Fiel a la misión de salvar a su princesa, el fontanero Super Mario cumple mañana 30 años convertido en referente cultural de la industria del videojuego y en esperanza viva del futuro de una Nintendo que no pasa por su mejor momento.

En tres décadas, Mario no se ha afeitado el bigote, apenas se ha cambiado de ropa ni ha articulado tres frases: rescatar al ser amado de las garras de un villano no deja mucho tiempo para florituras. Pero entregado a su inconsciente convicción aventurera ha sido capaz de irse adaptando a los distintos aires de la industria del ocio interactivo.

Ha vendido 310 millones de videojuegos, es un referente para los creadores y ha terminado por ser un icono de la cultura popular: su figura lo mismo decora el cierre de fontanerías que sirve de disfraz en carnaval. ¿Cómo es posible que un fontanero bajito, feo y callado haya logrado esta proeza en una sociedad que premia la belleza? "Su éxito y relevancia cultural no responden a una sola causa, pero la principal es su imagen de héroe cotidiano. Cualquiera puede identificarse con él y cogerle cariño", indicó el director de la revista FS Gamer Antonio Santo. "Es como un dibujo a medio hacer: tiene suficientes características para hacerlo reconocible, pero tenemos que completarlo con nuestra imaginación".