Aquellos encapuchados que hoy hace cuatro años anunciaron el cese definitivo de la actividad armada de ETA, están desde el descabezamiento de la banda, hace escasamente un mes, a la vista de todos. La Operación Pardines, muy cerca de la frontera francesa con Navarra, ponía nombre y rostro a la última cúpula etarra. David Pla e Iratxe Sorzabal, los dos últimos e inflexibles interlocutores han perdido un tiempo precioso en materializar una salida adecuada. Sainetes ridículos, como el anuncio de desarme en Burdeos con un puñado de armas y explosivos en cajas de cartón bajo la mirada de los verificadores internacionales generaron una frustración total entre nacionalistas y abertzales.