Dietas

El ajo, amigo del aparato respiratorio

Los compuestos sulfurados del ajo le confieren facultades antibacterianas y antivirales ideales contra los síntomas de las infecciones pulmonares

Ajos.

Ajos. / Shutterstock

Pocos alimentos están como el ajo tan omnipresentes en la elaboración de las comidas diarias en la mayoría de las cocinas del mundo, algo a lo que no escapan la mediterránea y la atlántica, las cocinas españolas por excelencia. De hecho, es reseñable el olor a ajo de las cocinas y las comidas españolas. Así lo atestiguan los millares de turistas que nos visitan todos los años y que se quejan del fuerte olor a ajo difícil de quitar. Pues ese soldado de la cocina, se encuentra entre los escasos productos capaces de ofrecer toda una batería de nutrientes al organismo humano para paliar y prevenir múltiples enfermedades. Entre ese vademécum, el ajo, pequeño y con fuerte olor y sabor, destaca por ser un aliado del pulmón en las infecciones respiratorias, propias de resfriados, procesos gripales y catarros.

El uso terapéutico del ajo con su olor característico retrotrae a las primeras civilizaciones de egipcios, griegos y romanos, pues consta que ya en esas culturas lo utilizaban con este propósito. Además, esta hortaliza bulbosa originaria del Asia central era también muy reconocida por su destacada aportación culinaria. Es un alimento característico de países del área mediterránea, y la base de salsas, sofritos y otras preparaciones porque es uno de los alimento básicos en la elaboración de platos.

Elevada carga energética

Un alto contenido en proteínas e hidratos de carbono lo convierten en una verdura con una insospechada carga energética. Sí, quizás pueda sorprender la cantidad de ambos nutrientes que tiene el ajo. Es una de las hortalizas que tiene más aporte energético. Lo que ocurre es que, a diferencia de otros alimentos, la cantidad final que uno toma es muy poca en un plato, por lo que la contribución de estos dos nutrientes es generalmente irrelevante, de forma que es un alimento que se puede seguir consumiendo en cualquier las dieta de adelgazamiento e incluso está recomendado.

Igual ocurre con las vitaminas y minerales que contienen cada uno de los dientes del bulbo. A saber, potasio, fósforo, magnesio, zinc y yodo, en lo que se refiere al segundo grupo de nutrientes; y vitaminas de los grupos B, C y E. Toda esa riqueza hacen del ajo un alimento con grandes propiedades antioxidantes, que vienen bien para frenar el envejecimiento.

Compuestos sulfurados

Pero desde el punto de vista estricto de la salud, las mejores cualidades del ajo, que son muchas, se deben a los compuestos sulfurados orgánicos que contiene. Son la aliína, que es el precursor del otro, la alicina, responsable de su olor característico. Ambos son compuestos sulfurados que confieren al ajo propiedades, entre otras, antibacteriana. También contiene alilo, otro sulfurado que contribuye a mejorar la memoria.

Así pues, tiene cualidades como antiséptico, antiviral y antifúngico, que combaten las bacterias, los virus y los hongos. Por eso el ajo es bueno para las infecciones gastrointestinales y las respiratorias (catarros y resfriados), porque aumenta las secreciones bronquiales. Es un buen expectorante, algo que destaca entre todas las virtudes del ajo estas que mejoran el aparato respiratorio.

Y eso sin desdeñar su potencial para el sistema cardiovascular. Es vasodilatador, por lo que restablece la circulación sanguínea, beneficiando al aparato cardiovascular. Y, como también es diurético, disminuye la tensión arterial, los niveles de colesterol total y de triglicéridos, que contribuyen a fijar las placas de grasa en las arterias.

Por si no fuera suficiente, este verdura también modula el sistema inmunitario y tiene propiedades anticancerígenas, sobre todo para prevenir los tumores de colon y estómago, según algunas investigaciones.

Un diente al día y crudo

Decenas de estudios e investigaciones clínicas han aportado en las últimas décadas luz sobre las cualidades terapéuticas del ajo que residen, fundamentalmente, en sus compuestos sulfurados, esos que le dan su olor característico tan difícil de quitar o disimular incluso horas después de haberlo consumido.

Las propiedades del ajo reconocidas en múltiples investigaciones parece que ya no arrojan controversia. Pese a que esos estudios no profundizan en los mecanismos de acción de los componentes del ajo frente a determinadas enfermedades, sí parecen acreditar el vínculo terapéutico sobre algunas dolencias y síntomas de infecciones, como las respiratorias y las gastrointestinales.

Y la prevención se relaciona con su consumo diario. Hay trabajos que dan cuenta de que un diente de ajo al día tomado crudo -algo para estómagos fuertes-, aunque puede ser cocinado, reduce un tercio el riesgo de padecer cáncer de estómago, y también en un tercio de contraer cáncer de colon.

En ese sentido, la capacidad fungicida y bactericida del ajo se pueden equiparar a las de la cebolla. Ahora bien, no es lo mismo comer una cebolla cruda que un ajo crudo, ni por el sabor ni mucho menos por el olor.