"Las personas seropositivas tenemos que hacer frente a una lucha diaria". Con estas palabras define María García, una paciente grancanaria afectada por el VIH -que ha preferido hacer uso de una identidad ficticia con el fin de mantener su anonimato- su modo de afrontar la enfermedad. Según comenta, supo que había contraído el virus en 2014, cuando tenía 39 años. "La piel se me empezó a llenar de una especie de ampollas, y decidí ir al médico. Me hicieron una analítica y fue en ese momento cuando conocí la noticia", relata la afectada.

Según explica, a pesar de no haber tenido ni la más mínima sospecha de haber podido contagiarse de este virus, en el momento de ser consciente del diagnóstico, "mi reacción fue mi natural". En este sentido, confiesa que la pasividad de su respuesta estuvo asociada, quizá, a las numerosas malas noticias que recibió ese mismo año. "En 2014 me diagnosticaron también el virus del papiloma humano, y un tumor en el pecho. Normalicé la situación", destaca García. "Además", relata, "descubrí que había sido mi pareja quien me lo había transmitido. Encima, al cabo de dos meses, me dejó ".

Pero lo peor, vino después. En base a las palabras de esta paciente, llegó un momento en el que intentó, incluso, quitarse la vida. Fue la terapia psicológica la que la ayudó a retomar el timón de su vida. "Lo cierto es que en la Asociación Amigos contra el Sida he encontrado un sitio en el que nadie me mira por encima del hombro. Son muy profesionales y te hacen ver que lo que tienes es una enfermedad como p otra cualquiera", dice orgullosa.

Consciente de la estigmatización social de esta patología, y con cierto tono de angustia, reconoce que, a día de hoy, sus amistades ignoran que sufre VIH. "Solo se lo he comunicado a mi entorno familiar, que por suerte, me apoyaron desde el primer momento. Con mis amistades he tratado de buscar el modo, pero he notado rechazo a la hora de intentar hablar de esta enfermedad", cuenta apenada.

García, tacha la situación de "difícil", y más aún cuando "me veo obligada a esconder la medicación, cuando alguien viene a mi casa. Estoy segura de que si la vieran, dejarían de verme por temor a contagiarse", expresa.

Asimismo, a raíz de otra mala experiencia sentimental ha podido reafirmarse, aún más, al decir "que todavía hay mucha desinformación". Siguiendo esta línea, la usuaria de Amigos contra el Sida explica que, al cabo de un tiempo de haber iniciado una nueva relación, decidió comunicarle a su pareja su estado de salud. "Cuando llevaba dos meses le conté que sufría VIH. Me prometió que me iba a apoyar y que no me iba a dejar por eso, pero al cabo de los meses, decidió romper la relación", apunta con resignación.

Además de todo esto, ha tenido que hacer frente a problemas de exclusión en el entorno laboral. "Recuerdo que una vez acudí a una hamburguesería a dejar un currículum y la encargada de recogerlo se quedó observando mi piel. Le dije que tenía un problema, y me respondió que con ese aspecto no podría trabajar en un sitio en el que se elabora comida", expone con indignación.

A día de hoy, la paciente sufre problemas pulmonares, renales, cardíacos, y en la visión. Pero nada de esto le impide vivir la vida con optimismo. "Ahora lo llevo bien. He aprendido a vivir el día a día", apostilla con contundencia.