El silencio que inundaba el Estadio de Gran Canaria al filo del final del partido solo lo rompió el tercer gol del Cádiz, el tercer gol de Darwin Machís en nueve minutos. Aquel mutismo reventó en unos aplausos cuando el venezolano celebraba su hat trick de la forma que peor se puede dar para un club: con aplausos de sorna de tu propio público.

El 0-3, humillante por la forma y por el vacío de la UD Las Palmas, acabó así. En crudo, los pocos aficionados que quedaban en el estadio, ni siquiera tenían a alguien a quien señalar en un palco donde Miguel Ángel Ramírez, presidente de la UD Las Palmas, no veía cómo se desmorona su edificio. En la UD, en su gente, casi no había ánimo ni para la rabia, que se marchó camino a casa, en el estómago.

Entre tanto hablar del nuevo proyecto para la toma de la Primera División la próxima temporada, entre la lista de los que seguirán o los que no en la plantilla, en el debate de si Pepe Mel será el arquitecto de esa reconstrucción o la presentación de Rocco Maiorino, el nuevo director deportivo del club, la UD se queda a siete puntos del descenso a Segunda División B.

Las cosas siempre pueden ir peor. Incluso cuando crees que el drama no puede dar una giro más, sí que es probable. Decía el presidente, en su cambio de paso cuando el objetivo del ascenso se iba al traste, que el objetivo de este equipo era la permanencia y no el ascenso visto el devenir del curso. A falta de ocho jornadas, no le queda otra a una UD sumida en la pena y escasa en un valor tan importante como la dignidad.

El Cádiz vapuleó a la UD Las Palmas, que sumó su tercera derrota en casa en la temporada, tercera derrota con Pepe Mel en su feudo, todas consecutivas. Aguardó su momento, se entregó a la velocidad de Machís y calcó los partidos de Elche y Mallorca para desnudar al equipo amarillo que vagó en los últimos diez minutos de juego sin alma. Se muere la UD, arrastrada, con un calendario por delante que deja salidas como las de Albacete -segundo-, Tenerife -derbi en el Heliodoro- u Osasuna -líder con rumbo a Primera-, mezclado con las visitas de otros que también luchan por salvar su pellejo en la categoría de plata: Lugo, Córdoba o Rayo Majadahonda. Al loro: esto puede complicarse un paso más.

Un calendario perverso

Se muere la UD, arrastrada, con un calendario por delante que deja salidas como las de Albacete -segundo-, Tenerife -derbi en el Heliodoro- u Osasuna -líder con rumbo a Primera-, mezclado con las visitas de otros que también luchan por salvar su pellejo en la categoría de plata: Lugo, Córdoba o Rayo Majadahonda. Al loro: esto puede complicarse un paso más.

Reventó Djordje Jovanovic a Raúl Fernández en un balón dividido y la UD se desmoronó. Andaba Momo en la banda para entrar a jugar y Mel anuló el cambio: Nauzet Pérez, portero suplente salió al ruedo. No le había dado tiempo a pestañear y le cayó el primero en el minuto 85 de partido; el segundo, en el 87 de juego; y el tercero, el que desató una mofa llena de dolor, en el último instante del descuento.

En un partido que olía a empate, Álvaro Cervera clavó el partido que imaginó -como reconoció en sala de prensa- esperó su momento y acuchilló sin piedad a la UD. Antes de todo eso cuando la calma del inicio se respiraba en el Gran Canaria, en su sesión de pruebas, Pepe Mel apostó por colocar a Fidel Chaves como mediapunta. Respondió rápido el onubense para darle argumentos a esa nueva pincelada del técnico madrileño. Recuperó un balón en campo propio, echó a correr y colocó un balón largo a la espalda de Sergio, central cadista. Rubén Castro le ganó la partida al zaguero, no superó a Cifuentes a la primera, y en la segunda oportunidad que le dio esa jugada, estrelló el balón en el poste. El olor a gafe que acumula Rubén desde la llegada de Mel seguía latente.

No se había cumplido aún el quinto minuto de juego cuando Fidel volvió a sacar el puñal. Rubén peleó un balón y el andaluz enganchó el rebote para ir a la carrera. Ganó de nuevo a su par, se colocó el cuero a su pie izquierdo y, con toda la portería para sí, mandó el balón fuera. Otra ocasión clara que se fue al limbo.

El prólogo, entretenido, invitaba a presenciar algo potable en el Gran Canaria. Al menos, la disposición que ofreció de entrada. Porque el partido empezó a volcarse hacía el lado de la portería de Raúl Fernández. Se volvió imprecisa la UD, incapaz de hilvanar fútbol. Jairo y Machís se soltaron y el Cádiz empezó a ser sinónimo de peligro.

Volaron los de Cervera para aprovecharse de una transición defensiva horrorosa de la UD, con ayhtmia Artiles, Eric Curbelo y De la Bella con plomo en los bolsillos. Solo una mano prodigiosa, de hierro, de Raúl Fernández evitó que el Cádiz se pusiera por delante en Siete Palmas. El zapatazo raso de Jairo se encontró con una respuesta brillante del bilbaíno, de los pocos futbolistas que salen reforzados en esta UD Las Palmas en esta temporada. De todos aquellos hombres que llegaron con un supuesto pasaporte de Primera División, solo él puede mantener ese estatus.

Nervios y patinazos

Las Palmas andaba atascada, nublada. Y nadie mejor que Deivid personificó ese estado contagioso. Erró alguna salida con el balón, pero quedó en evidencia cuando se tragó un balón cuyo bote le supero. Para evitar ese sonrojo hizo algo casi peor: algo parecido a un bloqueo de voleibol sobre la red.

Pero Deivid no era el único que andaba con la caraja de domingo por la tarde. Srnic contaba sus intervenciones por pérdidas, Fidel Chaves se difuminaba a cada minuto, Javi Castellano no salía de su parcela y Rubén Castro, con sus brazos en jarra, entraba en depresión. Nada de nada.

Bajo esa intrascendencia, el partido se marchó al descanso. Pepe Mel reorganizó su equipo en el vestuario. Tiró de lógica: sentó a Deivid, amonestado y con el pito de la grada encima. El cambio de dibujo estuvo en Eric Curbelo, que pasó del lateral al puesto de central. Y quien salió fue Toni Robaina, actor secundario en el filial, pero un futbolista que cuenta con la estima de Mel, que conoce al chico desde su época en el Real Betis Balompié.

Ahora le tocaba al hijo del excelso futbolista de los 90 corresponder a la confianza de Mel. Incrustado en la mediapunta y ya con Fidel acostado en la banda, era el turno del '32'. En su primera aparición, dejó un destello que se transformó en ocasión clara. Combinó y quebró una línea para que Timor corriese rumbo al área. El valenciano sacó el látigo y Cifuentes respondió, en lo que supuso la primera llegada amarilla desde aquel arreón al principio del partido.

Las Palmas andaba ahora con otro cantar. La mejoría tampoco había sido grandiosa, pero lo suficiente para que el Gran Canaria rebajara el nivel de crispación con el que se marchó al descanso. Aunque eso sí, se cortó su respiración cuando Eric Curbelo, en un contragolpe tumbó a Manu Vallejo en el área. Varón Aceitón se comió el penalti y las conspiraciones arbitrales quedaron para otro día.

El peligro de la UD lo había representado la zurda de Timor hasta ese momento. Encontró de nuevo el valenciano un golpeo franco en la frontal que se marchó cerca del poste izquierdo de Cifuentes, que resopló al ver el esférico volar hacia el fondo de la Grada Curva.

Removió de nuevo el banquillo Pepe Mel, con Rafa Mir como lanza para sustituir a Srnic, que tras varias oportunidades no se sabe aún qué es capaz de aportar a este equipo y menos cómo es posible que su salida del Estrella Roja costara cerca de 300.000 euros.

Sin embargo, el cambio al 4-4-2 desdibujó algo a la UD. La influencia de Robaina se perdió, el balón empezó a caer más del lado del Cádiz y llegó la jugada determinante del partido, tras unos minutos vacíos de contenido. Jovanovic quebró a Raúl Fernández en una acción que pudo ser expulsión. Entró Nauzet Pérez y se desarrollaron diez minutos de pánico que sonrojaron a la UD para instalar en el ambiente el estado de alarma.