Opinión | Objetos mentales

La IA y el fin de la libertad

La nueva IA Claude 3 vuelve a poner en discusión si es posible o no que los sistemas de inteligencia artificial desarrollen la autoconsciencia.

La nueva IA Claude 3 vuelve a poner en discusión si es posible o no que los sistemas de inteligencia artificial desarrollen la autoconsciencia. / Crédito: АвгустФидлер en Pixabay.

Toscamente la IA (Inteligencia Artificial) puede entenderse como una tecnología capaz de crear una disrupción en el contexto biológico en que se ha generado y del que se desprende. Como la fruta madura que se desprende de su pezón. Algunos tecno-filósofos se devanan los sesos por otorgar a la inteligencia artificial un rostro humanizado, pero con muy poco éxito, frente a aquéllos que postulan una inteligencia artificial abierta y orientada a la industria del poder. Entusiasmada ante el panorama que se abre de un mercado de paraísos tecno-nihilistas. Para lo cual se hace necesaria la implementación tecnológica del cuerpo humano y su dependencia de una industria del control del cuerpo y de la mente que sugiere la completa pérdida de soberanía del sujeto y cuyo corolario es el fin de la libertad.

Se puede inferir que resulta altamente improbable que los tecno-filósofos proclives a introducir topes éticos en los sistemas super-inteligentes descuellen y logren exitosamente su propósito. Lo que se disputa en realidad es el control de poder de esa herramienta. Seguramente la querella será histórica. Sin embargo, sería deseable de todo punto un marco de actuación conjunto como contribución a un mundo mejor. Pero probabilísticamente entiendo que puede fracasar en sus fines la propuesta de incorporar límites éticos a los sistemas inteligentes. Una disputa en que está en juego el dominio de la inteligencia artificial en un contexto de confrontación por la hegemonía mundial.

En esta ocasión una tecnología como es la inteligencia artificial está en disposición de ocasionar una disrupción sin solución de continuidad en la historia de la humanidad y en cuyo decurso, entre sus víctimas, la primera es la impugnación de los valores del humanismo cultural de que procede la inteligencia artificial y de cuyo correlato se sigue también la impugnación del ser del propio hombre. Un siglo antes, C.S. Lewis la profetizó en su obra La abolición del hombre en un ensayo de combativa y derrotista precisión. Estamos en disposición de afirmar que la dotación de que dispone el sistema ejecutivo de decisión de los pocos hombres que verdaderamente son quienes son en esta lid de la inteligencia artificial, precisamente no sobresale entre sus cualidades el de una mejora de la libertad pública ni privada, ni en abstracto siquiera el mecenazgo del género humano. Antes bien, su actuar lo preside la ambición de dominio.

Por consiguiente, con la colaboración necesaria de unos pocos hombres que desnudan las entrañas de la naturaleza y de cuyo interior extraen la secuencia geométrica de la materia aflora la inteligencia artificial y en cuyo destino está el destino humano. Y es oscuro. A la postre y con el filo de su inteligencia cortarán los lazos que nos une al tesoro común de la especie. No son los humanos en su conjunto quienes desnudan la naturaleza ni tampoco disponen de ella, sino unos pocos hombres a los que los demás no les quedará otra opción que seguir.

Por reflejar sucintamente este pensamiento, recientemente el mandatario ruso, Putin, expresó en una breve sentencia su parecer sobre la potencialidad de la inteligencia artificial: «Quien controle la inteligencia artificial gobernará el mundo», dijo. De sus cualidades el dirigente ruso lo nominaliza en control y dominio. No así sin embargo expresa tan a las claras y elocuencia la dignidad humana y la libertad por cuyo logro las generaciones precedentes han vivido y suspirado.

Por ilustrar mediante paralela analogía, en el comienzo de la era atómica del siglo que produjo la descomposición del átomo, lo primero que su prodigioso advenimiento desencadenó, antes que las posibilidades de su aplicación terapéutica o médica y el uso pacífico de la energía nuclear, fue precisamente el inicio de una desenfrenada carrera armamentística por lograr la bomba atómica. Que hizo estallar. Sobra una descripción de sus efectos y consecuencias que todavía se sufren. Por expresarlo menos horrísonamente: la rama afilada del árbol fue antes lanza que techumbre, herramienta letal que utensilio de caza. Por los efectos de ese mismo desequilibrio prometeico la preocupación moral debe atenuar si no presidir el proceso de la inteligencia artificial. Ante este episodio, la precaución moral de ciertos pensadores como Günther Anders denuncian la ceguera moral humana y los subsiguientes daños que puede acarrear.

En este sentido la disposición de la inteligencia natural se ofrece susceptible de trasparencia epistémica. Se despliega a través de un relato lógico y de transparencia deductiva. Es decir, se puede seguir paso a paso su lógica. En oposición a este tipo de seguimiento paso a paso del razonamiento, se eleva por su singularidad la lógica de la inteligencia artificial que se muestra críptica para la mente humana. Es lo que manifiesta el fenómeno de caja negra.

En este momento, el movimiento de la inteligencia artificial se muestra desfavorable para la autonomía de los seres humanos. Los empujan a la de ser meros subalternos de las máquinas-inteligentes en el mejor de los casos. Lo es por cuanto los humanos carecen de las dotaciones cognitivas y capacidades con las que supervisar la lógica y decisiones de las máquinas-inteligentes. El proceso lógico de la toma de decisiones en el interior de las máquinas-inteligentes es indiscernible para la capacidad humana. En este sentido, la máquina ofrece resultados, conclusiones, soluciones, que la infradotación de la inteligencia humana no alcanza a comprender. Puede aceptar absurdamente sus decisiones, sí, pero a cambio de perder su soberanía epistémica. Y aceptar esta soberanía de las máquinas inteligentes supone su vasallaje. Como un sujeto que dice sí a un razonamiento sin entender ni papa. En realidad, las máquinas inteligentes naturalizan el correlato amo-esclavo y en la misma relación en que se relaciona la jerarquía de la inteligencia biológica y la inteligencia artificial. Tal situación nos devuelve la imagen del lado oscuro del destino humano en una inversión de roles donde lo creado supera al creador.