Resignificación

'Zorra': ¿Se le puede quitar el veneno a una palabra?

La "reapropiación lingüística" busca que un vocablo pierda su matiz ofensivo o peyorativo para imprimirle un significado nuevo

Ilustración.

Ilustración. / HUGO BARREIRO

M. González

Resignificar es otorgar a algo un sentido nuevo y distinto al original. La palabra 'zorra', que da nombre a la canción con la que Nebulossa representará a España en Eurovisión, se sitúa ahora en el foco al tratarse de un término con una marcada connotación peyorativa hacia la mujer. Pero hay otras palabras que han mutado, como 'maricón', que el colectivo homosexual ha conseguido “apropiarse” para que deje de ser un insulto.

Hoy en día, por ejemplo, los jóvenes de la llamada generación Z (nacidos a finales de los años 90 o a principios de los 2000) hablan de 'servir coño', para definir a una persona o acción como atrevida, audaz o extravagante; emplean la expresión 'por el culo' para mostrar su agrado extremo por algo, sobre todo utilizado en el caso de alimentos, o para expresar un ferviente deseo por algo que anhelan; o se refieren a alguien es referente en algún aspecto como una 'madr (o mother).

Es la evolución del lenguaje, que es, además, el reflejo de la sociedad en la que vivimos. “Las palabras están vivas”, dice la escritora y profesora de literatura creativa Clara do Roxo. “Debemos ampliar el vocabulario porque la lengua está tan viva que la vamos modificando, dotando de otros significados; aparecen palabras nuevas y otras que utilizamos de otra forma”, expone.

“Hay que tener una norma, es cierto, pero también tenemos que pensar, sobre todo en el lenguaje coloquial, que no debe haber nada rígido”, añade. “Con la rigidez no habríamos avanzado en la lengua ni en ninguna otra cosa”, opina. “Zorra es tan peyorativo que parece que nunca podría alcanzar el significado de zorro por astuto, pero como esa palabra hay muchas más”, expone. “Es una tarea de reeducar y eso enlaza con nuestra historia, con tantos años de patriarcado, de machismo, de que las palabras se utilicen de forma peyorativa al referirse a la mujer, pero ahora estamos intentando darle la vuelta a eso. Es muy difícil, pero si no se intenta no se consigue. En algún momento hay que abrir la brecha”, proclama.

Así, pone como ejemplo la palabra “gallego”, ya que en el diccionario de la Real Academia Española se mencionaba “tonto” como una de sus acepciones. “Es un significado que tuvo durante un tiempo y ahora ha desaparecido. Podemos hacer desaparecer las connotaciones negativas, misóginas, despectivas e insultantes de las palabras que no lo son en realidad”, subraya.

“Dependiendo del contexto en el que empleemos una palabra, de cómo la utilicemos, le estamos dando un sentido”, añade. Así que se trata de “coger la palabra y darle la vuelta”: “A esta palabra, que se está utilizando con un significado que no debería tener, le voy a dar la vuelta y la voy a utilizar en otro sentido”.

“Zorra es tan peyorativo que parece que nunca podría alcanzar el significado de zorro por astuto, pero como esa palabra hay muchas más”, expone. Es una tarea de reeducar y eso enlaza con nuestra historia, con tantos años de patriarcado, de machismo, de que las palabras se utilicen de forma peyorativa al referirse a la mujer, pero ahora estamos intentando darle la vuelta a eso. Es muy difícil, pero si no se intenta no se consigue. En algún momento hay que abrir la brecha

“Podemos romper esas barreras, podemos abrir la brecha”, insiste. “Siempre que se abre una brecha complicada va a haber resistencia porque quienes utilizan esa palabra o expresión de esa manera quieren seguir haciéndolo, por eso siempre va a haber una gran resistencia; pero para eso estamos, para romperla”, insiste.

María Teresa Díaz, profesora del Departamento de Lengua y Literatura Españolas, Teoría de la Literatura y Lingüística General de la Universidade de Santiago, habla de la “reapropiación lingüística”: “Un grupo –en este caso las mujeres– contra quien se utiliza una palabra de forma despectiva, en lugar de parapetarse y quedarse escondido, lo que hace es asumirlo y exhibirlo. Cuando haces eso con un insulto, con algo que te sienta mal, anulas el valor de esa ofensa. Pierde fuerza porque quien lo hace se da cuenta de que no te importa”.

Curiosamente, estos días se ha estrenado también la serie “Zorro”, cuyo protagonista principal es Miguel Bernardeau. Un estreno que no ha causado el estruendo de la canción de Nebulossa. “Ser una zorra es malo, ser un zorro es bueno, porque eres astuto, pero ya si eres El Zorro, eres un héroe, ya estás en la misma línea que Tyrone Power, Antonio Banderas, Miguel Bernardeau o Gael García Bernal. Ahora, ponle cara a una zorra, siempre es la mala de la película”, reflexiona.

“Esa reapropiación de las palabras lo que hace es quitarles un valor despectivo, peyorativo, y ponerles un significado nuevo. Las palabras en sí no son machistas, racistas ni homófobas, sino que son usadas con unos fines. Se trata de retirar ese uso”, expone. De hecho, “hasta comienzos del siglo XX no encontramos la palabra “zorra” con esa atribución de significado”, destaca.

Y menciona la obra de 1911 de Pío Baroja “El árbol de la ciencia”:

–¿Qué quiere usted que diga esta señorita? ¿Que su mujer no es una zorra, ni una borracha, ni un perro y que usted no es un cabronazo?

“Sabes que ahí zorra es el equivalente a prostituta porque está halando de cabronazo, que es el que padece la infidelidad de la mujer”, matiza Díaz.

También hace alusión a la novela “La forja de un rebelde”, del escritor español Arturo Barea, publicada en el exilio en Inglaterra:

–Si nos fuéramos a vivir juntos te tratarían como una zorra. Si nos casáramos te tratarían como la mujer que ha seducido a un hombre casado y ha destruido una familia. Ni aun los tuyos estarían conformes, creo.

–No te preocupes de todas esas cosas. Yo soy mayor de edad y puedo hacer lo que me dé la gana. Si no es más que eso, deja a la gente que diga lo que quiera. A mí no me importa.

“Y ahora se escandaliza la gente porque en 2024 una canción diga básicamente lo mismo, pero con otras palabras. No veo yo que en el asunto del lenguaje estemos avanzando demasiado”, reflexiona la docente de la USC: “A base de usarla, le vamos a quitar el veneno. La vamos a usar tanto que le vamos a quitar ese matiz ofensivo y, en ese sentido, bienvenidas sean estas iniciativas”.

En este punto, también habla sobre la utilización de las metáforas de animales para referirse a las mujeres: “Una perra, una loba, una víbora, una lagarta, una foca, una ballena... Esto no se aplica a ningún hombre. Nadie insulta a un hombre llamándole víbora. Utilizar metáforas animalizando a una mujer es también una manera de ponerla a un nivel inferior al hombre”, opina.

En cuanto a “loba”, por ejemplo, ya Shakira cantaba, sin tanta polémica, aquello de “una loba como yo no está pa’tipos como tú”. Las Vulpes, en los años 80, proclamaban: “Me gusta ser una zorra”. “La novela de Pío Baroja es un texto de 1911, pero podría perfectamente ser un texto de hoy. Parece que hay cambio, y efectivamente lo hay, pero es muy difícil mover instituciones, prejuicios... Todos nacemos en familias y en sociedades que son herederas de los valores de las anteriores, por eso los cambios son muy lentos, van muy despacio”, afirma Díaz.

“El lenguaje es lo que queremos que sea y la connotación que le queremos aportar. La palabra funcionario, por ejemplo, también puede usarse como insulto”, subraya. “Depende de a quién se la digas, cómo se la digas o, incluso, cuándo se la digas”, prosigue, con la esperanza de “que utilicemos el lenguaje no para herir ni para destruir, sino para comunicarnos, para crear, para comprender...”.

La profesora de Lengua y Literatura María Álvarez Villar, que imparte clases en un colegio de Portugal a alumnos de Primaria y Secundaria, hace un símil entre lo que le está ocurriendo hoy en día a “zorra”, con la resignificación de palabra “maricón”. “El colectivo homosexual resignificó la palabra en su momento. Les llevó muchos años, pero ahora, si buscas insultarlos con esa palabra, no consigues el efecto que buscas”, explica.

Sin embargo, la docente, que está realizando un doctorado en Estudios Literarios en la Universidade de Vigo, se muestra escéptica de “zorra” vaya a tener el mismo destino. “El método no creo que sea el adecuando porque, bajo mi punto de vista, busca más acercarse a la adolescencia para conseguir viralidad que resignificar la palabra, que es algo que lleva mucho tiempo”, expone.

“La lengua, por mucho que queramos cambiarla, es un reflejo de la sociedad y para modificar un término antes tiene que modificar la sociedad en su mayoría. Es entonces cuando ese término pierde su connotación. La lengua es nuestra forma de expresarnos y mientras nosotros, que somos quienes la usamos, no cambiemos, no se puede forzar a la lengua a cambiar”, reflexiona.

De este modo, no cree que la canción de Nebulossa vaya a imprimir un nuevo significado en “zorra”. “La letra es muy básica, el vocabulario, la propia rima... Si hubieran construido otra canción, con el mismo objetivo, pero con un poco más de trabajo, podría haber sido un paso adelante muy grande, pero creo que la ejecución es lo que falla para conseguir lo que buscan”, sostiene. También considera importante tener en cuenta que “es una canción que se va a presentar en Europa”: “La lengua va de la mano de la cultura y si los espectadores no entienden la cultura que nosotros tenemos se puede tergiversar quizá el significado que querían darle y yo creo que, incluso, podría llegar a conseguir el efecto contrario”.

"Podemos romper esas barreras, podemos abrir la brecha”, insiste. “Siempre que se abre una brecha complicada va a haber resistencia porque quienes utilizan esa palabra o expresión de esa manera quieren seguir haciéndolo, por eso siempre va a haber una gran resistencia; pero para eso estamos, para romperla”, insiste.

“Si otros artistas se animan a trabajar con este tipo de vocabulario, ya no solo con la palabra zorra –ya que hay muchas otras que se pueden desactivar, que nos persiguen a las mujeres cuando quieren describirnos–, dándole una vuelta, con ironía, con un lenguaje más elaborado, con metáforas o paradojas, ya no solo en la música, sino en cualquier otro tipo de arte, se puede conseguir lo que se logró con la palabra “maricón”, por ejemplo, pero no va a ocurrir de un día para otro”, dice Álvarez, licenciada en Filología Hispánica.

“El lenguaje es ambiguo, irónico muchas veces, y esa ironía nos permite tener una mayor flexibilidad para enfrentarnos al mundo. Y digo enfrentarnos en el sentido de interpretar el mundo, para no ser excesivamente cerrados respecto a la realidad que nos envuelve”, reflexiona José Durán, profesor de Sociología en la Universidade de Vigo. “Por ejemplo, ironizar sobre las cosas, dándoles la vuelta a palabras que antes tenían una significación claramente negativa, y jugar con ellas para enseñar otros aspectos de la realidad es una cosa bien positiva”, añade.

En cambio, “lo políticamente correcto, cuando se lleva al extremo, categoriza la realidad de tal manera que no permite que se ironice sobre ella y entonces todo lo demás se convierte en censura, puntualiza. En síntesis, el sociólogo indica que “una sociedad libre es aquella en la que, salvo aquellas cosas que son fundamentales para que podamos vivir libremente unos al lado de los otros, respetándonos mutuamente, tiene una actitud abierta, y eso es algo que no ocurre”, afirma: “Lo que ocurre es que se mantiene sobre algunos aspectos y se censuran otros con los que uno no se identifica y eso no puede ser”.

No es posible un lenguaje depurado de la realidad; es imposible eliminar del lenguaje todo prejuicio”, prosigue Durán. “Hay que evitarlo en lo posible, pero la realidad es viva, el lenguaje responde a esa realidad y siempre va a tener esos desencuentros. De este modo, si permitimos que el lenguaje juegue con esas ironías y que denuncie las contrariedades que toda sociedad tiene es como podemos, efectivamente, ponerlas de manifiesto sin suprimir la libertad”, opina el sociólogo.

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“Una canción, no por tener una apropiación de términos y que sea cantada por una mujer, tiene que ser un himno de empoderamiento. Igual debemos abandonar la tarea de buscar ponerle esa etiqueta de “feminista” o “no feminista” a todo, que no hace sino acrecentar opiniones polarizadas en la sociedad, cuando todo es más una cuestión de grises que de blanco o negro”, afirma la agente de igualdad Cristina Louzán García, que indica que “lo verdaderamente importante de Eurovisión no es una canción, sino la invisibilización del genocidio de la población Palestina; deberíamos estar poniendo bajo el foco de la crítica nuestra participación en el programa en estas circunstancias”.

En cuanto a la canción, “indica que “se está malinterpretando el término de empoderamiento, lo cual nos lleva a usarlo de una forma muy ligera que puede desactivar su fuerza y carácter reivindicativo”: “El empoderamiento trata sobre la toma de conciencia de los derechos y de tener un contexto (las condiciones) que permita ejercerlos. Cuando hablamos de empoderar a las mujeres estamos hablando de crear las condiciones para que puedan ejercer sus derechos y libertades. Es habitual, sobre todo en los espacios mainstream como la música comercial, solapar el empoderamiento de las mujeres con su supuesta liberación sexual (que la filósofa Ana de Miguel llamaría “la liberación sexual patriarcal”), cuando esto es una simplificación muy pertinente”.

“La resignificación de los términos puede tener un impacto más individual que colectivo, ya que ese acto por sí solo no cambia el sistema en el que vivimos, que en este caso es el patriarcado”, prosigue. “Este ejercicio de resignificación puede ayudar a quien sufre ese insulto a que no le duela tanto o a que no dañe su autoestima o, incluso, como parte de un proceso de reparación. Sin embargo, el agresor sigue llamando “zorra” a una mujer durante una agresión sexual o sigue dando palizas al grito de “maricón”, incluso después de muchos años de reapropiación de ese término por el colectivo. Quién lo dice y dónde se dice es lo que importa. Lo que ese “zorra” esconde sigue pesando sobre las mujeres, sigue siendo usado en un contexto patriarcal para someterlas a un juicio moral en base a su cuerpo y su sexualidad. No parece que solo el uso por ellas mismas vaya a suponer un cambio en el sistema, que es lo que se necesita. Son necesarias políticas ambiciosas y, sobre todo, que se cumplan, como en el ámbito de la educación, por ejemplo”.

Yo no veo que en el caso de esta canción se use la palabra ‘zorra’ para empoderar a las mujeres”, dice la psicóloga Paula Rodríguez. “Lo veo más bien como una denuncia a lo que se nos suele llamar cuando nos mostramos libres y escapamos de los estereotipos de género que nos imponen cómo debemos ser por el simple hecho de ser mujer”. Rodríguez lo ve “más bien como una sátira, una forma de cuestionar con ironía y crítica un aspecto de la realidad”. “Claro que me gustaría que no se usasen estas palabras malsonantes, que sí que dan fuerza al mensaje, pero no enriquecen el lenguaje popular y perpetúan que se sigan empleando estos significados”, prosigue.

También considera “desafiante y utópico eliminar por completo la carga original de una palabra, dado que frecuentemente estas connotaciones están arraigadas en la historia y en el uso diario”. Así, sostiene que “la redefinición puede tener éxito en ciertos entornos y grupos sociales, pero no necesariamente será universalmente aceptada. Pero, para ello, nos veríamos obligados a tirar de estrategias de censura y eso no sería muy coherente en una era donde defendemos con ahínco y luchamos por nuestro derecho a la libertad de expresión”.

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