El suceso tuvo lugar en junio de 1976 en el chalet de Las Meleguinas y el caso sacudió a la sociedad española.

El industrial tabaquero canario Eufemiano Fuentes Díaz fue secuestrado en la madrugada del 2 de junio de 1976 en el término municipal de Santa Brígida, en Gran Canaria. El autor del secuestro pidió un rescate de 900.000 dólares –unos 60 millones de pesetas de la época-, en una nota que dejaron a la esposa del señor Fuentes Díaz antes de abandonar el domicilio. El secuestro tuvo lugar a las 4,30 de la madrugada, cuando en el chalet se encontraban solamente Eufemiano Fuentes y su esposa, Antonia Naranjo, ya fallecida. El guardián de la finca, que dormía en una casa próxima, no se apercibió de ninguna anomalía, ya que los hechos se desarrollaron en silencio y con rapidez. El secuestro lo perpetró una sola persona, que se introdujo en el dormitorio del matrimonio propietario de la vivienda, despertando a Fuentes y a su esposa y conminándoles a guardar silencio.

El asaltante llevaba el rostro cubierto por un capuchón, por lo que no pudo ser identificado, salvo en el dato de que era hombre. Sin embargo, y debido al hecho de que en ningún momento permitió que se encendiera la luz de la habitación, de las declaraciones de la señora de Fuentes no ha podido concretarse si el secuestrador portaba algún arma.

Parece ser que, al principio, la intención del asaltante era secuestrar también a la esposa, pero finalmente decidió llevarse sólo al marido. Secuestrador y secuestrado abandonaron el chalet en un Cadillac color gris plata en su carrocería, y azul en su techo, matrícula GC-7,379-D, propiedad del industrial canario, que a las 12 del mediodía de ayer fue localizado por la policía municipal de Las Palmas en una finca. Antes de abandonar el chalet, el secuestrador dejó a Antonia Naranjo una nota en la que se exige un rescate de 900.000 dólares, cuya forma de pago sería notificada a la familia de la víctima en posteriores llamadas telefónicas.

“Levántese, vístase y véngase conmigo…”

El día 2 de junio de 1976 El Rubio entró en la alcoba del matrimonio Fuentes, en su casa de Las Meleguinas: “Tengo una pistola y varios que me esperan”, dijo.

Cada vez que en estas tierras se hablaba del industrial tabaquero Eufemiano Fuentes se mencionaba, invariablemente, a Ángel Cabrera Batista, el Rubio. Hace 35 años, en la oscuridad de la noche, en el chalé de Las Meleguinas que Fuentes y su esposa habitaban, entró Cabrera para iniciar uno de los sucesos que más ríos de tintas han hecho correr en estas islas. Un suceso lleno de misterio que elevó la figura de Ángel Cabrera a la categoría de mito.

Hace cuatro años El Rubio moría en el Hospital de Gran Canaria Doctor Negrín después de sufrir una grave dolencia coronaria de la que no se recuperó y por la que dos semanas antes había sido puesto en libertad. Hasta ese momento, Cabrera Batista cumplía condena en la cárcel Tenerife 2 por el secuestro y asesinato del industrial tabaquero y el inspector jefe Rey Mariños. Pero así empezó su leyenda; así se dieron los primeros pasos que en el transcurrir de los años situaron a Cabrera Batista en una parte de la historia de estas islas.

“Aquella madrugada”

El día 2 de junio de 1976 la hija de Eufemiano Fuentes Martínez, Teresita del Niño Jesús Fuentes Naranjo, se personó en un puesto de la Guardia Civil y relató así lo que había ocurrido en su casa: “Que sobre las cinco menos cuarto de la madrugada -transcribe a su manera el guardia civil que cumplimenta la denuncia- recibe en su domicilio la llamada de su madre, quien le dice que su padre ha sido secuestrado; ella se trasladó a la casa y recibió una llamada de teléfono en la que la voz de hombre con acento más que canario, cómo si hubiera vivido en el Sáhara o algo parecido, le dijo: ‘Preste mucha atención; tengo a su padre en mi poder, he perdonado a su madre…; coja una carta que está debajo del teléfono de la biblioteca, léala detenidamente”.

Es la primera denuncia del caso Fuentes, la hija del tabaquero contó cómo había sido la conversación con ese hombre “que hablaba como del Sáhara” tras recoger la carta; que dice la señora que ella leyó la carta ‘deprisa, deprisa por el pasillo y que al volver al teléfono el comunicante le dijo que su padre se encuentra bien, que su nombre era ‘rojo 13 Mpaiac’ –textual- y que volvería a llamar”.

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