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UD Las Palmas La contracrónica (21a jornada)

Setién se mete en un jardín

El estratega de la UD sacrifica a Roque y plantea cuatro cambios de posición en ataque. La revolución se estrelló ante la furia del colista

Prince Boateng, David Simón y Tana dialogan con el colegiado Del Cerro Grande, que amonestó de forma errónea al internacional ghanés en la acción previa. ANTONIO JUÁREZ / LOF

El laberinto del estratega. Segunda entrega. Setién se metió ayer en un jardín. Sacrificó a una de sus piezas de más valía, Roque Mesa [que se quedó en el banquillo con el pretexto de que había completado un número elevado de minutos], y no supo frenar el ímpetu de un Granada que llevó su defensa al límite. Pero hay que ir por partes.

La UD, con 15 remates, completó méritos suficientes para llevarse los tres puntos. Lo hizo de una forma ruda, carente de estética, pero pragmática. En un combate de vértigo, encontró sus momentos para sacar la guillotina. Desperdició cinco ocasiones sublimes durante los noventa minutos [dos de Jesé Rodríguez, una de Pedro Bigas, una de Tana y otra de Prince].

Los amarillos tuvieron un pírrico 35,7 % de acierto en sus remates. No fue el día de Tana, que estuvo a mil kilómetros de su versión estelar. Errático, abusando de la conducción del balón, regresaba al once titular tras dos jornadas consecutivas en el banquillo [ante Dépor y Valencia]. Con el talentoso jugador del barrio pesquero del San Cristóbal por la derecha, el emperador de seda Setién resolvía el primer contratiempo (la lesión muscular de Momo). Pero se permitió el lujo de completar otras dos modificaciones: retrasó a Prince Boateng a la banda izquierda, y ubicó a Marko Livaja como nueve.

El ejecutor de hielo de Split solo había jugador un partido de inicio en las últimas cuatro jornadas de competición [se le mandó al banco en el Camp Nou ante el Barcelona porque había jugado los noventa minutos en el Calderón en Copa, donde logró dos tantos].

El Príncipe del Roque Nublo, por su parte, tras deleitar como artillero tanque, a lo Willian José, en la victoria ante el Valencia, recuperaba su condición de extremo zurdo. Vicente y Viera ejercieron de escuderos de Ángel Montoro.

En total, hay cuatro modificaciones de posición, en relación a la propuesta exitosa que domó al Valencia [Viera pasó del costado zurdo al centro, Livaja, Prince y Tana, el resto de novedades]. Una revolución silenciosa, que le dio el control de un partido caótico con el 72,9 % de la posesión del balón.

Con 572 pases (por los 198 del Granada), el misil de Andreas Pereira resultó insuperable. No hubo manera de batir al colista, que solo había ganado un partido en toda la competición (20 jornadas).

A la eliminación inexplicable de Roque Mesa [arquitecto en la medular], y la lluvia de modificaciones, cabe sumar la lesión de Míchel Macedo (18'). Y es que algo no funcionaba. La UD se empeñó en complicarse la vida a la hora de poner en juego el esférico. Pesadilla en Elm Street VIII. Varas, Bigas y Lemos se jugaron la vida ante la presión de Adrián Ramos, Uche y Pereira. La falta de precisión en los pases provocó el caos total.

Viera, que dejó una lista infinita de regates imposibles, estuvo desasistido. Solo ante el peligro. Las líneas estaban muy separadas. Fueron llegando las ocasiones: la tijera de Prince Boateng, el zarpazo de Tana, el remate de Bigas...Pero un bajo un manto de falta de energía.

El Granada, al que no conviene restarle méritos, completó doce remates y gozó de mayor efectividad (57,1%). Pero se empleó con un exceso de dureza (27 faltas) y solo vio cinco cartulinas amarillas. Que el bloque nazarí terminase con once fue un milagro. Se dejaron el alma y recibieron la bendición de Del Cerro Grande, que firmó una actuación para el olvido. Sin criterio.

¿Por qué navegó la UD en el calvario constante? Careció del control del encuentro y de la paciencia para encontrar el momento adecuado. Setién no fue Setién. Faltó la claridad en el pase de Roque Mesa. Así como en la dirección del pulso. La implantación de Montoro en esa posición de timonero ha sembrado un debate eterno. ¿Había que adelantar al gladiador teldense a esa puesto de mediapunta?

Sin Roque, para darle descanso, y un Montoro pragmático, la UD carece de elegancia. Todo lo tenía que hacer Jonathan Viera.

Tana vio la luz [fue premiado por Setién en la rueda de prensa] pero ayer no tuvo su mejor actuación. Algo no encaja. El estratega ha perdido cierto olfato. La semana de Halilovic había sido esperanzadora. Pero no tiene minutos.

Concesiones prohibidas

Prescindir de Roque Mesa, sin motivo justificado, es tan arbitrario como fulminar a Viera por un motivo de indisciplina. Los mejores, siempre en el campo. Setién, en busca de una UD con mil caras, letal y de fuego, se ha especializado en fabricar laberintos. Igual que cuando en noviembre se sacó de la chistera que había que rotar en la portería [de Varas a Raúl, y de Raúl a Varas]. Un movimiento que ha pasado a la historia. Ya nadie se acuerda de la araña de Escaleritas.

Quizás fue un ataque de entrenador, o quizás no. Las estadísticas le dan la razón: completó más remates que su rival. Pero no basta con eso. Se vio a una UD irreconocible, donde el arte de sus poetas [Viera o Vicente], fue una condena. La apuesta por Jesé fue un acierto. Pudo salir como un héroe, pero acabó de rodillas ante el colista.

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