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El cerebro, 'centinela' de los sueños

Permanece activo toda la noche para elaborar los sueños, piezas clave en la regeneración del tejido cerebral y el aprendizaje

Durante siglos se creyó que al dormir el cerebro se desenchufaba y entraba en una prórroga en la que no pasaba nada, una explicación que carecía de sentido evolutivo. Diversas investigaciones de las últimas décadas dejan claro que la misión del cerebro, durante el sueño, es fundamental. Científicos de la Universidad de Duke (EEUU), por ejemplo, comprobaron que son las neuronas las que, de noche, se encargan de archivar y procesar en la memoria lo que los humanos aprenden durante el día. Otro estudio de la Universidad de Lubcek (Alemania) asegura que el cerebro analiza los problemas cotidianos y que, incluso, puede concluir soluciones para ellos.

"Dormir es una función vital para el organismo, tanto como comer. Sin dormir absolutamente nada acabaríamos muriendo, y hacerlo mal de forma continuada puede comprometer nuestro estado de salud, nuestras emociones y, en consecuencia, nuestras relaciones sociales", explica el psiquiatra del Manuel Serrano, e insiste en que descansar bien es una "cura intensiva" para el organismo física, psíquica y emocional. "El que no duerme paga peaje. Cuando alguien lleva varios días en esa situación, lo habitual es que sufra trastornos psíquicos importantes, transitorios o no. Hay enfermedades que por no dormir pueden reactivarse. La falta de sueño puede ser un síntoma, pero también la causa, de ciertas patologías", subraya Serrano. Aclara, no obstante, que lo fundamental no es tanto la cantidad, como "la calidad" del sueño. "Algunas personas duermen poco y no necesitan más para descansar y rendir en su día a día. De hecho, hay personajes históricos, como Napoleón o Margaret Tatcher, de los que se dice que apenas dormían una cinco o seis horas diarias".

La estructura del sueño, tal y como la conocemos en la actualidad, consta de dos grandes fases: la no Mor, en la que el cerebro está más tranquilo, retardado, y la Mor (o fase Rem, por sus siglas en inglés), en la que los ojos se mueven muy rápido (de ahí su nombre, Mor, movimiento de ojos rápido) y el cerebro registra una actividad mucho más importante. La fase no Mor se divide, a su vez, en cuatro etapas, en las que se registran solo el 20% de los sueños y que, en este caso, son lineales, recuerdos de algo que nos ha ocurrido a lo largo del día. El 80% restante, la gran mayoría de los sueños, por tanto, se producen en la fase Mor. "Ya no estamos hablando de sueños lineales, aquí hay de todo, como en un cuadro de Dalí o en una película de Buñuel. Los sueños de esta fase requieren de una interpretación, pues suelen estar relacionados con la energía pulsional reprimida y las emociones", añade el doctor Serrano. La fase Mor es la de sueño más profundo, en la que se produce el auténtico descanso psíquico. "Se da una paradoja, y es que aún siendo la fase de sueño más profundo, es cuando se registra una mayor actividad cerebral", apunta. Y refiere otra curiosidad: "En la fase Mor estamos completamente dormidos, es la guardiana del sueño, por eso sufrimos hipotonía muscular (al bebé le cae el chupete, al adulto que duerme sentado en una butaca se le resbala la cabeza); si no fuese así, moveríamos nuestro cuerpo e interpretaríamos lo que estamos soñando. De hecho, ciertos fármacos inhiben esa hipotonía muscular y hacen que quienes los consumen escenifiquen sus sueños".

Ciclos

En una noche normal, las personas pasan por tres o cuatro ciclos de sueño, con sus respectivas fases no Mor y Mor. Se tarda alrededor de una hora y media en llegar a cada fase Mor. Por eso, en teoría, nunca se alcanza el sueño profundo durante la siesta. La profundidad del sueño no sólo varía durante cada ciclo, sino que también lo hace en el conjunto de la noche. Va cambiando. En las tres primeras horas es mucho más profundo que en las cuatro finales, es cuando se descansa más

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