El cronista de Telde advierte de que la iglesia de San Francisco está en riesgo de incendio

La okupación de la casa roja propiedad de la parroquia de San Juan amenaza la integridad del templo

Vista de la casa roja actualmente okupada, anexa a la iglesia de San Francisco de Telde.

Vista de la casa roja actualmente okupada, anexa a la iglesia de San Francisco de Telde. / Andrés Cruz

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

El cronista oficial de Telde, Antonio González Padrón, advierte del peligro de incendio en el que se encuentra la iglesia de San Francisco por la okupación de la casa roja anexa al templo y el abandono del conjunto del convento donde se encuentra ubicada.

Según indica, la planta alta de la casa roja se apoya en unas vigas de madera que salen de la propia iglesia, de ahí el «grave peligro de que en caso de incendio», en el primer inmueble termine afectando al segundo.

Además asegura que existe un malestar entre el vecindario, pero especialmente entre los feligreses que en su día aportaron dinero para la compra de esa finca a instancias de la parroquia de San Juan.

Rifas y donaciones

Explica que el antiguo convento está formado por la iglesia de San Francisco, unas tierras de labor al norte y la parte principal conocida como la finca del convento, que en su interior dispone de un estanque, la citada casa roja y una cuadra para animales. El conjunto se completaba con un paseo cubierto por un enlatado de parras, todo ello en su día propiedad de la familia Macario Brito.

Es en los años 80 cuando los herederos de ese lote venden y una parte se la adquiere el Obispado y otra la parroquia de San Juan, quién a través de su párroco Teodoro Rodríguez, inicia una campaña de cuestación pública con rifas y donaciones para buscar fondos, cosa que logran en menos de un año, y se adquiere.

La finca se inscribe como una sola propiedad, pero se parte en dos físicamente. Los dos bancales de la parte baja se ponen a nombre del obispado de Canarias y los dos bancales superiores, que es donde se encuentra la citada casa y el estanque, se inscriben a nombre de la parroquia de San Juan.

El enfado de los feligreses

«De ahí el enfado de los feligreses que aportaron el dinero», apunta González Padrón, «por la situación de abandono y deterioro. En su momento se les dijo que iban a volver los franciscanos o, en su defecto, otra comunidad religiosa de carácter asistencial, como los hermanos de la Cruz Blanca, que son franciscanos que se dedican a los enfermos, como ocurre en Vegueta».

«Pero han pasado las décadas», subraya, «y no se ha hecho nada. La finca se ha arruinado, la casa tiene okupas que no disponen de luz ni agua corriente, de forma que se asean en el estanque rehabilitado por el Ayuntamiento tras llegar a un acuerdo con los vecinos».

En ese estanque según detalla la misma fuente se utilizan geles y productos para limpiar la ropa, que chocan a su vez a los que utiliza los servicios municipales de mantenimiento para conservar en condiciones óptimas el agua, «a cada momento hay que cambiarla porque se estropea».

Escuela de Estudios de Filosofía

Todo ese conjunto tiene un inmenso valor histórico, que arranca el 1 de mayo de 1610 cuando fray Juan Felipe, en su calidad de Guardián del Convento de San Francisco de Asís de Las Palmas de Gran Canaria, celebra la misa fundacional en el llamado Altozano de Santa María La Antigua.

En ese momento, según ha dejado por escrito el cronista, las autoridades de Telde rubricaron la donación de dos fanegadas donde se erige la iglesia, el convento y las tierras de labor. El templo recibe en ese primer momento el nombre de Santa María La Antigua, «aunque muy pronto la feligresía trocó por el de San Francisco de Asís. Colindando a ésta por su parte norte, levantaron el convento, que si bien no fue de dimensiones tan nobles como los existentes en Icod de Los Vinos, Garachico (en Tenerife) y el de Santa Cruz de La Palma; sí llegó a albergar entre trece y veinte frailes, que mantenían una Escuela de Estudios de Filosofía, Lógica, Latín, Griego, Sagradas Escrituras, Gramática».

Esta escuela era trampolín para los aventajados que querían estudiar en universidades de la Península, como el caso del doctor en medicina y célebre historiador, don Tomás Arias de Marín y Cubas», concluye.