Una madre de Canarias denuncia que un colegio público discrimina a su hijo con TEA

La progenitora lamenta que le han denegado la participación de Elan en el viaje

El colegio sostiene que los objetivos pedagógicos no coinciden con los objetivos específicos para su hijo, lo cual ha generado frustración en la familia

La denuncia de una madre canaria sobre la discriminación a su hijo con TEA

E. S. G.

Elan Fleitas, un estudiante con trastorno del espectro autista (TEA), ha estado asistiendo a Aula Enclave desde 2017, formando parte del grupo de sexto de primaria con el que comparte muchas asignaturas. Su madre, Irene Valerón, ha expresado su angustia a través de las redes sociales, ya que su hijo no ha sido incluido en el viaje de fin de curso con el resto de sus compañeros debido a la negativa del colegio.

"Me niegan la asistencia de mi hijo argumentando que no es alumno de sexto de primaria, sino de Aula Enclave, y que los objetivos pedagógicos del viaje no coinciden con los objetivos pedagógicos para mi hijo", expone. 

La madre lamenta que le han denegado la participación de Elan en el viaje, argumentando que no es considerado un alumno de sexto de primaria, sino de Aula Enclave. El colegio sostiene que los objetivos pedagógicos del viaje no coinciden con los objetivos específicos para Elan, lo cual ha generado frustración en la familia. A pesar de la oferta de la madre de acompañar a su hijo y cubrir los gastos de su propio viaje, el colegio se mantiene firme en su decisión, y la consejería de Educación parece mostrar pasividad ante la situación.

Irene Valerón critica la falta de equidad en la situación, afirmando que Elan debería tener la oportunidad y el derecho de participar plenamente en el viaje, según ha denunciado en los micrófonos de SER Canarias. A pesar de que el centro educativo ha implementado un proyecto piloto sobre diversidad afectiva y prevención del acoso escolar, Elan se enfrenta a la posibilidad de perderse el viaje de fin de curso debido a la atención adicional que su trastorno del espectro autista requiere. La madre subraya que Elan comparte la mayoría de sus horas lectivas con sus compañeros de sexto y que estos serán los que viajen.

La familia tiene prevista una reunión con Inspección Educativa el próximo miércoles para abordar la situación y buscar una solución.

Autismo: ¿Qué es este trastorno y cómo proceder cuando se convive con él?

El autismo es un trastorno del desarrollo neurológico que afecta a la capacidad de relacionarse y comunicarse de quien que lo padece. Debido a la gran variedad de sintomatología y grados de afectación posibles, hablamos de Trastorno del Espectro Autista (TEA). La persona con autismo “presenta patrones de comportamiento restringidos y repetitivos, por ello le es más difícil adaptarse al entorno social, y todo ello puede limitar en mayor o menor medida su desarrollo personal”, según explica Neus Marí Cardona, especialista en TEA y directora terapéutica del servicio de Neurodesarrollo de Clínica Corachan.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia media del autismo es de 1 de cada 160 personas. Los diagnósticos han aumentado en los últimos años, en parte por un mayor conocimiento en general del trastorno, y por cambios en los criterios diagnósticos que permiten una mayor detección y evaluación.

Hay una mayor detección en niños que en adultos –y cuatro veces más en niños que en niñas-, pero cada vez son más los equipos especializados que pueden detectar y hacer diagnóstico en población adulta. Debido a una mayor información sobre el trastorno, muchos adultos consultan a los profesionales para su valoración.Tal como precisa la especialista Neus Marí, “es importante su detección e intervención de la manera más precoz posible con el fin de que esta afectación en el área relacional, comunicativa y conductual sea lo menos limitante para el desarrollo integral de la persona”.

Hoy en día todavía no se ha encontrado una causa única que explique la sintomatología clínica del autismo pero, “gracias a los avances de las neurociencias, la psicología y la psicopatología del desarrollo, se puede hacer una detección precoz que, sin duda, favorece el proceso evolutivo”, señala Marí. Aunque es posible ya una detección en el primer año de vida, todavía hay una tendencia a detectar los síntomas entre los 3 y los 5 años. El desarrollo cerebral y psíquico del ser humano está muy unido a la interacción con el ambiente, por eso es tan importante una intervención temprana con el paciente y su entorno cuidador, porque la mayor plasticidad neuronal en ese momento permite cambios a nivel psicosocial que influirán en su desarrollo integral.

Desde la experiencia clínica, quien primero percibe que algo no va bien es la familia. Suelen detectar una falta de respuesta y desarrollo de la comunicación y el lenguaje, como que la criatura no responda al llamarla por su nombre, tenga escaso contacto ocular, establezca un juego repetitivo, haga aleteos o movimientos estereotipados, ande de puntillas o ponga poco interés en compartir o relacionarse con otras personas. Todo ello se acostumbra a dar hacia los dos años, cuando se espera una mayor interacción e intencionalidad de relación a través del desarrollo progresivo del lenguaje. La especialista en neurodesarrollo de Clínica Corachan recalca la importancia de estar atentos durante el primer año de vida a cualquier signo relacionado al desarrollo de las capacidades intersubjetivas, así como a la capacidad de integrar la información sensomotora. Se debería observar si falta sintonía en la calidad relacional, y en la capacidad de exploración y respuestas ante los estímulos.

Es importante también tener en cuenta las alteraciones en cuanto al procesamiento sensorial, fijándose en conductas desajustadas en mayor o menor medida ante diferentes estímulos, como por ejemplo a la hora de tocar texturas o al probar alimentos nuevos. También hay que fijarse si la criatura no percibe el miedo o, al contrario,siente miedos intensos ante movimientos o sonidos que afectan a la forma de percibir, procesar, modular e integrar la información que reciben y, por tanto, a la manera de interactuar con el entorno y los demás.

Se establece que la sintomatología será de mayor o menor gravedad en función de lo limitantes que sean las conductas para poder atender, comprender y responder a las demandas del entorno. También del nivel de ayudas que requiere la persona para poder interactuar y desenvolverse de manera autónoma.