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El análisis

El correctivo del miedo

Pako Ayestarán, en un intento por dar solidez a su equipo, dispuso cinco defensas en el Santiago Bernabéu y acabó con otro fracaso

Lemos intenta despejar un balón ante Nacho. SERGIO PÉREZ / REUTERS

'A grandes males, grandes remedios'. Algo así debió pensar el entrenador Pako Ayestarán para renunciar a sus supuestos principios en el Santiago Bernabéu. El entrenador amarillo alineó tres centrales y dos laterales para intentar contener la furia de un Real Madrid herido. Un planteamiento que duró hasta que el conjunto blanco apretó y golpeó a Las Palmas.

El miedo atenaza. Cuando Paco Herrera empezó la temporada con la UD Las Palmas acabó muerto por él. Sin ideas, apresado por el terror a ver volar los puntos y a las goleadas escandalosas, sacó su pizarra para intentar protegerse de la manera más primitiva: acumular hombres cerca de tu área. Víctima de ese sentimiento tan humano, Herrera se fue y con él una defensa de cinco hombre que fue su seña de identidad en aquel escudo que dibujó para la UD.

Ayer, Pako Ayestarán, más de dos años después de la marcha de Herrera, recogió ese sistema de cinco zagueros. Uno por cada dedo de la mano, tres centrales y dos laterales con los que quiso contener al Real Madrid. Un esquema confeccionado para durar y durar, para intentar sobrevivir cuanto más tiempo posible en un lugar como el Santiago Bernabéu. Un síntoma evidente del miedo que ayer, con su cabeza en juego, mostró Pako Ayestarán con su UD Las Palmas, un equipo que ha encajado 18 goles en los cinco partidos que el vasco se ha sentado en el banquillo. Cinco partidos que han acabado con cinco derrotas. Cinco hombres atrás-Michel Macedo, Ximo Navarro, Mauricio Lemos, Pedro Bigas y Dani Castellano- que no cambiaron el rumbo de un equipo que camina errante por la Primera División, agotando sus vidas una tras otra.

Porque ese invento de los cinco hombres en defensa le duró a Las Palmas hasta que Casemiro, a solo cinco minutos para el descanso, cabeceó un balón hasta dentro de la portería de Raúl Lizoain. A partir de ahí, el mundo, una vez más se desmoronó para la UD, que hasta el momento había conseguido sostener a un Real Madrid más dócil que de costumbre.

A partir de ahí y aunque Las Palmas mantuvo el plan, el muro se había desvanecido. Durante la primera mitad, el nuevo sistema dejó algunas luces. La idea era tan clara como simple: cubrir primero la portería, evitar que se desangrase la UD en el marcador y, que en un contragolpe o en una jugada aislada cayera el balón en Vitolo o Jonathan Calleri para asustar al Real Madrid. Un revolcón pragmático y práctico reforzado con un centro del campo de pura y dura contención, formado por un trivote con Vicente Gómez, Alberto Aquilani y Javi Castellano en el eje de todo. Un ladrillo bien duro.

El cemento acabó por ceder al inicio de la segunda mitad, cuando Marco Asensio destrozó a Las Palmas con un zurdazo de libro fuera del área. Pako Ayestarán murió con esa idea, sin un atisbo de cambio desde el banquillo. Su movimiento de fichas solo trastocó el centro del campo, donde Vicente Gómez cedió su hueco a Löic Rémy, desapercibido, acostado en una banda sin nadie que le filtrara un balón para correr. Y es que, ¿quién podía hacerlo?

El tercer gol enterró definitivamente a la UD de los cinco centrales. Un volantazo más de un equipo que carece de una idea fija, un once tipo, una filosofía a la que agarrarse y en la que creer. Porque Pako Ayestarán no encuentra un decálogo con el que sacar a Las Palmas de un hoyo que empieza a ser bastante profundo, quizá demasiado ya.

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