Opinión | Reseteando

El escalofrío ya no existe

Hitler y Goebbels durante un paseo por el Obersalzberg en junio de 1943

Hitler y Goebbels durante un paseo por el Obersalzberg en junio de 1943

La noche anterior a las elecciones europeas La 2 emitió la película El informe de Auschwitz, suponemos que predicando contra lo que más temía la UE al día siguiente: un continente muy negro gracias a los buenos resultados de la ultraderecha en todas sus tendencias. El filme está basado en la historia real de dos internos del campo de concentración que logran huir. La fuga tiene un propósito claro: ofrecer datos a los aliados y a las organizaciones humanitarias sobre qué ocurría allí dentro.

Aunque parezca increíble, dada la magnitud en pérdidas humanas, no había una certeza absoluta sobre la llamada Solución Final de los nazis. Aquellos dos judíos intentaron salvar a muchos con su denuncia, pero primaron otros objetivos de guerra. Cines, bibliotecas, librerías, hemerotecas, composiciones musicales, arte, monumentos... El mundo entero, ciudades centroeuropeas y de Latinoamérica, están repletas de testimonios creativos y lamentables sobre la devastación que ha supuesto la llegada a lo más alto de elementos tan siniestros como Hitler, Mussolini, Franco, Salazar, Videla, Pinochet, Fujimori, Castro, Ortega, Trujillo, entre otros déspotas.

Pero nada de ello ha sido lo suficientemente aleccionador, los europeos no tienen miedo y consideran impensable un retorno a las tinieblas, pese a lo accesible que es poner la constitución de un Estado en cuarentena. En los treinta y cuarenta, las familias más ricas de Viena, judías y con una gran formación intelectual, nunca creyeron que la Gestapo las iba a perseguir como a perros, pero sucedió.

Más adelante, en un previo de lo que sería la desinformación, el antisemitismo se dedicó a camuflar los campos de exterminio bajo la calificación de campos de trabajo. Esa Europa aniquiladora, sumida en los instintos más brutales contra la libertad, está repartida aquí y allá, sobrevive: en el centro de Berlín, en las aceras, frente a las casas de los que fueron gaseados, están las placas de bronce con sus nombres. Leerlos siempre ha dado escalofríos, ¿pero ahora? Ahora no, parece que no es una urgencia global.

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