue la camisa al cuerpo.

O puede que en Oxford escuchara a Bertrand Russell decir, nunca moriré por mis creencias porque podría estar equivocado. Diderot, que tan bien diagnosticó el asunto, extendió receta, autodistancia y humor.