Opinión | A pie de página

Francisco Mazorra Manrique de Lara

La Casa del Abogado: una librería ejemplar

Escaparate de La Casa del Abogado.

Escaparate de La Casa del Abogado. / José Carlos Guerra

Hace mucho tiempo, desde el inicio de la Casa del Abogados me has solicitado que te escribiera alguna dedicatoria en el libro de la Librería, siempre lo fui dejando, pero, así como otros vinieron, te hicieron la dedicatoria y nunca más volvieron, yo fui de los que del principio te felicitó y te apoyó en aquella andadura que está a punto de acabar.

Mi relación con la Librería no solo la tuve como abogado en ejercicio, nutriéndonos de novedades o de la búsqueda de cualquier artículo o libro que necesitaba para mi trabajo profesional, sino también como bibliotecario del Colegio de Abogados de Las Palmas siendo la única proveedora del mismo durante el tiempo en que ostenté tal cargo, dada la seriedad, profesionalidad e información en las adquisiciones anuales o puntuales, con tus sabios consejos de libros y fidelidad para con el Colegio de Abogados.

Se me hace difícil hacerte esta dedicatoria ahora que acaba la andadura de la librería, puesto que yo era de los que acudía casi a diario a la Casa del Abogado y seguiré hasta el final, guardo buenas vibraciones de los empleados que tuviste que eran bastantes profesionales, y la cordialidad que irradiaba en tu librería, especialmente a la hora de coincidir con bastantes profesionales a los que no nombro para no distinguir, pero tú sabes cuales eran.

Comunicaba personalmente, telefónicamente, y desde que hay internet por internet, para obtener la información necesaria sobre novedades editoriales, cambios legislativos, etc.

Hoy recuerdo la primera vez que te presentaste en el despacho que compartía en la calle López Botas con Pedro del Rosal y Santiago Sáenz, y nos dejaste los ojos abiertos al presentarnos la editorial La Ley con su revista diaria y sus compendios, que ya venían encuadernados, así como sus manuales sobre temas concretos, a la par de otras novedades jurídicas de diferentes casas editoriales, todas ellas eran totalmente diferentes a la sempiterna Aranzadi.

Por último, decirte que conservo todos aquellos detalles de los que te gustaba darnos a los habituales, el pisapapeles de la Ley, los bolígrafos anuales, y por supuesto la bolsa de plástico de la Casa del Abogado que tantas veces utilizaba para llevar al Juzgado la toga y los expedientes, en fin, sería interminable describirlos.

Carmen, gracias por todo.