Opinión | El lápiz de la luna

Cluedo

Empecé a pensar que quizá me estoy convirtiendo en una escritora de artículos negros. No hay cadáveres, pero sí cierta desesperanza por la especie humana

El escritor Eugenio Fuentes, en A Casa de José Saramago en Tías.

El escritor Eugenio Fuentes, en A Casa de José Saramago en Tías. / Tenerife Noir

Últimamente solo me salen artículos pesimistas. Una amiga me dice que no son pesimistas, sino de corte realista. El otro día, Eugenio Fuentes, cuando presentó su ensayo Los bajos fondos del corazón en el Festival Tenerife Noir, explicó que la novela negra no es novela realista contemporánea, porque el realismo muestra las luces y las sombras de la sociedad y la novela noir solo las sombras. Empecé a pensar que quizá me estoy convirtiendo en una escritora de artículos negros. No hay cadáveres, pero sí cierta desesperanza por la especie humana. Otra amiga me dice que el problema no es la especie humana, sino un contexto determinado de mi vida en el que sí que podríamos hablar de thriller. No hay cadáveres, pero sí intentos de homicidio emocional. Me gustó eso de «intentos de homicidio emocional». Acaso, ¿criticar por sistema y con encono, no es una forma de matar la dignidad y la notoriedad de una persona? ¿Poner motes a grandes y a pequeños, no es una manera de herir a sangre fría la autoestima de alguien? ¿Disfrutar con el sufrimiento ajeno, no esconde ciertos rasgos psicopáticos? Es curioso, porque normalmente todo aquel que vive en la crítica, en el juicio o en la vida ajena, no se da cuenta de que realmente lo hace porque mirar hacia afuera le permite escapar de mirar hacia adentro, hacia ese lugar lleno de miseria en el que habita. Su propia alma. Por suerte, como dice mi amiga, es solo un pequeño contexto de mi vida, pero cómo apesta. Nuestra existencia está llena de depredadores y de presas. En la selva uno entiende ese instinto de supervivencia. O te engullo o me engulles. Sin embargo, no nos tenemos que ir a la sabana para observar cómo hay, en cualquier trabajo, perseguidos y perseguidores. Los perseguidos son los que no terminan de encajar en un lugar porque su forma de ser no les gusta a los perseguidores, y eso los hace presas fáciles. Los perseguidores buscarán mil y un argumentos para justificar su comportamiento o sus palabras, en cambio todo se reduce a intentos de homicidio emocional. En una de las mesas redondas que presenté en el festival charlé con Francisco Bescós, escritor noir, de que ni en las novelas ni en la vida ganan siempre los buenos y objetó: «El relato es un constructo humano, las novelas son laboratorios donde se generan esos constructos, pero cuando sales a buscarlos a la vida, todo es mucho más difícil». Puede que esa dificultad radique en que uno creía que la maldad solo estaba en los cuentos y no en la vida. Luego, el escenario es otro, creemos que ficcionamos la vida y lo que hacemos es dotar de realidad los cuentos. Quizá debería dejar de leer libros de género negro y de participar en festivales del mismo corte. Tal vez compensaría untarme de aceite como me aconsejó otro escritor de suspense y que todo me resbale. A lo mejor la solución es poner fin a ese pequeño contexto de mi vida donde siempre es carnaval y todos llevan caretas. Lo importante de este cluedo es que una ya sabe quién es el asesino.