Brazos arriba, abrazos por doquier y explosión de júbilo. Un remontada de justicia para soñar. El Dios del fútbol apareció a tiempo en el Martínez Valero para ser justo con el cuadro amarillo. Perdía al descanso por 2-0 sin saber muy bien por qué, pues había hecho méritos, por juego y ocasiones, para marcharse al vestuario con algo positivo. Sin embargo, toda esa fatalidad que había tenido en la primera parte, sobre todo por el mérito extraordinario del portero Edgar Badía, se convirtió en dicha para lograr una remontada histórica (2-3) que afianza el estilo, eleva al técnico por sus decisiones y coloca a la UD con puntos de playoff.

Con una exhibición de fútbol durante todo el partido, antes, durante y después del 2-0, la UD se repuso para hacer creer a todos sus seguidores que algo grande es posible. Benito, con un zurdazo imparable, Cruz, en propia puerta tras una jugada extraordinaria de Narváez, y el propio delantero colombiano, con un cabezazo cuya validez tuvo que ratificar el VAR, dejaron en nada los tantos de Fidel, de penalti muy discutible, y de Josan en el primer periodo.

Más allá del resultado, que puso la guinda a una enorme actuación colectiva de un grupo que conquistó su cuarta victoria consecutiva para meterse de lleno en la parte alta de la clasificación, la forma de conseguirlo, cada vez más denostada en una categoría como la Segunda, llenó de razones a una UD confiada, con la seguridad del que sabe que puede sobreponerse a base de calidad y esfuerzo y que no para de crecer.

No hubo sorpresas en el equipo titular de la UD. Como era de esperar, Mantovani y Aythami, que se habían perdido la última cita por sanción, recuperaron su lugar en el centro de la zaga en detrimento de Mauricio Lemos y Deivid. Sí tuvo un contratiempo de última hora Pacheta, que perdió por unas molestias de última hora nada más y nada menos que a Nino, el eterno goleador de la Segunda División. Para Las Palmas, en principio, era un respiro.

La primera de las batallas de la guerra entre dos equipos con muy buen gusto tenía que ver con la posesión del balón y por ahí comenzó a dominar el Elche. Durante los seis primeros minutos Las Palmas no la olió, aunque sólo sufrió de verdad una vez, cuando Josan ganó la espalda a De la Bella (6'), avanzó por la derecha y puso un centro que Curbelo desvió mal. Por fortuna para él y los suyos, el balón no entró en su propia portería porque fue directo a la manos de Valles.

A la primera llamada de atención del encuentro respondió la UD de inmediato, con Jonathan Viera como protagonista. Primero disparó fuera por poco y luego, tras ganar la carrera a un rival, esperó al momento justo para dar un pase perfecto a Benito, que se perfiló para tirar con su pierna buena, la izquierda, pero lo hizo a las manos de Edgar Badía (16').

Era el segundo aviso y Las Palmas no había necesitado la aparición de Pedri ni de Narváez, que casi no habían tocado la pelota. Con Viera era suficiente, hasta que llegó el primer revés, el penalti, demasiado riguroso. El andaluz Milla Alvendiz creyó que Mantovani había sacado el brazo en un salto con Qasmi con la intención de darle, pero obvió el hecho de que el argentino, aunque se elevó con el brazo abierto, no lo movió. En cualquier caso, fue uno de los llamados penaltis light, en el que el VAR no tuvo poder de decisión al tratarse de un contacto.

El examarillo Fidel Chaves, que ya había marcado cuatro penas máximas este curso, sumó una más -lleva siete goles- con un lanzamiento perfecto a la escuadra derecha de Valles, que adivinó el lado, pero no la altura (24').

A Las Palmas se le ponía por delante una situación a la que todavía no se había enfrentado mientras Jonathan Viera y Pedri habían estado juntos sobre el terreno de juego: tener que remontar o, al menos, dar la sensación de poder hacerlo. Demostró que pudo, a base de dominio y ocasiones, aunque los avatares del fútbol, a veces tan inexplicable, la pusieron ante un reto todavía mayor, porque se vio con otro gol en contra. Antes (28'), Mantovani había rematado de cabeza tras un centro de Benito y Badía, imperial, había desviado la pelota con una estirada abajo a la derecha, y esa oportunidad perdida pareció suponer un castigo.

Pasada la media hora, en un contraataque, el arma que había decidido utilizar el Elche desde que se puso por delante, Pedri perdió un balón -ya es raro- en la medular, Folch encontró a Josan entre De la Bella y el argentino Martín Mantovani con un grandísimo pase en profundidad y el resto fue una obra de arte del extremo, que controló en carrera, avanzó y finalmente picó el balón por encima del meta sevillano Álvaro Valles, que había salido a taponar con buen criterio. El más difícil todavía.

La UD perdía 2-0 sin darse cuenta. La sensación general en ese momento era de control, pero dos acciones puntuales la tenían contra las cuerdas. Tocaba seguir igual, porque el equipo había encontrado el camino, y cerrar mejor atrás.

En la misma línea

Sin embargo, el cuadro de Mel se superó y convirtió el partido en un asedio hasta el descanso. Por fin surgió Pedri (38') para entrar en el área por el costado izquierdo y lanzar un buen disparo colocado que Edgar Badía desvió con una estirada espectacular hacia la izquierda. En la siguiente jugada, tocó aparecer a Narváez, que remató de cabeza un buen centro que venía desde la derecha que detuvo, con una parada idéntica a la anterior, el guardameta local. Badía había evitado ya tres goles con sus enormes intervenciones.

El ritmo de Las Palmas hacia arriba era frenético, pero se marchó al vestuario sin ni siquiera acortar distancias. Por la reacción que había tenido tras el varapalo, se esperaba un dominio amarillo aplastante en la segunda parte en busca de la remontada, a la vez que el establecimiento de una fortificación del Elche delante de su portería para guardar el resultado y tratar de sentenciar a la contra. La primera decisión de Mel fue dar entrada a Srnic para ganar poderío ofensivo por la derecha, y el tiempo le dio la razón.

El conjunto local aguantaba a gusto mientras Las Palmas mandaba sin crear peligro hasta que pasó lo inevitable por la justicia del fútbol. Sucedió un nuevo torbellino, pero esta vez mortal. Jonathan Viera, otra vez él, encontró a Benito en la frontal del área, centrado, tal y como establecía el nuevo plan de Mel con la inclusión de Srnic. El de La Aldea recibió el regalo y lo mejoró con un control orientado perfecto hacia la bota izquierda que le sirvió también para deshacerse del central. Con todo de cara, fusiló a Badía con un zurdazo imparable (62').

La reacción de Pacheta fue quitar a Fidel, desaparecido durante toda la cita, para incluir a López, un lateral izquierdo, y blindarse todavía más. La de Las Palmas fue la de buscar el empate. Y lo logró tan sólo cuatro minutos con una extraordinaria jugada individual de Narváez, que desde la izquierda fue dejando rivales atrás a trompicones, a base de potencia, y cuando llegó al área se vio favorecido por el desconcierto contrario que él mismo había generado para que Cruz marcara en propia puerta. Con la igualada, a la UD ya sólo le quedaba poner la guinda a la obra. Pudo ponerla Benito (71') con un tiro de falta que detuvo Badía con otra gran parada, pero finalmente lo hizo Narváez, no sin que antes el equipo amarillo pasara por un momento de agobio.

Pere Milla, delantero que con el 2-2 sustituyó a un mediocentro, probó a Valles desde lejos, pero el sevillano atrapó la bola en dos tiempos. Luego, el guardamenta de la UD estuvo a punto de liarla con una indecisión con los pies, pero rectificó a tiempo con una barrida excepcional para quitarle el esférico al rival. Lo que jamás pudo imaginarse el arquero fue que esa acción iba a significar el tanto de la remontada, el de la épica.

En el contraataque, el balón llegó a Benito por la derecha, que centró con la zurda al llegar al borde del área y encontró la cabeza de Narváez, que se anticipó para realizar un golpeo formidable, abajo, fuerte, de lleno con la frente. Hubo suspense, pues el colegiado creyó que Badía había evitado que la pelota traspasara la línea de gol, pero ahí estaba el VAR para ratificar una remontada de justicia.

Sólo Pere Milla, con un zurdazo desde lejos que volvió a detener Valles, en esta ocasión con más apuros porque el balón le hizo un extraño mientras volaba hacia su portería, inquietó a la UD hasta el final. Lo intentó el Elche a base de corazón, pero sin ideas. Habría sido demasiado premio para él un empate, pues la justicia divina había determinado ya que ayer el que debía ganar era el mejor.