-¿Cómo acoge la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, distinción que muy pocos canarios ostentan?

- En primer lugar con sorpresa, no me lo esperaba y seguro que en Canarias hay muchísima más gente que ha trabajado más que yo, o por lo menos igual. No obstante, es una distinción enorme y estoy muy contento.

- ¿Qué supone para su carrera profesional?

- Fundamentalmente un estímulo, que no sé cómo interpretar porque estoy en activo y todavía me quedan unos cuantos años si la salud me lo permite y en la inmensa mayoría de los casos esta medalla se la dan a personas jubiladas. No sé si quieren que me vaya ya, aunque no es mi intención porque todavía creo que estoy rindiendo adecuadamente. Lo cierto es que la medalla es un impulso para seguir trabajando con mayor ilusión y me puedo considerar un hombre afortunado porque me reconocen este mérito en vida, y además disfruto con el trabajo, no me resulta ningún sacrificio el no jubilarme a los 65, lo que quiero es seguir hasta los 70 si las condiciones me lo permiten.

- ¿Cómo ha cambiado el ejercicio de su profesión desde que usted empezó a trabajar como médico?

- Yo acabé la carera y empecé a ejercer en 1969, y en esa época teníamos cuatro o cinco antibióticos, utilizábamos los diuréticos mercuriales por vía intravenosa, y no habían ecografías, ni resonancias, ni nada de eso. Teníamos muy pocas técnicas y las que habían eran poco sensibles, y el ejercicio médico se basaba en el contacto médico-paciente y en esmerarte en hacer una buena historia clínica, escuchando los síntomas para interpretarlos adecuadamente, porque la enfermedad se expresa a través de los síntomas.

- ¿Cree que la tecnología ha suplantado esa relación médico-paciente?

- Creo con sinceridad, que ahora hay un abuso de la tecnología. La práctica médica es mucho más complicada, exige más tiempo y dedicación, hay más demanda y es mucho más sencillo diagnosticar por técnicas que por clínica. Es espectacular lo que han avanzado las tecnologías médicas, y tenemos que aprovecharlas, pero estamos sobreutilizando técnicas diagnósticas por no dedicar un poco más a la clínica y por ganar en serenidad. En época de crisis tenemos que reinventar la clínica y pensar mucho más a quién indicar una técnica y por qué y si hay métodos alternativos utilizar siempre aquellos más beneficiosos en coste-beneficio.

- Como impulsor de los estudios de Ciencias de la Salud en la Universidad de Las Palmas, ¿qué opina del notable incremento de plazas experimentado en Medicina?

- No es bueno. Hace unos cinco años se aumentó de 54 a 80 plazas, pero el año pasado la Universidad se vio forzada a incrementarlo a 150 alumnos. Con lo cual se duplicaron. Esto significa que, con el aumento progresivo que está comprometido en La Laguna, vamos a tener 300 egresados anuales de Medicina, pero la oferta del SCS para residentes es de 165. Dado que la normativa europea exige al médico que tenga un mínimo de dos años de práctica posgradual para ejercer, significa que al menos 140 médicos no van a poder trabajar, se verán limitados a hacer guardias en consultorios, clínicas privadas o dedicarse a medicina alternativa. En el Consejo de Gobierno de la ULPGC hice el ruego de que se reconsiderara de nuevo esa cifra y se está haciendo un estudio para replantearlo y volver a una cifra más razonable que estaría alrededor de 90 ó 100 alumnos, porque si no vamos a crear dentro de diez años una bolsa de paro como la que existió hace quince o veinte años.

- ¿Y no sería mejor ampliar el número de plazas para residentes, teniendo en cuenta que hay déficit de médicos en algunas especialidades?

- Probablemente con la crisis no se pueda, y no sé si eso es la solución. Formar un especialista cuesta muchos años, Medicina es probablemente la única licenciatura donde nadie empieza a trabajar antes de los 30. Donde realmente faltan médicos suele ser en Primaria y en periodos vacacionales y ese déficit se está paliando con médicos inmigrantes cuya formación, en muchísimas ocasiones, no es homologable, y sin embargo pueden trabajar en nuestro Sistema Nacional de Salud, mientras que los egresados de nuestras universidades si no tienen el título de medicina de familia, que son cuatro años, no pueden trabajar.

- ¿Cuál sería la solución a este despropósito?

- Habría que prestigiar la medicina de familia, que no se considere como el último recurso para el que no tiene plaza de especialista. La medicina de familia es la más importante porque está en contacto directo con más pacientes. Los hospitales están para resolver problemas concretos y complicados. La medicina tiene que pivotar sobre el médico de familia, hay que prestigiarlo e incentivarlo.

- ¿Qué le queda por hacer en esta profesión?

- Continuar ejerciendo lo mejor que pueda y mantener un nivel de conocimiento y de entendimiento con el paciente lo más positivo posible, ¡a ver si me hago merecedor de esa medalla!