Retiro lo escrito

Lo que queda en Podemos

Podemos se reúne con representantes de la Plataforma Tercer Sector.

Podemos se reúne con representantes de la Plataforma Tercer Sector. / Efe

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Si hay un asunto que me aburre, me estraga y me obstina son las penúltimas vicisitudes de Podemos. Contra lo que creen algunos de sus dirigentes no es por su terrible peligrosidad para el sistema o por su atractivo personal, sino por sus contradicciones de siempre, su impostada charlatanería y la miserable deriva política, electoral e ideológica de su organización por la que merecen aun interés. Aunque fueron barridos en las últimas elecciones autonómicas y locales (en el Parlamento Unidas Podemos consiguió un 4% del voto emitido en las islas y un 0’3% del voto en la lista autonómica) siguen actuando como si representaran a la izquierda real de este país. El reciente artículo de Mila Hormiga, apartada brutalmente del proceso de primarias para elegir a la nueva coordinadora general de Podemos Canarias, y las desopilantes declaraciones de Noemí Santana hace pocos días merecen ser comentadas.

El artículo de Hormiga, que fuera consejera del Cabildo de Tenerife, se titula ¿Podemos? Ya no, y es una desoladora síntesis de la acelerada degradación que ha sufrido el partido bajo una cínica oligarquía nucleada alrededor de Noemí Santana, y compuesta, básica pero no exclusivamente, por cuadros y militantes que trabajaron directa o indirectamente para la Consejería de Derechos Sociales entre 2019 y 2023. Lo cierto es que desde que Meri Pita fue desplazada de la dirección en 2017 Santana ha mangoneado Podemos, aunque con varios estilos e intensidades, según el estado de salud democrática de la organización. Podemos recorrió en poquísimo tiempo el trayecto entre el espontaneísmo de círculos que brotaban como setas al cumplimiento de la ley de hierro de la oligarquía acuñada por Robert Michels: cualquier organización, desde luego cualquier partido, necesitará una burocracia, que será apropiada por una oligarquía cuyo objetivo fundamental es autoreproducirse marginando a la oposición interna y controlando las relaciones externas (en este caso, listas electorales).

Al final Podemos Canarias podría denominarse Noemí Santana Sociedad Limitada. Muy limitada en realidad. Como explica Hormiga, más de un 90% de los militantes se negó a participar en el último proceso electoral interno, que en realidad consistía en la entronización de Santana con la máxima rapidez y el mínimo debate. La nueva dirección resulta prácticamente una fotocopia amarillenta de la vieja dirección: la que en ningún momento ha realizado un análisis de los calamitosos resultados electorales del pasado mayo ni ha pedido disculpas a los militantes y simpatizantes del partido. Podía haber añadido Mia Hormiga que la candidatura de Santana al Congreso de los Diputados por Sumar tampoco fue consensuada internamente por nadie. La exconsejera se lanzó como una piraña protegida y aupada por la dirección madrileña. Y luego se marchó obedientemente al grupo mixto sin una puñetera reunión siquiera de la dirección de Podemos Canarias.

De perdidos al barranco a quemar los restos de dignidad que pudieran tener. Santana no tiene nada que decir sobre las espesas sombras de corrupción en las gestiones contractuales del Servicio Canario de Salud durante la pandemia. Eso es un subproducto del bipartidismo, dice la señora. Por supuesto, alguien que obvia su propio fracaso electoral, ¿cómo se va a responsabilizar de su participación en el Gobierno? Usted, Santana, formaba parte del Gobierno de Canarias en 2020, porque había pactado con el PSOE, Nueva Canarias y la ASG. El Gobierno es un órgano colegiado, no un sumatorio de apellidos y siglas. Es más: usted perteneció al comité de gestión de emergencia sanitaria creado por su Gobierno y usted decisión que Podemos bloqueara en el Parlamento la creación de investigación sobre el llamdo entonces caso Mascarillas. Es más: usted votó para que ni siquiera se debatiera sobre la oportunidad de esa comisión. Ni influencia, ni capacidad, ni responsabilidad, ni dignidad política. A usted solo le queda el sueldo.

Suscríbete para seguir leyendo